
Es incalculable la cantidad de escritos, artículos, libros, blogs (sin contar los periódicos y revistas)... de modo que me da pereza añadir más párrafos a esa larga historia.
Ya es Navidad en la isla de Alborán. No han sido los ángeles quienes me han dado la buena noticia, lo he leído esta mañana en las ediciones digitales de todos los periódicos: ayer domingo, una María negra dio a luz una preciosa niña en la embarcación con la que cruzaba “ilegalmente” el Estrecho.
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¿A qué esperamos para salir corriendo a Alborán y poner a los pies de la niña el requesón, la manteca y el vino de nuestras rebosantes despensas? ¿A qué esperan los políticos y sabios para ir a ofrecerle el oro, el incienso y la mirra de un futuro lleno de posibilidades? ¿Vamos a dejar que, dos mil años después, la sombra de una cruz se proyecte sobre el porvenir de esa niña? En cada crío que nace se juega la salvación compartida de un futuro mejor para todos, empezando por los últimos. Alegrémonos con los pastores porque ya es Navidad en Alborán.
Me impresionó leer este comentario.
José Antonio Pagola insistía en el "Dios con nosotros". Y me parece entender que no me puedo quedar con la imagen del niño Jesús, llamarle Emmanuel, cantarle, adorarle y sentir toda clase de ternuras por él. La pista es que Dios está siempre con nosotros. Que Dios nos envuelve, nos rodea, nos tiene como dentro de El, aunque se muestra, sobre todo, en gentes como los marginados, los emigrantes, los desfavorecidos, los ancianos, los abandonados. Y nuestros pasos se deben encaminar hacia esos portales de belén. Ésa es la gloria del Altísimo y su deseo de paz a todos los hombres de buena voluntad.
Nuestra Navidad, un camino hacia esos portales de belén. Y la paz llegará a nosotros.
Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.
Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.
Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.
Hoy, me quedo con este mensaje. Nuestra cercanía a los más desfavorecidos, estar cerca de
los más necesitados hará que llegue la Buena Noticia a los pobres. Será la Navidad.
...Ya no merezco llamarme hijo tuyo 30 de marzo 2025 He aquí un texto que sólo necesita un gran silencio y nuestra reflexión. Demasiado a me...