jueves, 2 de junio de 2022

Un aliento que es vida

Fiesta de Pentecostés

5 de junio 2022


Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros


Nuestro vocabulario religioso no nos ha ayudado mucho. Siguiendo las explicaciones y razonamientos de los grandes doctores y sabios de la Iglesia hemos intentado atrapar en aliento de Dios haciéndolo una persona (la tercera persona de la Santísima Trinidad) y nos hemos conformado con hacer oraciones y plegarias a ver si llega, también sobre nosotros, ese Espíritu de Dios. En forma de paloma o en la forma que sea.

Ese aliento de Dios que, al principio de la Biblia, se dice que se mecía sobre las aguas de la creación..., o a la hora de crear al hombre Dios sopló sobre él dándole vida.

Y Jesús, también él, sopló sobre los discípulos diciéndoles: Recibid el Espíritu Santo...

Siempre es el aliento divino. Su respiración, su vida...

Y ¿cómo se puede definir la vida, el aliento? 

De los filósofos griegos recibimos definiciones y argumentos. Y nos hablaron de cuerpo y alma queriendo atrapar de alguna forma lo que experimentaban como vida. Pero la vida no podemos atraparla. La vivimos o no la vivimos. Respiramos o no respiramos.

Jesús sopla sobre todos los que se apuntan a vivir como él. Y nos envía, también a nosotros, a vivir al estilo de Dios. Sí, dice, yo también os envío a vosotros.

Es una misión, un envío, a vivir en el mundo contagiando a todas las personas a ese modo nuevo de vida.


Y como dice José Antonio Pagola: -"Hablar del «Espíritu Santo» es hablar de lo que podemos experimentar de Dios en nosotros. El «Espíritu» es Dios actuando en nuestra vida: la fuerza, la luz, el aliento, la paz, el consuelo, el fuego que podemos experimentar en nosotros y cuyo origen último está en Dios, fuente de toda vida..."


Aceptar todo eso y vivir de esa manera es comenzar a experimentar a Dios mismo. Cuando comenzamos a acoger a los demás, cuando sabemos escuchar, cuando nos ponemos en lugar de la otra persona y nos dejamos conmover..., es el aliento de Dios que sopla dentro de nosotros. Cuando nos importa la vida (o la falta de vida) de las otras personas, cuando anteponemos el soplo de vida que hay en ellas a las cosas, a los negocios, al tener y acaparar todo aquello que sin vida se convierte en nada.


Añade José A. Pagola: -"El signo más claro de la acción del Espíritu es la vida. Dios está allí donde la vida se despierta y crece, donde se comunica y expande. El Espíritu Santo siempre es «dador de vida»: dilata el corazón, resucita lo que está muerto en nosotros, despierta lo dormido, pone en movimiento lo que había quedado bloqueado."


Porque, en más de una ocasión, también nosotros sufrimos de isquemia cardíaca y andamos como dormidos, con un soplo de vida sin fuerza, centrados en nuestras cosas, en nuestros entretenimientos, en nuestros pequeños o grandes negocios. Y entonces dejo de ser "dador de vida", no doy cabida a ese aliento de Dios al que llamamos Espíritu Santo.



Texto del evangelio de JUAN 20, 19-23


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