sábado, 27 de abril de 2024
Mi padre es el labrador
jueves, 18 de abril de 2024
Yo soy el buen pastor
...que se entrega por sus ovejas
21 de abril 2024
-"En primer lugar, es el soporte de mi existencia. Corremos el riesgo de pensar que somos unos seres arrojados a este mundo sin otro propósito que deambular por la vida hasta que la muerte nos devuelva a la nada de la que procedemos, y Jesús nos dice que no; que detrás de todo esto está Dios. Pero no se limita a ello, sino que nos dice, además, cómo es Dios; que Dios no es un arcano inaccesible; que Dios es Abbá, que nos ama..."
Y ahí arranca la vivencia extraordinaria de Jesús de Nazaret. Una vez que descubres que Dios (ese ser invisible y que nos ha parecido siempre tan lejanos e inaccesible) es ese aliento cercano, creador, alentador y purificador que no nos abandona nunca... Que nos ama cómo sólo hemos podido experimentar en nuestros padres y madres... Que todos, sí todos y todas somos sus hijos/hijas. Que no hay nadie especial o pueblo escogido, ni religión especial preferida... Que todos y todas somos hermanos, parte de esta misma humanidad (surgida, creada y mantenida en sus diferentes evoluciones)... A partir de ahí llega esa exigencia de vivir como hermanos, de querernos y cuidarnos como tales comenzando por los más débiles, por los más necesitados, por los dejados en el camino, por los oprimidos y marginados...
Jesús de Nazaret nos ha señalado el camino y nos invita a caminar con él. No es que él se proponga como el líder, el cacique, el mismo pastor... Él se presenta como un servidor y a eso nos invita. Servir a la propia comunidad de hermanos, a mi propia humanidad...
¿No es eso lo que hacen nuestras madres y padres? Cuidan con mimo al más débil, al más necesitado, al enfermo, al que no puede, al que se resiste, al que se niega, al que se enfada, al que escapa... Y todo eso lo vió y lo experimentó Jesús. Y sus cuentos y parábolas hablan en ese sentido...
"Es también mi referencia vital.-Sigue el comentario Miguel Ángel- Somos propensos a entusiasmarnos con lo que no merece la pena, a optar por lo que no nos conviene; por lo que estropea nuestra vida, y Jesús nos muestra el camino para vivirla de verdad, para no echarla a perder. Y ese camino pasa por convertirnos en servidores, por perdonar siempre a los que nos ofenden, por ser misericordiosos, por compadecer a los que sufren, por conformarnos con poco, por compartir con los que no tienen; por trabajar por la paz y la justicia… En definitiva, por no tratar de hacer de este mundo una morada definitiva, sino el camino que nos dirige a nuestro destino..."
Todo eso, como escribe Miguel Ángel, es lo que tiene que dar sentido a nuestra vida. La respuesta a esa invitación que sigue vibrando: El Reino de Dios. Vivir al estilo de Dios haciendo que nuestra humanidad, nuestro pueblo, nuestro barrio, nuestra casa adquiera esos rasgos de ternura y compasión, de solidaridad y de entrega, de empatía y de servicio. Es mi pequeño grano de arena para que llegue el reino de Dios, para que cambie nuestro modo de pensar, de vivir y de actuar.
Visto de esa manera sí puedo pensar y decir que Jesús de Nazaret es mi buen pastor que entrega su vida por sus ovejas... Y en él me tengo que mirar yo y caminar tras sus huellas.
Texto del evangelio de JUAN 10, 11-18
jueves, 11 de abril de 2024
Les contaron lo que les había pasado en el camino...
...Y cómo lo habían reconocido al partir el pan
14 de abril 2024
Todos los textos que leemos en estos domingos de Pascua nos hablan y hacen referencia a la experiencia tan especial que vivieron aquellos hombres y mujeres. Fue un paso tan increíble que, para poder contarlo, lo fueron diciendo con las expresiones de la Pascua (la que vivió el pueblo judío, su Éxodo, su salida de Egipto, el paso de la esclavitud y de la muerte a la vida).
Como muy bien escribe Imma Calvo: -"Hablar de Pascua es hablar del paso de la muerte a la vida. Pero no son realidades para después. Como seguidores de Jesús Resucitado, nos mueve la pasión por la Vida. Empezando por nosotros mismos y siguiendo por los más próximos, conjuguemos verbos de vida plena: sonreír, comprender, animar, compartir, ayudar, defender, respetar, integrar y sanar entre otros muchos."
Al releer el texto del evangelio de Lucas me ha llamado la atención lo que cuenta al principio del mismo: -"Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan."
Conozco la narración, al igual que el texto que sigue sobre esa aparición de Jesús en la que para que pierdan el miedo, les pide algo de comer... Reflexiono sobre ello y me digo que cada persona tiene que dar ese paso o, mejor dicho, tiene que dejarse sorprender por ese encuentro. Entonces mi pregunta es: -¿En qué reconozco yo al Señor? Para esos dos discípulos fue al partir el pan... No lo explican, ni nos dicen el por qué ese gesto les llegó tan adentro. Nosotros, bueno los doctores de todos los tiempos nos han hecho fijarnos y ver ahí el sacramento de la Eucaristía, la Cena del Señor... De esa manera no es necesario que nosotros lo busquemos, lo reconozcamos. Nos dicen que fue eso y ya está. Pero no me quedo conforme, no me convence. Tiene que ser algo que va mucho más allá. Algo que vivieron con él y que fue una constante en todos aquellos años en los que él proclamaba la Buena Noticia del reino de Dios.
