domingo, 27 de febrero de 2011

No os agobiéis


27 de febrero - 8º domingo - Ciclo A
"Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura..."

Cuántas veces habré escuchado estas palabras de Jesús!
Lo de servir de a dos amos... Dios y el dinero. Lo de no agobiarnos por la vida, por la comida, por el vestir... "No os agobiéis... Vuestro padre del cielo ya sabe que tenéis necesidad de todo eso".

Tan escuchado, tan repetido que ya forma parte de toda esa cultura religiosa que ha ido entrando en mi vida.
Hoy, al escucharlo de nuevo, es como volver a marcar la dirección. Ese toque de atención que, a medida que me voy haciendo mayor, se hace más importante y decisivo.
Ayer, por la tarde, acompañamos a una amiga a velar a su madre en el tanatorio... Y todos nos preguntamos, interiormente, por nuestra vida, por lo que hacemos, hacia dónde vamos, a dónde nos dirigimos... Y escucho a Jesús de Nazaret que me dice: "No os agobiéis por vuestra vida pensando en lo que vais a comer o lo que vais a vestir..." Y nos señala los pájaros y las flores del campo. Acaso no valéis más que todas ellas?
"Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia..."
El evangelio recoge palabras de Jesús que insiste una y otra vez sobre el reino, la nueva manera de vivir y de hacer, ese estilo (que es el de Dios) de ser hombre y mujer... Y con muchos ejemplos y parábolas nos indica cómo encarar nuestra vida y cómo seguir esa dirección.
Y no es que eso signifique que pongamos todo en manos de Dios (en la divina providencia), que él ya lo solucionará todo. Creo que no es así. Me parece más bien que eso quiere decir que abramos nuestros ojos para ver al hermano, al pobre y al desfavorecido, al humilde y al inmigrante, a los olvidados y dejados de lado... y entendamos que el reino comienza por ahí. Es haciendo una nueva humanidad que no se basa en el negocio, en el dinero, en todo eso que nos dicen que "vale" (para este mundo); sino en la relación de las personas que poco a poco, con ese trato humano y fraterno, se van pareciendo a Dios... "que hace salir el sol sobre buenos y malos", que se ocupa de los pájaros del cielo y las flores del campo...
Cuando comience a ver a los pobres y abandonados (vabagundos, inmigrantes, ancianos olvidados...) y los vea como personas sin echar la culpa a otros por su pobreza y sin pasar de largo... Cuando tenga claro lo que Jesús nos dice y lo adopte en mi vida... Entonces me estaré acercando a ese reino que es la buena dirección para mi vida, para lo que me queda de vida...

sábado, 19 de febrero de 2011

Ser como Dios


20 de febrero - 7º domingo Ciclo A
"Habéis oído que se dijo... pero yo os digo"

