sábado, 10 de agosto de 2019

Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón

11 de Agosto de 2019
El texto que escuchamos en la eucaristía de este fin de semana, tomado del evangelio de Lucas, es todo un conjunto de recomendaciones para todas aquellas personas que quieren seguir tras las huellas de Jesús de Nazaret. Creo que la mayoría de ellas las conocemos de memoria:
"No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón..."
Esas palabras van dirigidas a cada uno de nosotros, a todas aquellas personas que se dicen cristianas, seguidoras de Jesús. Por eso, en estos momentos me pregunto yo: -¿Dónde está mi corazón? ¿Qué es lo que más quiero, cuál es mi tesoro?
Mi salud? Mi trabajo? Mi familia? Mis bienes? Incluso mis aficiones...?
A medida que nos hacemos mayores, van cambiando también nuestras respuestas. Hubo un tiempo en que el trabajo era lo más importante, nuestro tesoro. También hubo tiempos en que la familia era lo más... El vigor de nuestro cuerpo nos permitía gozar y competir y el deporte podía ser nuestra aspiración. A partir de cierta edad parece que es el cuerpo el que nos va marcando las pautas: achaques, debilidades, enfermedades... y nuestro tema de conversación más frecuente tiende a ser el de la salud (nuestra y vuestra salud)... 
Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Y Jesús se dirige a sus seguidores..., a nosotros, tengamos la edad que tengamos. Y nos dice que Dios, nuestro padre, nos ha hecho el regalo del "reino", de la buena noticia...
Me gusta el comentario que hace José Antonio Pagola: "Él les ha confiado su proyecto del reino. Es su gran regalo. Lo mejor que tenemos en nuestras comunidades: la tarea de hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar la historia hacia su salvación definitiva..."
Y para eso, para vivir convencido y confiado en el proyecto de Jesús de Nazaret, no es necesaria una edad determinada: niños o ancianos, jóvenes o adultos, hombres o mujeres: Hacer la vida más humana...
Es cierto que, en estos tiempos, las personas que nos reunimos en la eucaristía no somos una multitud, ni somos famosos, ni tenemos el poder o la riqueza de nuestra sociedad... Me encanta la reflexión que nos regala Pagola: "Jesús mira con ternura inmensa a su pequeño grupo de seguidores. Son pocos. Tienen vocación de minoría. No han de pensar en grandezas. Así los imagina Jesús siempre: como un poco de «levadura» oculto en la masa, una pequeña «luz» en medio de la oscuridad, un puñado de «sal» para poner sabor a la vida..." 
Somos lo que somos. Ahora y al principio de la Iglesia. Aquellas primeras comunidades, al igual que ahora, tenían conciencia de ser una minoría de verdad: Levadura, luz, sal... son ejemplos que todos entendían muy bien. Creo que a eso hemos sido llamados y que esa aspiración y objetivo tiene que ser nuestro gran tesoro y donde pongamos todo nuestro corazón.
Texto del evangelio de Lucas (12,32-48)

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