sábado, 27 de abril de 2019

Para que tengáis vida en su nombre

28 de Abril de 2019

El texto del evangelio de Juan nos ofrece algo parecido a la vivencia que fueron haciendo aquellas primeras comunidades de seguidores de Jesús de Nazaret.
¿Cómo fue el paso de aquellos hombres y mujeres del fracaso, pasión y muerte del Maestro a la nueva vida de la resurrección? ¿Del miedo y encerrarse en casa, a la proclamación de la nueva vida de Jesús de Nazaret?
Nosotros hemos escuchado muchísimas veces los relatos de las apariciones de Jesús y, quizás, a lo largo de nuestra vida hemos ido asumiendo lo "milagroso", lo estupendo que es tener en nuestra iglesia a alguien que "ha salido del sepulcro", ha vencido al dolor y a la muerte... Y, además, que tenemos la promesa de que "también nosotros resucitaremos..."
A partir de ahí, ya podíamos caminar por la vida con la cabeza alta, con una confianza y seguridad que las otras religiones no tienen...
Pero, es realmente así? Todo eso de la "resurrección" se reduce a salir del sepulcro, a revivir y volver a tener nuestro propio cuerpo?
Respetando los escritos y el saber de los doctores de la Iglesia, creo que pensar de esa manera es un error. Hablar de la resurrección y de las apariciones de Jesús, no quiere decir nada de eso. Jesús de Nazaret proclamó entonces, y lo tienen que hacer sus seguidores, una vida nueva, un cambio en nuestro modo de actuar y de ser, una conversión que hiciera nuestro mundo más humano, más compasivo, más parecido a Dios nuestro padre. Y esa vida nueva es el comienzo de nuestra "resurrección", porque el reino de Dios ya está dentro de nosotros. Es como si dijéramos que cada uno, cada persona, lleva dentro la semilla del reino, de la humanidad nueva y cuando ponemos nuestra vida en sintonía con la Buena Noticia del reino esa vida nueva nos hace resucitar y nos da nuevos ojos para ver a las personas al modo de Dios, nueva sensibilidad que nos permiten tocar las llagas y la herida del costado...en la humanidad dolorida y crucificada. Y entendemos entonces que esa vida de "resucitados" va mucho más allá de la muerte y del supulcro, que Dios se hace presente y nuestra vida salta todas las barreras y limitaciones que el cuerpo y nuestro mundo actual nos presentan. Comenzamos a comulgar con la Vida (que alcanza a toda criatura), con el Amor (principio del que venimos y final al que nos dirigimos) y nos damos cuenta de Dios está en nosotros y nosotros formamos parte de Dios mismo. 
Y así, siguiendo sus huellas sentiremos que tenemos vida, vida en su nombre.
Texto del evangelio de Juan (20,19-31)

sábado, 20 de abril de 2019

La Pascua

21 de abril de 2019

Resultado de imagen de pascua de resurrecciónCelebramos la Pascua. A lo largo de la Cuaresma hemos reflexionado de manera especial el mensaje de Jesús de Nazaret. Como seguidores del Maestro nos hemos cuestionado si realmente andamos tras sus huellas, si seguimos sus pasos, si vivimos a su estilo.
Este semana, con sus oficios, rezos, procesiones y todo tipo de celebraciones, intentamos acercarnos un poco más a Jesús para ver si captamos el mensaje que nos quiso transmitir siendo fiel hasta el extremo, hasta ese final tan terrible de la muerte en cruz.
Nosotros somos cristianos viejos. Conocemos de memoria la pasión del Señor y sabemos también las narraciones de la resurrección y de sus apariciones a los discípulos... Y me pregunto ¿qué significa para mí todo eso? ¿Afecta a mi vida?
Me temo que la pasión y muerte en cruz, al igual que la resurrección, se haya quedado en mera información: anécdotas de la vida y milagros de Jesús de Nazaret. Además, los sermones y comentarios que hemos escuchado en las iglesias nos hablan más de la grandeza y del poder de Dios al resucitarlo que no del compromiso que tiene que suponer para cada seguidor del Maestro.

La Buena Noticia que Jesús proclamó y trató de llevar a aquella gente y a aquellos pueblos de Galilea era algo que llenaba toda su vida. Y les hablaba de cómo era Dios, de lo que importaba de verdad, de lo que esperaba de cada uno... Y les gritaba que había que cambiar: que la persona (hombre, mujer, niño, niña, extranjero) era más importante que la celebración del sábado. Que Dios se fijaba en los más pequeños y marginados...
Y eso no les gustó a los dirigentes religiosos (los curas y obispos de su religión) y decidieron que tenía que morir.
Y Jesús lo veía y lo sentía. Querían matarlo... Pero él siguió adelante. Su fidelidad al mensaje de Dios.

Ahora, si nosotros no captamos el mensaje de Jesús de Nazaret, seremos como tantas otras personas que también le vieron y le escucharon; pero ni hicieron caso de su mensaje ni cambiaron su vida.

Vivir la Pascua, entiendo que es rehacer el camino de Jesús: Seguimos sus huellas, hacemos nuestro su mensaje e intentamos hacerlo realidad en nuestra vida... Seguro que también nosotros pasaremos de la muerte a la vida, del egoísmo y vivir centrados en nuestras cosas a mirar y acoger con ternura y compasión a las personas que nos rodean comenzando por los más marginados.
Y ese compromiso puede que nos lleve también a nosotros a situaciones de dolor y sufrimiento caminando hacia una humanidad más parecida a nuestro padre Dios.