En la eucaristía de hoy he tratado de imaginarme el impacto que debió suponer en los que escuchaban a Jesús de Nazaret oírle decir eso de "pero yo os digo..."
Una sensación de que se iba por encima de la Ley, de que mostraba otros valores, algo que importaba más. Ya en la lectura del domingo pasado lo experimentaba (es todo el capítulo de Mateo en el que resumen todas sus explicaciones). Se dijo a los antiguos que... pero yo os digo...
Pues bien, en la lectura de hoy en la que comenta la ley antigua: "Ojo por ojo, diente por diente... Amarás a tus amigos y odiarás a tus enemigos, etc." Pero yo os digo: Amarás a tu enemigo, incluso. Porque si amamos a nuestros familiares y amigos, qué hacemos de más que no hagan los gentiles? Y si saludamos a los conocidos y familiares, en qué superamos a los paganos?
Yo os digo, dice Jesús, sed perfectos como vuestro padre es perfecto. Dios, nuestro padre, que hace salir el sol para buenos y malos...
Y escuchando esas palabras de Jesús me quedó con esa palabra: "Ser como Dios".
Me gusta. Y me gusta pensar que esa es mi meta: ser como Dios.
¡Qué barbaridad!, verdad?
Pienso que Dios que nos ha dado este soplo de vida, que nos regala el sol y las maravillas de la naturaleza, que ha puesto ahí el universo entero como algo insuperable, que ha diseñado tan maravillosamente el microcosmos y lo más íntimo del ser... ese mismo Dios nos llama a que nos parezcamos a Él, a ser como Él, a vivir a su estilo.
Por eso me gusta tanto pensar que me dice eso de "ser como Dios".
Y la experiencia de muchos hombres y mujeres (en los libros de la Biblia: profetas y gentes piadosas; en otras religiones y culturas también encontramos personas que se han acercado mucho a ese sentir) y, sobre todo, la profunda experiencia de Jesús de Nazaret nos muestra a Dios como el padre, como la madre llena de misericordia y compasión que en tantos aspectos nos van a recordar pequeñas experiencias de nuestra propia vida: la mamá que se deshace en cuidados con los pequeños, en las tareas de la casa, en la entrega constante a los suyos... Y nos dice que Dios es así, que le importa mucho más la misericordia y la compasión, que le conmueven los pequeños, los desvalidos, los abandonados, los olvidados, los últimos. Además nos dice que éstos serán los primeros en el reino de Dios...
Entonces ser como Dios es ir adquiriendo poco a poco esa manera de ser y de vivir. Que nos importe sobre todo y por encima de todo esa "justicia" y esa manera de obrar porque esa es la vida de Dios, ése es su Reino.
Y dice eso de "sed perfectos como vuestro padre es perfecto"...
Antes me parecía como exagerado. Sed perfectos...! Era imposible!
Ahora lo vuelvo a escuchar y me siento motivado...
Como que, me digo, tengo que intentarlo. Sí, todos los días; en cualquier lugar; en cualquier situación... Ser como Dios. Hacer que su manera de ser y de vivir vaya apareciendo en mi vida.
Así entiendo esa frase del "Padre nuestro": Que venga tu reino! Que yo sea capaz de hacer que tu reino, ese estilo de hacer, de pensar y de vivir vaya apareciendo en mi vida y en mi entorno...
Eso va a ser lo más importante en mi vida: "Ser como Dios". Y así encaminarme hacia Él (que es el final que tantas veces nos preocupa y nos pone tensos... La muerte, el final, el dejar todo esto).
Que esa sea siempre mi oración. Amén

domingo, 13 de febrero de 2011

Si no sois mejores...


13 de febrero - 6º domingo Ciclo A
"Os aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos..."

Nos hemos acostumbrado a escuchar todas esas palabras de Jesús (presentadas en forma de discurso) y casi casi no nos dicen nada.
Los escribas y fariseos, en nuestra imaginación, eran malos. No querían escuchar a Jesús. Y no aceptaban la buena noticia... Así de simple.
Me pregunto si Jesús no diría lo mismo de nosotros, de tantos cristianos viejos que "se saben de memoria" el evangelio, que van a misa todos los domingos, que "cumplen" los mandamientos y que son buena gente, como se dice.
Pero creo que hay error de entrada. Los escribas y fariseos eran "gente de Ley", que se esforzaban o al menos intentaban seguir las leyes de Moisés y estaban convencidos de dar gloria a Dios con todas esas prácticas. Y hay que fijarse que Mateo no reniega de la Ley y los Profetas. Recoge ese respeto (y lo pone en boca de Jesús) por la Ley y las enseñanzas recibidas. Algo que todos los judíos entendían bien.
Lo que pasa es que Jesús de Nazaret da un paso más allá. Dice: "Yo no he venido a abolir la Ley y los Profetas..."
José Ant. Pagola lo comenta de esta manera:

Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.

Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".

Ahí está la diferencia. Es la manera y estilo de Jesús. Lo que le preocupa, lo que centra su vida y manera de hacer, no es el cumplimiento de la Ley, sino el Reino de Dios.

Y es que a fuerza de insistir en los mandamientos de la ley de Dios y los mandamientos de la iglesia, hemos dejado de lado esa pasión por el Reino, por su justicia, por el estilo de Dios.

