lunes, 26 de septiembre de 2011
Triunfar gracias a la ignorancia de los demás...
¿Podríamos decir lo mismo hoy?
Dice que Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron sobre todo el último punto: "Los que viven gracias a que los demás no saben"...
Cuántas veces hemos sentido que los políticos nos ocultan información, nos dicen sólo algo... y prefieren que no sepamos. Que nos convirtamos en auténticos borregos...
Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo Café de Levante, hervía por las noches con la flor y nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga, Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria, Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja. Porque cuando se estaba hablando de los españoles y de las distintas clases de españoles, el novelista vasco sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber:
1) los que no saben;
2) los que no quieren saber;
3) los que odian el saber;
4) los que sufren por no saber;
5) los que aparentan que saben;
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben.
Unamuno y Benito Pérez Galdós aplaudieron a Baroja. Sobre todo por el último punto, el que dice “los que viven gracias a que los demás no saben”. Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.
sábado, 24 de septiembre de 2011
Os llevan la delantera...
domingo, 18 de septiembre de 2011
Si no tengo amor...
"Si hablara todas las lenguas..., si pudiera hacer profecías..., si hiciera milagros..., si incluso diera todo lo que tengo a los pobres..., si me dejara quemar vivo... si no tengo amor no me sirve de nada"
Es una parte del texto que se leyó en la misa de la boda.
Es un texto sensacional. Es de Pablo en la carta que escribió a los cristianos de Corinto.
Hace muchísimo tiempo que la había escuchado y leído. Se puede decir que me la sé, que la he oído explicar, que la he escuchado predicar en las iglesias. Así que no era ninguna novedad. Sin embargo, desde que voy reflexionando así, paso a paso, el evangelio que nos leen los domingos, hay palabras que parece que les han dado la vuelta. Como que tienen un nuevo sentido.
En la boda nos comentaron lo de siempre y repitieron las palabras de Pablo sobre que el "amor es paciente, es servicial, no tiene envidia... todo lo aguanta, todo lo perdona, todo lo soporta, etc."
Mientras tanto, yo me distraía y se me iba a la mente a la fiesta que es una boda. La que yo imagino. La que yo deseo. La que realmente es: Una fiesta del amor. Celebrar, brindar, aplaudir, compartir, reír, cantar... junto con los novios todo el amor que sienten y experimentan en su vida. Algo que se contagia, que nos llega a todos, que reparten y que todos gozamos con ellos.
No me da la gana de aceptar esa visión del rito religioso en el que parece y lo que vale es el rito. Que eso que se hace en la iglesia lo hace "sagrado", lo hace válido, lo encumbra para hacerlo valer "ante Dios"... No quiero que me pongan como referencia el más allá, la vida futura, un cielo alejado de nuestra vida real.
No, no estoy de acuerdo.
Lo que de verdad es santo es el amor. Sí, eso que siente un hombre y una mujer, un novio y una novia, dos personas que deciden vivir juntas. Dios así nos creó. Dios nos dio ese corazón, esos deseos, esa atracción, ese cuerpo y esos sentidos... Y eso es sagrado. Y cuando comento, como ya he hecho en otras ocasiones, que Dios se hace carne en nosotros, especialmente en los más débiles y abandonados, en los que sufren violencia y opresión, en los que menos valen...(porque si no somos capaces de verlos y atenderlos, Él tampoco nos reconoce a nosotros)... Y si Dios es amor, como lo define Juan (el que escribe el evangelio), todo lo que es amor es como un chispazo de Dios. El amor, no el rito, no la bendición que pueda darnos un señor por muy cura que sea. Lo santo es el amor de esas personas...
Y lo que nos salva es precisamente el amor que nos tenemos. Cuidado! que no es la misa, ni el rezo, ni la bendición, ni el sermón... No y no! El amor de mi sobrina y su novio Jesús eso es lo que nos llega y nos salva Y eso me da una alegría enorme. Y eso es lo que me encantó celebrar...
Claro que en la misa, en la iglesia no se hizo nada de eso. Allá todo fue tan serio. Claro que es lo que siempre se ha hecho; pero para mí la gran celebración tuvo lugar después. En la comida, en los brindis, en las felicitaciones, en los abrazos, en las fotos, en el baile, en la alegría que desborda...
Sobrina Leire, sobrino Jesús (ahora ya eres nuestro también): que ese amor desborde vuestro apartamento, vuestras vidas, vuestros hijos, vuestros trabajos... Y que nosotros lo celebremos muchas veces con vosotros.
Y me río yo solo pensando en la cantidad de veces que Jesús de Nazaret comparó el "reino de Dios" a una fiesta de bodas..., en la misa boda de Caná..., en la de veces que bebió, brindó, cantó y se rió con los amigos y amigas en sus fiestas y bodas...
Y Dios estaba ahí. Dios se reflejaba en el amor, en la mirada de esas parejas, en los besos apasionados y llenos de entrega y deseos contenidos...
Es que eso es lo importante...
