viernes, 21 de enero de 2011

¿Rezar, orar? Para qué?


Sigo a vueltas con el libro de Joan Chittister...
Me encanta su sencillez, su claridad, y esa sensibilidad femenina que tantas veces nos ha faltado en la institución de la Iglesia.
Cuando habla de la oración se expresa así:
"...Cuando transformamos a Dios en una máquina expendedora, cuando oramos para "conseguir" cosas y no para conseguir a Dios, no hay "iluminación"...
La oración no es una cadena de murmullos distraídos...
...en mi opinión, no son necesarias las palabras. Llegamos a vivir en presencia de dios en toda ocasión."
Y comenta con gracia: "-Yo no oro, me dice la gente. Y yo replico: Ni yo. Me limito a inspirar a Dios en la esperanza de aprender a espirar también a Dios"
Y afirma:"...Oramos para ser transformados, para lograr ver el mundo como Dios lo ve, para estar en presencia de Dios, para adquirir un corazón justo, amoroso y compasivo para con los demás."
Y es que "la verdadera oración nos sume en la vida en toda su crudeza. Nos da nuevos ojos; moldea un nuevo corazón en nuestro interior; nos deja sin aliento en presencia del Dios vivo; nos plantea exigencias: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar de beber al sediento y ocuparnos del enfermo. Nos exige ser las manos de Dios a quien decimos haber encontrado..."
¡Cómo me gusta escuchar todo eso!
Así lo quiero compartir con las personas amigas y conocidas...

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