Ser y comportarnos como hermanos, estar pendientes de los más débiles, de los desfavorecidos, de los ignorados y abandonados, de toda esa humanidad que sobrevive en medio de hambres y miserias...

Hoy se celebra la Campaña de Manos Unidas (es la campaña contra el hambre en el mundo). Ahí tenemos la humanidad que lleva en sus carnes la imagen desfigurada de Dios, nuestro padre, que desea, que quiere, que nos pide, un mundo más humano, más digno, más fraterno.

Si el domingo pasado Jesús nos decía de ser "la sal de la tierra", hoy nos pide esa manera nueva de enfocar nuestra vida: Hacer nuestro mundo más humano. No según las leyes y mandamientos, sino a su estilo. Y tiene que pesarme más toda esa humanidad dejada y abandonada que los detalles de tantos mandamientos...

Sí, ya sabemos aquello de: "Habéis oído que se dijo... pero yo os digo". Algo de eso nos dice a nosotros. Por eso, si no somos mejores que los escribas y fariseos... no entraremos en el Reino de Dios. Cito a José Ant. Pagola de nuevo:

Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.

Sólo cuando vivimos con esa pasión y centrados en la justicia y fraternidad va apareciendo la imagen de Dios en nosotros y nos encaminamos hacia esa nueva humanidad.


domingo, 6 de febrero de 2011

La sal de la tierra


Para cualquiera que ande en la cocina, eso de "ser la sal" de la tierra... resulta una imagen muy sugestiva.
Y es que la comida puede tener un aspecto buenísimo, puede parece extraordinaria, deliciosa incluso; pero si no tiene sal... Perdió toda su gracia. No nos queda más que decir: ¡qué lástima!
Supongo que las mujeres que escuchaban a Jesús lo entendieron bien.
Hoy, en nuestra sociedad tan tecnológica y de comidas rápidas, no sé si comprendemos bien esa imagen que nos da Jesús. "Ser la sal de la tierra".
Porque, claro, lo que importa es el sabor que tome nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestra gente y nuestra familia. Y ésa es tarea nuestra.
Creo que no quiere decir que todo el mundo "sea sal", sino que tenga sabor. A lo mejor tiene sentido decir que lo que importa no es que todo el mundo vaya a la iglesia, o que toda la gente siga las mismas normas y mandamientos, o que pertenezcan a la misma iglesia o religión... No, sino que tenga sabor. Que, a partir de nuestra vida, de nuestra actividad, de nuestro estilo de ser y de hacer, adquiera sabor... Que no se quede soso, insípido, sin sabor.
Ser sal.
Mira que es poca cosa, verdad? Y sin embargo es la que cambia y da gusto a las comidas. No es la comida; pero la hace rica y sabrosa.
Sigo pensando que es sumamente sugestivo.
Jesús completa la imagen diciendo eso de: "si la sal se vuelve sosa..." Está claro, no sirve para nada. La podemos tirar a la basura.
Por el contrario, si nuestra sal (nosotros mismos) vivimos de esa manera... el mundo, nuestro mundo y nuestra gente, el pueblo que nos rodea, el barrio, los vecinos, alabará al "cocinero" de la creación, a Dios mismo que nos ha dado esta creación maravillosa y la ha puesto en nuestras manos. Nosotros tenemos que preparar la comida, aderezar los platos, condimentar los guisos... poner la sal.
Hay tantas maravillas y dones repartidos entre los hombres y mujeres...! Hay tantas riquezas distribuidas por ahí...! Ojalá sea capaz de abrir bien los ojos y descubra todos esos dones de Dios... y, además, sea capaz de "ser la sal" de la tierra, ser la sal de este momento que tengo para vivir.
Jesús utiliza otra imagen, la luz ("ser la luz del mundo")... También adquiere toda la fuerza en un mundo en el que ya nos hemos acostumbrado a tener luz siempre, día y noche...!
Pero hoy me quedo con la imagen de la sal.
A ver si mejoramos nuestra "cocina" y hacemos que nuestro mundo tenga sabor y sabor a Dios, a su estilo, a su manera. A la de Jesús de Nazaret.

Se acerca vuestra liberación

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