sábado, 8 de junio de 2013

Tener lástima

9 de junio 2013 - 10º domingo Tiempo Ordinario
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»
Escuchando el texto del evangelio en la eucaristía de este domingo me hace pensar en la manera que hemos reflexionado tantas veces: 
El poder de Jesús para resucitar a un muerto (el hijo de esa viuda)... porque es el hijo de Dios.
Jesús de Nazaret es el gran profeta que ha venido a salvarnos... El Mesías.
Sólo el Señor puede salvarnos de tantos males y de tanto pecado... en este mundo en el que vemos tanta crisis, tantos males, un mundo y una sociedad tan alejada de Dios...
Reflexiones escuchadas tantas veces que apenas si nos llaman la atención: Que tenemos que escuchar la palabra de Dios; que tenemos que poner a Dios en nuestra vida; que, en definitiva, que seamos buenos...
Y así nos volvemos a nuestras casas con nuestra vida de siempre, nuestras ocupaciones, nuestros ocios y entretenimientos.
Y el texto del evangelio se queda en eso. Y da lástima. Me hace pensar que no hemos entendido nada. Hemos desenfocado nuestra atención perdiendo el sentido y la profundidad.

Como cada domingo, un detalle tomado del comentario de J.A. Pagola: "Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Ahí está el punto. Un amigo nos comentaba que en la iglesia tenemos, por un lado, los grupos que siguen con la tradición y con la rutina de siglos... Y, por otro lado, los que nos sentimos tan satisfechos leyendo o escuchando a Pagola, a J.M. Castillo, a Aguirre... Mientras el mundo, millones de personas se desangran y mueren en la miseria, en la desnudez, en medio de la violencia y de la marginación. Nuestra iglesia se merece y necesita un "15M", protestas reales, quemar unos cuantos edificios...
Entiendo el sentido de su comentario. Porque no nos basta con hacer bonitos comentarios, alejarnos un poco de la reflexión de siempre, de la tradición y la ortodoxia de la institución... Mientras no entendamos a "tener lástima", mientras no hagamos real en nuestra vida la compasión y la ternura de Dios... no habremos entendido nada.
Ése es el reto para nosotros.
Llegar a sentir como carne de mi carne a la gente desfavorecida, a los pobres y desvalidos, a los marginados, a los que sufren violencia y opresión... Y qué lista más larga!!! Y qué cerca los tenemos... (sin apenas darnos cuenta).
Me decía una amiga que eso era lo primero: Tener compasión. Padecer con... 
"-No llores!" Es la palabra de Jesús. (Se acerca, consuela y actúa).
Texto de Lucas (cap 7,11-17)

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