19 de diciembre de 2010 - 4º domingo de Adviento
Ya es Navidad en la isla de Alborán. No han sido los ángeles quienes me han dado la buena noticia, lo he leído esta mañana en las ediciones digitales de todos los periódicos: ayer domingo, una María negra dio a luz una preciosa niña en la embarcación con la que cruzaba “ilegalmente” el Estrecho.
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¿A qué esperamos para salir corriendo a Alborán y poner a los pies de la niña el requesón, la manteca y el vino de nuestras rebosantes despensas? ¿A qué esperan los políticos y sabios para ir a ofrecerle el oro, el incienso y la mirra de un futuro lleno de posibilidades? ¿Vamos a dejar que, dos mil años después, la sombra de una cruz se proyecte sobre el porvenir de esa niña? En cada crío que nace se juega la salvación compartida de un futuro mejor para todos, empezando por los últimos. Alegrémonos con los pastores porque ya es Navidad en Alborán.
Me impresionó leer este comentario.
José Antonio Pagola insistía en el "Dios con nosotros". Y me parece entender que no me puedo quedar con la imagen del niño Jesús, llamarle Emmanuel, cantarle, adorarle y sentir toda clase de ternuras por él. La pista es que Dios está siempre con nosotros. Que Dios nos envuelve, nos rodea, nos tiene como dentro de El, aunque se muestra, sobre todo, en gentes como los marginados, los emigrantes, los desfavorecidos, los ancianos, los abandonados. Y nuestros pasos se deben encaminar hacia esos portales de belén. Ésa es la gloria del Altísimo y su deseo de paz a todos los hombres de buena voluntad.
Nuestra Navidad, un camino hacia esos portales de belén. Y la paz llegará a nosotros.
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