sábado, 3 de octubre de 2020

Qué espera Dios de nosotros

 4 de Octubre de 2020


"La parábola de los «viñadores homicidas»,
escribe José A. Pagola, es tan dura que a los cristianos nos cuesta pensar que esta advertencia profética, dirigida por Jesús a los dirigentes religiosos de su tiempo, tenga algo que ver con nosotros..."
Y cuenta así: "Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían..." Y... esos labradores no sólo no entregaron los frutos sino que mataron a los criados y finalmente también al hijo que fue en nombre de su padre a reclamar lo que le debían...
Es una parábola que hemos escuchado en otras ocaciones y que, sin prestarle mucha atención, hemos aplicado a los dirigentes del pueblo judío que no aceptaron el mensaje de Jesús y terminaron haciéndolo crucificar. Nos decimos que nosotros (los cristianos) somos ahora el "pueblo de Dios" y que Jesús está con nosotros (nos lo hemos apropiado). Por eso toda esa parábola no va con nosotros.
"La parábola,comenta J.A. Pagola, está hablando también de nosotros. Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. También ahora Dios quiere que los trabajadores indignos de su viña sean sustituidos por un pueblo que produzca frutos dignos del reino de Dios."
¿Qué espera Dios de nosotros? Cuando Jesús proclamaba su mensaje y se dirigía a la gente y a los dirigentes religiosos de su pueblo (doctores, escribas, fariseos) ¿qué les pedía? ¿qué les echaba en cara?
Cuidado! No tenemos que equivocarnos. A lo largo de los siglos hemos ido recibiendo una imagen de los dirigentes del pueblo judío culpables del rechazo del enviado de Dios y que lo entregaron al poder de los romanos para que lo ejecutaran en la cruz... Por eso escribe Fray Marcos: "Tendremos verdadera dificultad en aplicarnos la parábola si partimos de la idea de que aquellos jefes religiosos eran malvados y procedían con mala voluntad. Nada más lejos de la realidad. Su preocupación por el culto, por la Ley, por defender la institución, por el respeto a su Dios, era sincera. Lo que les perdió fue la falta de autocrítica y confundir los derechos de Dios con sus propios intereses..."
Ser seguidores de Jesús de Nazaret, pues, es mucho más que bautizarse, recibir los sacramentos, ir a misa y practicar toda una serie de devociones. Creo que Jesús quería que la gente, su propio pueblo, fuera mucho más allá de la Ley y el Templo; que centrara su vida en algo que afecta a la vida misma, que hace que la persona sea más humana, más parecida a Dios mismo que es, ante todo, compasión y ternura. Y los frutos que espera de cada uno de nosotros es aquello por lo que nos pedirán cuenta en el juicio final... La imagen de un juicio en el que relata lo de: "tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis..."
Si eso es lo que se espera de nosotros, no resulta demasiado difícil mirar alrededor y descubrir tantas y tantas personas (hombres, mujeres y niños) que presentan, precisamente, todas esas carencias: inmigrantes llegados hasta nuestros pueblos en busca de comida, vivienda, trabajo, salud; familias que se han quedado sin trabajo; personas mayores dejadas de lado u olvidadas..., etc.
Lo que Dios espera de nosotros... Fray Marcos lo comenta con mucha más agudeza y con mayor conocimiento: "¿Qué espera Dios de mí? Dios no puede esperar nada de mí porque nada puedo darle. Él es el que se nos da totalmente. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de ser. Como seres humanos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud, precisamente por nuestra humanidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella..."
O sea que alcanzar mi plenitud como persona es ser lo más humano posible, sentir que las personas que me rodean son parte de mí, o al revés, yo soy parte de ellas. Y su hambre, su sed, su falta de vivienda, su falta de salud, su opresión, su marginación, sus carencias y su miseria son mías también. Y sólo si echo una mano en hacer un mundo más humano, más justo y solidario, iré alcanzando mi plenitud.
Eso es lo que Dios espera de mí.
Texto del evangelio de Mateo (21,33-43)


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