15 de Marzo de 2020
Seguimos en Cuaresma y continuamos con la presencia y restricciones del "Coronavirus"... Siempre con una sed que no sabemos saciar. Andamos como la samaritana que va a buscar agua al pozo de Jacob. El afán que ponemos en nuestra vida (dirigidos por el ambiente, por las modas, por lo que se dice, por la comodidad y por la sed constante que nos provoca el consumo y la acumulación de bienes), el esfuerzo y trabajo que nos damos en la búsqueda de algo que sacie nuestra sed, me hace pensar que, al igual que esa mujer de Samaría, llevamos dentro de nosotros un ansia que está por encima de todo lo que este mundo y esta sociedad nos puede ofrecer.
Fray Marcos nos ayuda a centrarnos en el mensaje que el evangelio nos ofrece: "Hoy y los dos próximos domingos vamos a leer evangelios de Juan: La Samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro. El “yo soy” característico de Jn, se repite en los tres: yo soy agua viva, yo soy luz, yo soy vida. Todo son símbolos que quiere trasmitirnos la teología más avanzada de todo el NT. El relato de hoy es una catequesis, que invita al seguimiento de Jesús como dador de Vida. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios..."
A partir de ahí, me pregunto si no estaremos nosotros repitiendo el papel de la mujer samaritana... Tenemos el pozo y el cubo. Nosotros podemos sacar agua, nosotros sabemos y creemos que podemos predicar y ofrecer un agua especial... porque tenemos y estamos en la Iglesia.
En cambio, esa voz (el mismo Jesús de Nazaret) nos dice: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» ¿De qué habla? ¿Qué es ese don de Dios? Nos apunta que ese don es agua viva, agua que puede saciar toda la sed que puede sentir el ser humano...
A tener en cuenta que en ningún momento del diálogo apunta al cumplimiento de la Ley, a los ritos del Templo, a la práctica religiosa... Es algo distinto. "Se acerca la hora en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad..." Decir que Dios es espíritu (para la mentalidad semita y judía) tiene una gama amplia de significados. "Significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, Vida para todos los hombres. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre...", como comenta Fray Marcos.
Agua Viva, Vida para todos los hombres, Compasión y ternura hacia los que más lo necesitan, Atención y Acogida a los que buscan y rebuscan en el pozo de la vida cosas y cosas que puedan calmar su sed de una vida distinta... Intentar conectar con esa Fuente de Agua Viva que nos lleve hasta esa vida para siempre que es la vida de Dios mismo...
Reflexionando sobre el evangelio de este fin de semana, me ha hecho pensar mucho los comentarios de José Antonio Pagola: "Algo no va bien en nuestra Iglesia si las personas más solas y maltratadas no se sienten escuchadas y acogidas por los que decimos seguir a Jesús. ¿Cómo vamos a introducir en el mundo su evangelio sin «sentarnos» a escuchar el sufrimiento, la desesperanza o la soledad de las personas?... Algo no va bien en nuestra Iglesia si la gente nos ve casi siempre como representantes de la ley y la moral, y no como profetas de la misericordia de Dios..."
Ante el Coronavirus, ante la riada de inmigrantes que cruza el Mediterráneo, ante los pueblos que mueren de hambre, de malaria, de ébola, dengue o tantas otras miserias y enfermedades, ¿qué anuncia y sugiere nuestra comunidad cristiana? ¿Hemos llegado a probar nosotros mismos el agua viva, esa que nos encamina a la vida de Dios? O, tal vez, sigo dando sorbos del agua de siempre, la de nuestro pozo o de nuestro grifo...
Texto del evangelio de Juan (4,5-42)
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