9 de Febrero de 2020
Este fin de semana el texto que leemos y escuchamos, tomado del evangelio de Mateo, nos ofrece dos comparaciones que debían ser muy habituales en Jesús de Nazaret: "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo..."
Las hemos escuchado miles de veces y, a pesar de ello, creo que no siempre hemos sido capaces de entenderlas.
Como comenta Fray Marcos: "El mensaje de hoy es simplicísimo, con tal que demos por supuesta una realidad que es de lo más complicada. Efectivamente, todo el que ha alcanzado la iluminación, ilumina. Si una vela está encendida, necesariamente tiene que iluminar. Si echas sal a un alimento, necesariamente quedará salado..."
Pero qué puede significar al aplicarlo a una persona, a los seguidores de Jesús de Nazaret?
Como escribe Gonzalo Haya: "La interpretación de los textos del evangelio debe anclarse en el mensaje central sin desviar la interpretación a otros aspectos secundarios..."
Cualquiera que anda en la cocina entenderá perfectamente la comparación con la sal. Cuando preparamos la comida, la sal por sí misma no nos sirve, sólo es útil cuando acompaña a los alimentos. Y la sal para salar, tiene que deshacerse, disolverse, dejar de ser lo que era... Y, cuando Jesús comparaba a sus seguidores con la luz, hablaba de lámparas de aceite o de cera... Producen luz, pero el aceite o la cera se consumen.
Ahí está la profundidad del mensaje. Tenemos que ser portadores de la Buena Noticia del reino de Dios; pero tenemos que ser como la sal o como la lámpara que da luz...
Fray Marcos cierra el comentario diciendo: "Resulta que Mi existencia solo tendrá sentido en la medida que me consuma en beneficio de los demás... Y tenemos que recordar que: "La sal actúa desde el anonimato, ni se ve ni se aprecia. Si un alimento tiene la cantidad precisa, pasa desapercibida, nadie se acuerda de la sal... Lo que importa no es la sal, sino la comida sazonada..."
Quizás, en nuestro afán por ser portadores de la "buena noticia" al mundo, nos hemos aplicado y creído ser la sal y la luz como centro de todas las miradas dándonos una importancia mal entendida.
En otra ocasión Jesús volvió a pensar en la cocina de su madre: en la levadura para hacer el pan... Y todo el mundo sabe que a la levadura le ocurre lo que a la sal: si no se deshace dentro de la masa, no sirve de nada.
¿Cómo tiene que ser la comunidad cristiana? ¿Cómo tengo que ser yo mismo? Vivir y comportarme como la sal que se deshace dentro de la comida, como la vela de cera o como la lámpara de aceite que se va consumiendo... para que mi mundo, mi sociedad, mi entorno, tenga ese nuevo sabor de fraternidad, de justicia solidaria, de compasión y ternura hacia los últimos... Porque es esa masa, ese mundo, esa gente la que importa.
Todavía un comentario más de Fray Marcos: Jesús dice -"Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos». La única manera eficaz para trasmitir el mensaje son las obras... Evangelizar no es proponer una doctrina muy elaborada y convincente. No es obligar a los demás a aceptar nuestra propia ideología o manera de entender la realidad. Se trataría más bien, de ayudarle a descubrir su propio camino desde los condicionamientos personales en los que vive..."
Porque cada uno de nosotros está invitado a unirse al proyecto de Jesús de Nazaret. No a creer y aceptar ciertas verdades o dogmas, sino a vivir a la manera de Jesús, a la manera de ese Dios que proclamamos: padre de todos.
Texto del evangelio de Mateo (5,13-16)
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