domingo, 4 de marzo de 2012

Escuchadle


4 de marzo 2012 - 2º domingo de Cuaresma
"Éste es mi hijo amado; escuchadle"
Al leer y escuchar el relato de hoy, la transfiguración, intento acercarme a aquellos hombres y mujeres que, después de acompañar a Jesús de Nazaret, de haber compartido con él tantas cosas... se sintieron tan impactados con su vida, con su manera de hacer y de decir que les resultaba tan difícil expresarlo que tuvieron que echar mano de los relatos y de las imágenes que conocían. Las lecturas de la biblia habían marcado sus vidas y con ellas  se darían a entender mejor...
La montaña alta, los personajes Elías y Moisés, la nube, la voz...
Hoy en día, a pesar de seguir leyendo muchos pasajes de la biblia, no tenemos la sensibilidad y el sentir de aquellas gentes... y tenemos el peligro de quedarnos con el relato, con la expresión y la forma de contarlo.
El mismo Marcos que nos presentaba, en el domingo pasado, a Jesús de Nazaret diciendo y proclamando: "Se ha cumplido el plazo; convertíos y creed en la buena noticia..." ahora nos señala a Jesús mismo: "Éste es mi hijo amado; escuchadle".
Y ése es el impacto que recibieron: Jesús de Nazaret nos muestra el camino. Con su vida, con su estilo de hacer y de vivir, nos indica la buena noticia del reino de Dios. Por eso tenemos que cambiar y convertirnos.
Jesús no es un cualquiera. Sentimos que es único, algo grande y maravilloso que no sabemos explicar. Su manera de hacer nos parece una locura. Es como algo insensato, que no se puede hacer, que es pura utopía...
Para que lo entendamos, Marcos nos lo expresa con esas palabras: "éste es mi hijo amado; escuchadle"...
A veces pienso que la buena noticia de Jesús de Nazaret no nos la creemos. Que es algo bonito. Que sería maravilloso si se llegara a vivir... Y lo pensamos como algo de fuera de este mundo, del "mundo futuro"... del cielo (como a veces se llega a oír en algunas predicaciones).
Sin embargo, pienso que lo que conmovió y transformó a aquellos hombres y mujeres fue precisamente el haber tocado con sus manos el reino de Dios hecho realidad en la vida de Jesús de Nazaret. La ternura de Dios, la confianza absoluta, su capacidad de acogida, el perdón total, la atención a los pequeños, a los últimos, a los desgraciados y marginados de este mundo, la importancia de la vida digna en cada uno de ellos...
Esa constatación los hizo testigos de Jesús, no sólo discípulos. Sólo Jesús de Nazaret, tan unido a Dios, podía indicarles el camino... "escuchadle"!
Y es ahí a donde llega mi reflexión: El reino de Dios está cerca, está a nuestro alcance, podemos intentarlo. El relato de hoy no es para que nos quedemos mirando lo maravilloso que tiene eso de la "divinidad", las nubes y los grandes personajes o la voz que habla desde la nube... El punto está en "escuchadle". Y la palabra que nos dice Jesús es la de la buena noticia, la de que tengo que cambiar para vivir y pensar a la manera de Dios, en la que predomina la compasión y la ternura, la solidaridad y la justicia, la atención a los últimos, a los desvalidos, a los despreciados, a los que no tienen, a los que sufren violencia...
Y de todos esos nuestro mundo está lleno. Desgraciadamente! Y si toda esa realidad no me afecta... es que estoy muy lejos del reino de Dios.
Me quedo, pues, con esa palabra a modo de mantra o de slogan: "escuchadle".

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

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