Al final de este capítulo del evangelio de Juan aparece algo que no siempre tenemos en cuenta. El mensaje de Jesús de Nazaret no era nada fácil. Nos quedamos encantados con las parábolas, con los milagros o signos, las curaciones e incluso con alguno de los "discursos" que los evangelios ponen en boca de Jesús. El texto que escuchamos este fin de semana nos señala la reacción de "muchos discípulos" que, al oírlo dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?» Y dice el evangelio que "desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él..."
Todo el capítulo 6 del evangelio de Juan nos va adentrando poco a poco en la profundidad del mensaje de Jesús.
Hace unos domingos iniciamos el capítulo con la multiplicación de los panes y los peces. Y al ver el signo, decían: Éste es el profeta que tenía que venir... Y querían proclamarlo rey.
Luego, cuando le buscan porque comieron hasta hartarse, Jesús les hace ver que lo que importa no es trabajar por la comida que se acaba, sino por la que da vida eterna. Y les dice que el pan que Dios os da es el que da vida. Entonces le dicen: Danos ese pan. Y su respuesta es: Yo soy ese pan. Quien viene a mí nunca tendrá hambre. Quien cree en mí nunca tendrá sed.
Y ahí todo empieza a cambiar. Aunque son expresiones que estamos acostumbrados a escuchar, queda pendiente en cada uno de nosotros el ver y constatar hasta qué punto nos identificamos con él, con su manera de vivir, con lo que es el objetivo y valor número uno en su vida...
Aquellos hombres criticaban a Jesús por decir: Yo soy el pan bajado del cielo... -¿No es éste el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?... Como comenta Fray Marcos: "El mayor obstáculo para acercarse a Jesús es creer que le conocemos. Si es hijo de José y María, (pensaban ellos) no puede ser hijo de Dios. Y nosotros hemos caído en el mismo ridículo; no puede ser ser hijo de José porque es hijo de Dios..."
La Vida verdadera necesita su alimento. Ese alimento es Jesús mismo, pero sólo en la medida que hace presente a Dios en él. Dios es el protagonista. Y el texto de Juan va a utilizar todas esas expresiones: Jesús es el pan de vida; Jesús nos da su carne y su sangre y si no la comemos y bebemos no tendremos vida en nosotros...
Siguiendo el comentario de Fray Marcos: -"Carne", para los judíos era todo el hombre, pero desde el aspecto más bajo que le mantiene pegado a la materia. Es la afirmación más rotunda sobre la encarnación.
Para ellos, Dios trascendente era lo contrario a cualquier limitación. Juan quiere hacernos ver que Dios se manifiesta en la carne. Fuera de la carne será imposible encontrarle..."
Luego afirma eso de comer su carne y beber su sangre... Y creo que, también nosotros seguimos teniendo la misma dificultad que encontraron aquellas gentes: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Nuestro conocimiento y manera de entender las cosas de la religión, nuestro cristianismo, hace que hablemos en la eucaristía del cuerpo de Cristo y no de la persona de Jesús... "Porque se trata, precisamente, -como comenta Fray Marcos- de la necesidad de identificarnos con su persona, con el hombre que hizo suya la misma Vida de Dios que ahora quiere transmitir a todos los que le coman y asimilen..."
Y así llegamos a la decepción y abandono de muchos de sus seguidores: - «Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?» Y ahí está la pregunta personal: -«¿También vosotros queréis marcharos?»
Y la respuesta de Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Me quedo con el comentario que hace Fray Marcos: "Para nosotros lo importante es descubrir cómo llegó Pedro a esa conclusión, porque la respuesta de otra persona no me sirve de nada".
-¿Cómo veo yo a Jesús de Nazaret? ¿Quién es para mí? ¿Me identifico con él? Y recuerdo en estos momentos lo de la vid y los sarmientos. La necesidad de estar unidos (identificarnos con) para tener verdadera vida y dar fruto.
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