En estos días (y en todo el tiempo de preparación) la iglesia como institución y todas las otras empresas colaboradoras, junto con toda la política, está viviendo a tope este nuevo enfoque del marketing y merchandise empresarial.
Hay que mostrar de todas las formas posibles de esta gran institución (universal, por supuesto) que es la iglesia. Camisetas, banderolas, brazaletes, pañuelos, sombreros, gorras, paraguas, pancartas, mochilas y bolsas... De todo.
El parque del Retiro de Madrid ha retomado sus mejores momentos de la feria del libro para ofrecer y presentar las mejores producciones de una institución que se resiste a cambiar, que se agarra con fuerza a formas y maneras ya probadas y ortodoxas... y hoy, en este mundo que evoluciona a gran velocidad, intenta empujar y revivir mediante el marketing y el merchandise las numerosas órdenes y congregaciones religiosas...
Viendo todo eso, me asalta la duda de nuevo.
Dudo que la buena noticia de Jesús de Nazaret sea cuestión de marketing y merchandising...
Lo he visto tanto en la institución iglesia que no debería extrañarme; pero con todas mis reservas sigo dudando.
Y es que no me parece. Es querer vender una buena noticia para los hombres y mujeres mediante amuletos, fantasías que se venden y se compran, un mercadeo, una manera simple y tonta de adquirir apoyos y milagritos al alcance de mi bolsillo...
No. La buena noticia de Jesús no es eso.
Y a estas alturas, una institución milenaria y universal ya debería dejar todo eso para centrarse en lo que es importante, en lo que es de verdad la buena noticia del evangelio...
Lo que ocurre es que (basta ver los escaparates: Roma, Lourdes, Fátima, catedrales e iglesias, santuarios y conventos...) es incapaz de salirse del carril que ha tomado. La institución es más poderosa que su propio mensaje.
Viendo a los personajes protagonistas: el Papa, los obispos y cardenales, los curas, frailes y monjas... qué sugieren? ¿Es un reino con sus personajes principales? Todas esas ceremonias y boato... ¿a quién van dirigidos? Todo ese protocolo, toda esa abundancia y presentación... ¿para quién son?
No. No me digan que son para Dios, para Jesucristo, para... No!
Los gritos y proclamas que se escuchan de "Viva el Papa", etc. eso es muy natural cuando nos referimos a los personajes políticos, deportistas, famosos, gentes poderosas... Y los que así gritan son los súbditos, los fans, los seguidores, los que esperan sus favores y gracias.
Y todavía me hace dudar más el seguir escuchando eso de que el Papa es el vicario de Cristo... Según el diccionario: "persona que sustituye a otra..."
Y eso me parece que no es correcto; aunque nos lo hayan repetido durante siglos y ya estemos acostumbrados. Pero me sigue pareciendo incorrecto.
Y si nos centramos un poco más me atrevería a añadir lo siguiente: Cuando Jesús nos señala en quién se encarna de verdad nos habla de los pobres, de los débiles, de los hambrientos, de los encarcelados... Ellos sí son verdaderos representantes, auténticos "vicarios"... y lo que les hagamos a ellos a Dios mismo se lo hacemos.
Por eso, me niego a aceptar y proclamar eso que nos enseñaron.
Desde luego, todos esos miles o millones que se entusiasman y se emocionan viendo al Papa probablemente lo viven tan de buena fe y devoción que no seré yo quién les disuada o impida continuar con sus devociones...
Ojalá que, en la práctica, nos centremos de verdad en el mensaje del evangelio y buena noticia de Jesús de Nazaret.
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