13 de febrero - 6º domingo Ciclo A
Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.
Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".
Ahí está la diferencia. Es la manera y estilo de Jesús. Lo que le preocupa, lo que centra su vida y manera de hacer, no es el cumplimiento de la Ley, sino el Reino de Dios.
Y es que a fuerza de insistir en los mandamientos de la ley de Dios y los mandamientos de la iglesia, hemos dejado de lado esa pasión por el Reino, por su justicia, por el estilo de Dios.
Ser y comportarnos como hermanos, estar pendientes de los más débiles, de los desfavorecidos, de los ignorados y abandonados, de toda esa humanidad que sobrevive en medio de hambres y miserias...
Hoy se celebra la Campaña de Manos Unidas (es la campaña contra el hambre en el mundo). Ahí tenemos la humanidad que lleva en sus carnes la imagen desfigurada de Dios, nuestro padre, que desea, que quiere, que nos pide, un mundo más humano, más digno, más fraterno.
Si el domingo pasado Jesús nos decía de ser "la sal de la tierra", hoy nos pide esa manera nueva de enfocar nuestra vida: Hacer nuestro mundo más humano. No según las leyes y mandamientos, sino a su estilo. Y tiene que pesarme más toda esa humanidad dejada y abandonada que los detalles de tantos mandamientos...
Sí, ya sabemos aquello de: "Habéis oído que se dijo... pero yo os digo". Algo de eso nos dice a nosotros. Por eso, si no somos mejores que los escribas y fariseos... no entraremos en el Reino de Dios. Cito a José Ant. Pagola de nuevo:
Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.
Sólo cuando vivimos con esa pasión y centrados en la justicia y fraternidad va apareciendo la imagen de Dios en nosotros y nos encaminamos hacia esa nueva humanidad.
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