Mira que si dependiera de mí habría hecho la verdadera celebración (incluído el rito religioso) en mitad del banquete de bodas, cuando los brindis se hacían más afectuosos y llenos de cariño, cuando la emoción rebosaba los ojos de los padres que miraban a la hija y al hijo que declaraban así su amor...
"Si no tengo amor..." De nada me sirve. De nada. De nada. De nada. Humo... apariencia, basura. En cambio cada detalle de amor vivido... eso me acerca a Dios, me hace ser parte de él, reflejar un poco su esencia.
En fin, brindo por ellos. Para que ese amor les lleve hasta el infinito, hasta Dios mismo. Y me uno a todas las felicitaciones y mejores deseos de sus padres, de sus tíos y tías, de sus primos y primas, de sus amigos y amigas... y de tantos conocidos.
sábado, 10 de septiembre de 2011
Perdonar de corazón
11 de septiembre 2011 - 24º domingo tiempo ordinario
Si me hermano me ofende... cuántas veces tengo que perdonarlo?
Y nuestra manera de pensar y de actuar se parece más a lo que propone Pedro: ¿Hasta siete veces? Y ya nos parece que es mucho, que hemos llegado al colmo, a la exageración...
Pero Jesús corrige y propone la nueva fórmula: "Setenta veces siete". Lo que en el lenguaje de los símbolos quiere decir siempre. Y siempre es siempre. No propone excepciones. No indica salvedades. No deja que nos excusemos en casos especiales.
En la lectura del domingo pasado nos señalaba aquello de que la entrada en el reino de Dios se jugaba precisamente en nuestras relaciones humanas. "Lo que atéis en este mundo, quedará atado en el cielo; lo que desatéis en este mundo, quedará desatado en el cielo..."
Podríamos decir lo mismo con las palabras de hoy: "lo que perdones..., quedará perdonado; lo que no perdones..., quedará sin perdonar".
Y ésa será la medida de Dios con nosotros.
Parece como tan claro y sencillo, verdad?
En el vocabulario de Jesús de Nazaret lo encontramos con frecuencia:
-Lo que hagáis a uno de estos pequeños..., a mí me lo hacéis
-Cuando dais de comer al hambriento, de beber al sediento, visitáis al que está en la cárcel, atendéis al inmigrante y al ilegal..., a mí me lo hacéis
-Si no lo hacemos..., aunque hagamos milagros, prediquemos, hagamos grandes manifestaciones... el Señor nos dirá: No os conozco
Jesús de Nazaret nos habla de un Dios que "se encarna" en los más débiles y desvalidos, en los últimos, en los que no tienen valor en este mundo nuestro. Nos presenta y revela a un Dios que no soporta la violencia de los poderosos, de los ricos, de los grandes, de los que se creen por encima de los demás, de los engreídos. Y nos muestra a un Dios que es todo ternura (más que un padre, más que una madre) que acoge al hijo que se fue de casa y gastó y despilfarró la herencia; que compara a Dios (al reino de Dios) con el pastor que corre a buscar la oveja perdida; o la mujer que ha perdido una moneda y barre con cuidado toda la casa hasta que la encuentra...
-¿Cuántas veces perdona ese Dios de Jesús de Nazaret?
Ésa es la respuesta de Jesús de Nazaret. Con una sonrisa, con ese deje de ironía... "Setenta veces siete".
A nosotros nos toca leer y releer la respuesta de Jesús. Intentar hacerla realidad en nuestra vida.
Cada mañana recomenzamos el camino y con esa palabra iniciamos, de nuevo, la marcha. Hacer que el reino de Dios se haga presente en mi vida y en mi entorno. Un reino de Dios hecho de perdón, de concordia, de solidaridad, de compasión y de mucha ternura.
Precisamente en este mundo nuestro en el que la mayoría de las voces que nos llegan a través de los medios de comunicación son voces de ganancias, de negocios, de aprovechar, de conseguir... y cuando no se consigue sale a relucir la palabra "crisis". Crisis que equivale a decir que los que siempre ganan sienten que ahora ganan menos, que no alcanzan sus metas de superación, que no explotan suficiente. Y el valor del trabajador (de la persona) se va a medir según lo que "produce" y que según esa medida así se le pague...
En un mundo así qué valor tiene una persona? Y si no consigue trabajo? Y si se pone enferma? Y si se hace mayor? Y si es un inválido? Y si es un inmigrante, un ilegal?
Desde luego, Jesús lo tenía bien claro: No se puede servir a Dios y al dinero! Y si Dios está del lado de todos esos "débiles" = sin valor económico... De qué lado estoy yo?
Mira que estoy pensando que Dios también forma parte del 15M...; aunque me parece que hace ya muchos miles de años que anda "indignado" con cosas como éstas. Y en el pueblo de Israel (seguro que también en otros pueblos) también hubo muchos indignados que sintonizaban con ese Dios que nos muestra Jesús. Basta con leer algunos fragmentos de aquellos hombres que llamaban "profetas".
viernes, 9 de septiembre de 2011
En medio de ellos
4 de septiembre 2011 - 23º domingo tiempo ordinario
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