sábado, 10 de septiembre de 2011

Perdonar de corazón


11 de septiembre 2011 - 24º domingo tiempo ordinario


“Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”

Que la propuesta de Jesús de Nazaret es un camino nuevo aparece bien claro en su respuesta.

Si me hermano me ofende... cuántas veces tengo que perdonarlo?

Y nuestra manera de pensar y de actuar se parece más a lo que propone Pedro: ¿Hasta siete veces? Y ya nos parece que es mucho, que hemos llegado al colmo, a la exageración...

Pero Jesús corrige y propone la nueva fórmula: "Setenta veces siete". Lo que en el lenguaje de los símbolos quiere decir siempre. Y siempre es siempre. No propone excepciones. No indica salvedades. No deja que nos excusemos en casos especiales.

En la lectura del domingo pasado nos señalaba aquello de que la entrada en el reino de Dios se jugaba precisamente en nuestras relaciones humanas. "Lo que atéis en este mundo, quedará atado en el cielo; lo que desatéis en este mundo, quedará desatado en el cielo..."

Podríamos decir lo mismo con las palabras de hoy: "lo que perdones..., quedará perdonado; lo que no perdones..., quedará sin perdonar".

Y ésa será la medida de Dios con nosotros.

Parece como tan claro y sencillo, verdad?

En el vocabulario de Jesús de Nazaret lo encontramos con frecuencia:

-Lo que hagáis a uno de estos pequeños..., a mí me lo hacéis

-Cuando dais de comer al hambriento, de beber al sediento, visitáis al que está en la cárcel, atendéis al inmigrante y al ilegal..., a mí me lo hacéis

-Si no lo hacemos..., aunque hagamos milagros, prediquemos, hagamos grandes manifestaciones... el Señor nos dirá: No os conozco

Jesús de Nazaret nos habla de un Dios que "se encarna" en los más débiles y desvalidos, en los últimos, en los que no tienen valor en este mundo nuestro. Nos presenta y revela a un Dios que no soporta la violencia de los poderosos, de los ricos, de los grandes, de los que se creen por encima de los demás, de los engreídos. Y nos muestra a un Dios que es todo ternura (más que un padre, más que una madre) que acoge al hijo que se fue de casa y gastó y despilfarró la herencia; que compara a Dios (al reino de Dios) con el pastor que corre a buscar la oveja perdida; o la mujer que ha perdido una moneda y barre con cuidado toda la casa hasta que la encuentra...

-¿Cuántas veces perdona ese Dios de Jesús de Nazaret?

Ésa es la respuesta de Jesús de Nazaret. Con una sonrisa, con ese deje de ironía... "Setenta veces siete".


A nosotros nos toca leer y releer la respuesta de Jesús. Intentar hacerla realidad en nuestra vida.

Cada mañana recomenzamos el camino y con esa palabra iniciamos, de nuevo, la marcha. Hacer que el reino de Dios se haga presente en mi vida y en mi entorno. Un reino de Dios hecho de perdón, de concordia, de solidaridad, de compasión y de mucha ternura.

Precisamente en este mundo nuestro en el que la mayoría de las voces que nos llegan a través de los medios de comunicación son voces de ganancias, de negocios, de aprovechar, de conseguir... y cuando no se consigue sale a relucir la palabra "crisis". Crisis que equivale a decir que los que siempre ganan sienten que ahora ganan menos, que no alcanzan sus metas de superación, que no explotan suficiente. Y el valor del trabajador (de la persona) se va a medir según lo que "produce" y que según esa medida así se le pague...

En un mundo así qué valor tiene una persona? Y si no consigue trabajo? Y si se pone enferma? Y si se hace mayor? Y si es un inválido? Y si es un inmigrante, un ilegal?

Desde luego, Jesús lo tenía bien claro: No se puede servir a Dios y al dinero! Y si Dios está del lado de todos esos "débiles" = sin valor económico... De qué lado estoy yo?

Mira que estoy pensando que Dios también forma parte del 15M...; aunque me parece que hace ya muchos miles de años que anda "indignado" con cosas como éstas. Y en el pueblo de Israel (seguro que también en otros pueblos) también hubo muchos indignados que sintonizaban con ese Dios que nos muestra Jesús. Basta con leer algunos fragmentos de aquellos hombres que llamaban "profetas".


(Evangelio Mateo (18, 21-35)


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