Los teólogos y exégetas de hoy hablan de la comensalía, de la mesa compartida. Y ello me lleva a pensar que compartir, ser solidario y compasivo, estar pendiente de los más débiles, de los marginados y oprimidos, esa manera nueva de vivir (como lo hacía Jesús de Nazaret) les abrió los ojos: "al partir el pan". Una vida nueva no preocupada por la Ley o por el Templo; sino por los hermanos y hermanas con los que partimos el pan... Y la cena del Señor, la eucaristía, sería el símbolo de cómo tenemos que vivir. No para quedarnos adorando el pan o el vino "convertidos en la carne y la sangre del Señor"; sino para vivir siendo el pan que se parte y se reparte.
Quiero proponerme estar atento a ese partir el pan, a esos gestos que están presentes en muchas más personas de las que creemos. Están ahí entre los inmigrantes, entre los que tienen menos posibilidades, entre los que se ven excluidos, sin papeles, sin trabajo, o entre personas que se han quedado solas (ancianos/as sin familia). Sí, quiero estar atento porque por ahí anda Dios y así lo entendió Jesús. En su vida ya era un resucitado porque vivía la vida misma de Dios. Y hasta que no lo percibamos y lo asumamos seguiremos amarrados a la Ley y al Templo sin pasar de la muerte a la vida.
Texto del evangelio de Lucas 24, 35-48
viernes, 5 de abril de 2024
Estas (señales) quedan escritas para que creáis
...y creyendo tengáis vida unidos a él
7 de abril 2024
Hemos celebrado la Pascua y, durante los siguientes domingos, seguiremos recorriendo el camino que hicieron aquellas primeras personas que vivieron su experiencia pascual, su paso de la muerte a la vida.
A mi entender, la insistencia que la hecho la Iglesia (la jerarquía, los doctores y maestros, los sabios y entendidos) en la lectura literal de las narraciones pascuales no ayuda mucho a desarrollar nuestra fe y nuestra vida como seguidores del Maestro.
Probablemente es la vía más fácil. Está escrito en el evangelio. Y si proclamamos continuamente que todo el escrito es palabra de Dios... entonces resulta lógico que se le atribuya toda la veracidad (absoluta en el caso de Dios) a lo que dice y cómo lo dice.
Pero, personalmente, creo que no es un camino acertado. Nos apoyamos en una experiencia íntima, mística y vivencial que tuvieron aquellas personas. Algo que trataron de expresar sirviéndose de su cultura, de su lengua, de sus expresiones. Y decir, como comenta Miguel A. Munárriz, que el autor del cuarto evangelio (Juan, el hijo de Zebedeo) lo cuenta ofreciendo detalles muy personales y eso sería indicador de que él estaba presente... y lo vio y experimentó. Me parece que es un argumento más bien flojo. Los que escribieron no lo hacían siguiendo los criterios de nuestros cronistas. No narraron acontecimientos o crónicas. Hacían teología, catequesis... Una iniciación a la vida a la estilo de Jesús de Nazaret.
Además poner nuestra fe en los milagros de las apariciones de Jesús (después de su muerte) es como apelar a que venga alguien resucitado a decirnos lo que tenemos que hacer... Es el ejemplo que Jesús dió en la parábola del rico epulón... Que si viene alguien del más allá le harán caso, creerán... El Maestro le responde: Ya tienen la Ley y a los profetas...
Me parece mucho más acertado el comentario que ofrece Fray Marcos: "El mensaje para nosotros hoy es claro: Sin una experiencia personal de Vida, llevada a cabo en el seno de la comunidad, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora les está comunicando. Para nosotros se trata del paso del Jesús aprendido al Jesús experimentado y manifestado en la entrega a los demás. Sin ese cambio, no hay posibilidad de entrar en la dinámica de la Vida. Que Jesús siga vivo no significará nada para mí, si yo no vivo su misma Vida."
Por otra parte, algo que he ido aprendiendo de los maestros actuales es que la experiencia, la vivencia pascual, de los otros no me sirve. Me puede animar; pero se quedará en una narración nada más. Como decía un autor: Los besos que se dan los otros no me sirven. El amor vivido por otra persona no afecta a mi vida si yo no lo vivo...
Como dice Juan en su evangelio: "Estas señales quedan escritas para que creáis y creyendo tengáis vida unidos a él". Toda la invitación del evangelio (de la Buena Noticia del reino de Dios) es una invitación a vivir. No es para saber más cosas, no es para confirmar que Jesús resucitó al tercer día. Finalmente, como comenta José Arregi, "la fe no tiene nada que ver con sucesos empíricamente verificables: físicos, biológicos, historiográficos..."
Entiendo que lo que importa es que me deje inspirar por la vida de Jesús, que acepte convertirme, poner en mi vida los valores del evangelio, su modo de ver, de pensar y de actuar... para tener vida unido a él.
Texto del evangelio de JUAN 20, 19-31
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