domingo, 16 de enero de 2011

Testimonio


16 de enero 2011 - 2º domingo ciclo A
"Y yo lo he visto, y he dado testimonio..."

Comentaba hace unos días que, muy a menudo, leemos el evangelio como algo acabado, como si se tratara de un libro de historia... Y nos equivocamos. Lo convertimos en ídolo, lo adoramos y veneramos... quedándonos en la cáscara de lo esencial.
Mateo, Pedro, Juan, Andrés y todos los demás encontraron a Jesús de Nazaret, convivieron con él, le escucharon y quedaron impactados por su estilo de vida, por su manera de hacer y de pensar, por su actitud, por esa motivación que llenaba su vida totalmente. Y eso les conmovió toda su vida. Cambiaron. Lo que diríamos ahora: su escala de valores dio un vuelco total.
Más tarde, algunos quisieron escribir y transmitir lo que ellos sintieron, su interpretación, cómo entendían ellos el mensaje y estilo de Jesús.

Hace tiempo leí el libro de John D. Crossan - "El Jesús de la historia" en el que decía: "Las palabras de los evangelios no son una lista que se lea y punto. Tampoco son un sermón que se predica. Son una partitura que debe ser tocada, un programa que debe ponerse en práctica"...
Y a partir de ahí entiendo que, efectivamente, cada uno de nosotros debe interpretar esa partitura, esa música...
¿Seré capaz de tocar esa música, de bailarla?
Me viene a la cabeza la pregunta de Jesús a aquellos hombres y mujeres: "-Y vosotros quién decís que soy yo?"
Porque lo importante, iba a decir con perdón de los doctores de la iglesia, no es lo que dicen los escritos de los evangelio; sino lo que yo entiendo de ese mensaje, si me compromete, si afecta mi vida, si me cambia en algo.
Por eso, la escena del evangelio de hoy en la que Juan el Bautista da testimonio de Jesús de Nazaret, sólo me sirve como referencia de personas que sintieron eso que se pone en boca de Juan. Juan, en su evangelio, o Mateo o Lucas o Marcos... recogiendo el sentir de aquellos hermanos y hermanas de la primera generación de discípulos y seguidores de Jesús me ofrecen su fe, su convicción y cómo afectó sus vidas.
Ahora debo ser yo el que da testimonio.
Claro, lo primero que tengo que hacer es escuchar el mensaje de Jesús, poner atención, abrir mi vida y mi corazón a ese estilo de vida... y a medida que vaya transformando mi vida surgirá mi testimonio. Y Jesús, quién es para mí?
Si continúo utilizando frases hechas, testimonios de otras personas surgidas en tiempos y cultura muy alejados de nosotros, tengo el peligro de no comprender el propio mensaje de Jesús y vaciar de contenido el evangelio mismo.
Ésa es una invitación que me hago a mí mismo. Buscar, ante todo, el reino de Dios. Vivir lo mejor que pueda al estilo de Jesús de Nazaret.

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