4 de septiembre 2011 - 23º domingo tiempo ordinario
"Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
Leo y releo el texto del evangelio del domingo y entiendo que muchas, muchísimas veces, hemos hecho una lectura "sacralizada" de las palabras de Jesús de Nazaret. Todo lo que nos dice y recomienda sobre la relación entre nosotros se ha ido convirtiendo en derechos y poderes de la jerarquía, de los que dirigen y mandan en la iglesia... Ya no se trata de la relación entre "hermanos". Ya no es asunto de los compañeros y vecinos. A partir del momento en que aparecen los dirigentes y jerarcas, serán ellos los que avisan y reprenden, los corrigen y orientan, los que saben y tienen razón, los que tendrán el poder de atar y desatar...
A mi parecer es un abuso.
Entiendo que somos nosotros, cada uno de nosotros, los que tenemos que intentar "salvar al hermano", comunicar con él, compartir, ayudar, hacernos solidarios... Unidos en esa comunidad de hermanos que intentar seguir el camino de Jesús de Nazaret.
Y es que es, precisamente, a través de nuestra acción humana que el reino de Dios se hace presente en nuestro mundo.
Somos nosotros los que atamos y desatamos en la tierra. Somos nosotros los que hacemos que nuestra vida sea solidaria, compartida, justa... humana en definitiva. Somos nosotros los que atamos (con violencia, con abusos, con prepotencia, con desprecios, con humillaciones, con olvidos...) y los que desatamos (con disponibilidad, con ayuda, con presencia, con atención, compartiendo, con sencillez y humildad)... y hacemos posible que ese reino de Dios del que tanto hablamos se vaya haciendo visible entre nosotros.
Y Jesús completa diciendo que "si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi padre del cielo..."
De nuevo esa incidencia en que se trata de nosotros, de nuestras vidas, de nuestra manera de hacer y actuar... Y así se forma la comunidad de seguidores de Jesús.
Es una pena que ahora tengamos una iglesia en la que si no hay cura parece que no es posible formar una comunidad de seguidores de Jesús.
"...Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"...
Reunidos en su nombre. Reunidos con la misma pasión de Jesús: el reino de Dios. Con esas ganas y esos deseos de vivir de esa manera nueva.
Si entendemos que Dios mismo se "encarna" y se hace presente en el desamparado, en el desvalido, en el extranjero, en el ilegal, en el que sufre violencia, en los que pasan hambre y sed, en los que no tienen con qué vestirse o están en la cárcel... no es difícil comprender que si nos reunimos movidos por ese espíritu de Jesús, si ponemos en nuestra vida esa petición constante de "venga a nosotros tu reino", Jesús "el viviente" estará con nosotros.
Y nuestras peticiones irán en la línea de Jesús. Basta que sigamos lentamente las palabras de Jesús: el "padre nuestro".
Por ese camino creo que evitaremos desviarnos hacia ese recital de "peticiones" que brotan de tantas y tantas bocas en nuestras iglesias: enfermedades, negocios, problemas, dificultades, estudios, viajes...
Ojalá experimentemos la presencia de Jesús en medio de nosotros.
–Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
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