domingo, 21 de agosto de 2011

¿Qué dice la gente...?


21 de agosto 2011 - domingo 21º tiempo ordinario

"¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?

Durante esta semana hemos tenido la visita del Papa Benedicto XVI aquí, en Madrid. Y parece que hoy, el comentario más lógico y clásico, se va a centrar la reflexión de la eucaristía en esas palabras que Mateo escribió en su evangelio... presentando la figura clave de los doce discípulos: Pedro o Cefas. "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia..." que, más de un entendido, atribuye a cierta corriente de seguidores de aquella comunidad primera. Y que, siglo tras siglo, dirigentes de la institución formada (al amparo del emperador romano) y convertidos en verdaderos jefes y poderosas figuras van hacer propias.
Resulta curiosa la frase misma.
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Parece como hecha a medida.
Jesús que nos habla de la buena noticia, del reino de Dios, de lo que Dios quiere y desea, de los pobres y de los humildes, del banquete del reino, de la actitud y estilo de vida... resulta extraño que hable de entregar "poder" y "llaves" para entrar en el reino, que quiera "edificar una iglesia" que ningún poder podrá derrotar...
No soy ningún sabio ni un gran conocedor de los evangelios; pero toda la frase parece metida con calzador, como solemos decir.
De esa frase la institución formada y estructurada a lo largo de los siglos han usado y abusado los que ostentaban el poder (a todos los niveles): Desde Roma, desde la jerarquía repartida a lo ancho de todo el universo y en todos sus escalones. De dicha frase se ha deducido que Dios, a través de Jesús de Nazaret, les dio el poder y las llaves. Han decidido "en nombre de ese poder", han abierto y cerrado puertas (y muchas ventanas, también) convencidos de que la institución (el reino de Dios en la tierra) era suya. Pasean por este mundo (lo han hecho a lo largo de toda su historia) orgullosos y ufanos de ser los "representantes y vicarios" de Dios en la tierra y arrastran su corte proclamando esa frase que dirán y recitarán bien alto y claro que es "palabra de Dios".
Y sencillamente, no me cuadra.
Ése no es el Jesús de Nazaret que escuchamos en sus parábolas, en su mensaje de buena noticia para los pobres y oprimidos, para los débiles, las mujeres y los niños, para los extranjeros y los sin papeles, para los que sufren violencia y abuso...
Esa institución, diría yo, se ha atribuido el poder y las llaves de un reino tan material y mundano como tantos otros. Juega a copiar la jerarquía de tantos otros imperios y reinos con un Papa que es como el emperador, unos cardenales y obispos que hacen de gobernadores y ministros y todo el resto de jerarquía (hasta llegar a las órdenes religiosas) convertida en ese escalón que los separa del pueblo sencillo, de la gente humilde... de esos, precisamente, que en la mente de Jesús de Nazaret serán los primeros en el reino de Dios.
¿Qué le ha pasado a esta institución?
Tanto se ha deformado el mensaje que ya llegamos a verlo con buenos ojos, como lo más natural. Es más, (y lo hemos visto estos días aquí en Madrid) de tanto proclamarlo y repetirlo la gente, el pueblo sencillo, se emociona al ver esa exhibición de poder, todo el boato y protocolo de los poderosos, y escucha esas palabras pensadas y medidas como si vinieran dictadas desde lo alto. Y de la imagen de un anciano que lee con cuidado el discurso preparado el filtro de su mente y de la formación recibida traduce y lo convierte en mensaje del mismo Dios... Y eso vale la pena! Viajes desde la otra punta del mundo, sacrificios y esperas, largas colas, calor, lluvia, cansancio... Todo se convierte en maravilloso, en la experiencia más grande, en la emoción más sincera. Escenas que más de un viajero ya ha visto en Roma, en Jerusalén, en Lourdes, en Fátima, en Santiago de Compostela...

"¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?"
Me voy a atrever a ser "malpensado".
A través de los autores que he ido leyendo (gente muy conocedora del evangelio y de su formación en la primera comunidad de seguidores de Jesús de Nazaret), el título del "hijo del hombre" no es ningún título mesiánico, no es algo especial... es simplemente el hijo del vecino, el hombre (hombre-mujer). Y entiendo que Jesús no trata de averiguar lo que piensan de él, si le reconocen algún título.
Que aquellos seguidores pensaran que Jesús bien podía ser un profeta, se comprende. Que esperaban la restauración del reino de Israel y la liberación de los romanos, también. Que imaginaran que era el Mesías prometido en los escritos de los profetas, es natural.
Después de la gran experiencia de la muerte-asesinato de Jesús (verdadero trauma para todos ellos) y habiendo experimentado, también, la nueva presencia de Jesús entre ellos, de sentirlo vivo y que todo lo que había proclamado era lo más grande que podían haber vivido... su reflexión se va a inclinar hacia la corroboración de que era realmente el Mesías, el anunciado, el que esperaba todo el pueblo. Entonces el título de "Hijo del Hombre" se pone en mayúsculas y pasa a ser algo tan especial que sólo puede venir directamente de Dios.
De ahí a la creación del proyecto de "construir una iglesia", del poder, de las llaves, de atar y desatar, de que nadie la podrá vencer... y de que aquellos seguidores se convertían en los grandes jefes de la institución.
Cosa curiosa y que contrasta con la respuesta del mismo Jesús de Nazaret a la madre de los hermanos Santiago y Juan que le pide que los coloque a su derecha y a su izquierda en el reino que llega... "No sabéis lo que pedís..."
Sorprendente que pocos años después esos seguidores sí se atribuyeran el lugar mismo de Jesús y tomaran su derecha, su izquierda y su trono mismo.

Lo que digo, me choca, no me cuadra.
Ese "hijo de hombre" lo entiendo a un nivel más bajo y más cercano a los humildes y sencillos que es el lugar que Jesús escoge.
Y es que si Jesús nos señala que sólo el que acoge a esos pequeños, a esos desvalidos entrará en el reino; si nos indica que el que quiera ser el primero en el reino que sea vuestro servidor; si nos advierte que entre nosotros nadie es maestro; si nos señala que sólo el que se haga como un niño (y en aquel tiempo los niños eran un cero, no contaban para nada) podrá comprender el reino y entrar en él; si lo que importa ( y eso lo remacha Pablo en su carta... algo que había oído bien entre aquellos primeros seguidores) es el amor, la solidaridad, el compartir, el servicio...; si explica a la samaritana (y nos lo dice a nosotros) que en adelante no es el templo lo importante, ningún templo, sino ese nuevo estilo de vida "en espíritu y en verdad"...
En fin, no se puede cuadrar. La cultura romana (del imperio), y la cultura de los poderes y las empresas y negocios, ha ido deformando la buena noticia del reino para convertirla en el "reino de la noticia" en el que se confirma y se absolutiza toda la estructura de dicho reino dándole al mismo tiempo el sello y la firma de Dios mismo a través de esa frase del evangelio.

"¿Y vosotros, quién decís que soy yo?"
Repetir la frase que se pone en boca de Pedro, no vale. Ya la hemos repetido tanto que no tiene nada de personal, no significa nada o casi nada.
A mi me gusta más volver sobre otras palabras y explicaciones del mismo Jesús.
Reconocer a Dios mismo hecho carne en la gente más pobre y débil, en los inmigrantes que me encuentro en la calle o en las clases que impartimos para ellos, en los parados, en los que pasan hambre y necesidad... Reconocer a Dios en esos "hijos de hombre" y aprender a acogerlos como a Dios mismo, sus hijos, parte de él mismo y esforzarme en que esa humanidad mejore, que tengan vida, que les llegue buena noticia y que haya fiesta que celebrar... ese banquete del reino que parece que es exclusivo de los ricos y poderosos.
Porque todos ellos son "hijos de Dios vivo". Y mientras no los vea y entienda de esa manera no puedo captar que sea buena noticia estar cerca de ellos, acogerlos, compartir con ellos...

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