Texto del evangelio de Juan (20,1-9)

sábado, 13 de abril de 2019

El dolor y la muerte

14 de Abril de 2019

Resultado de imagen de cristo en la cruz (zurbarán)Inma Calvo nos ofrece esta presentación: "Este Domingo de Ramos leeremos el relato de la pasión según Lucas, con su especial punto de vista desde la misericordia. Narrar las últimas horas de Jesús antes de su muerte fue una necesidad para los primeros cristianos, que tenían que dar respuesta al tremendo varapalo que sufrieron: realmente ¿fue un fracaso la pasión y muerte del Maestro? ¿O más bien una lección de cómo se puede vivir con coherencia hasta las últimas consecuencias?..."
Así comenzamos la Semana Santa con una infinidad de versiones y vivencias. Las procesiones, las cofradías, los oficios religiosos, los via-crucis y horas-santas... Y también los muchos que han planificado sus vacaciones a la playa o a la montaña; los que se van a disfrutar de la tranquilidad del pueblo... O simplemente los que se quedan en casa y se enganchan a los numerosos canales de televisión...
¿Qué significa para mi? ¿Qué celebro (si es que celebro algo)? ¿La pasión y la muerte? ¿El dolor, la angustia, el sufrimiento? Sí, creo que las imágenes que hemos visto a lo largo de nuestra vida, de nuestra cultura religiosa, es eso: La pasión y la muerte de Jesús de Nazaret. Las pinturas, las esculturas, todo tipo de representaciones guiadas por las predicaciones de una iglesia de más de dos mil años de tradición nos han llevado a celebrar el final terrible de alguien que proclamaba una gran noticia, nada menos que el reino de Dios...
A aquellas personas que le seguían y confiaban en él y en su proyecto se les hizo tan difícil de asumir que fue necesaria una conversión total, un ver las cosas desde el punto de vista de ese Jesús de Nazaret que vivió centrado totalmente en la "voluntad de Dios", nuestro Padre. Y digo que, quizás, la tradición de la iglesia (y todos nosotros) ha preferido la explicación de que "tenía que ser así", que fue la voluntad de Dios que Cristo muriera por todos nosotros para salvarnos y entonces se hace necesaria la adoración de la cruz y toda la exaltación que ya el mismo San Pablo propone. Aquello de que "Cristo, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo... y se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz..." 
Durante todos estos siglos ha parecido una explicación que llenaba de fe y esperanza a todos los seguidores de Jesús de Nazaret: Cristo murió por salvarnos; su pasión y su muerte en la cruz nos han salvado y limpiado nuestros pecados... ¿Qué más podíamos pedir? Pero es realmente así?
Me parece mucho más serio y comprometedor lo que comenta Fray Marcos: "Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. Fue el pecado del mundo, el poder y el afán de someter a los demás, lo que hizo inaceptable el mensaje de Jesús. Lo que Dios esperaba de Jesús fue su fidelidad, es decir, que una vez que tuvo experiencia de lo que Dios era, no dejara de manifestarlo a cualquier precio. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Una vez que vivió como vivió, era lógico que lo eliminaran..." 
Entonces, celebrar la Semana Santa, reflexionar sobre la Pasión, incluso participar en las procesiones, tiene que ser un asumir el proyecto de Jesús de Nazaret y vivirlo con las consecuencias que tenga. Eso supone asumir su modo de vivir  y hacer realidad que la persona es más importante que las leyes mismas; que las personas marginadas, las sin papeles, las que apenas si pueden sobrevivir..., todas ellas van por delante de la acumulación de poder y riqueza que vemos en nuestra sociedad. Y asumir que Dios anda, sobre todo, entre esa gente.
"Dios no está solamente en la resurrección, -añade Fray Marcosestá siempre en el hombre mortal, también en el dolor y en la muerte. Si no sabemos encontrarlo ahí, seguiremos pensando como los hombres, no como Dios. Es una lección que no acabamos de aprender. Seguimos asociando el amor de Dios con todo lo placentero, lo agradable, lo que me satisface. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a castigo de Dios, es decir a ausencia de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo también en el dolor y la limitación..."
Texto del evangelio de Lucas (22,14–23,56)

domingo, 7 de abril de 2019

La primera piedra

7 de Abril de 2019

Seguimos con las lecturas y las reflexiones del tiempo de Cuaresma. El domingo pasado se nos proponía la lectura del "hijo pródigo". Hoy hemos escuchado el texto de la "mujer adúltera"... "La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. ¿Tú,qué dices?"
Jesús de Nazaret qué debería decir? Es la Ley de Moisés...
Sí, claro. Es la Ley de Moisés... Pues el que esté sin pecado, que le tire la primera piedra...
Y termina diciéndole: Ninguno te ha condenado?... Yo tampoco te condeno. Anda y en adelante no peques más.

Es un texto que todos conocemos y también recordamos más o menos los comentarios que nos han hecho: el perdón de Dios, su misericordia, el arrepentimiento, la confesión y la preparación para la Pascua...

Cuando reflexiono sobre el texto de este evangelio, me alegra saber que Dios me perdona, que no me condena y me da ánimos para seguir adelante; pero quizás no acabo de entender que el cambio que nos propone Jesús de Nazaret va mucho más allá. Es la conversión de mi mente y de mi corazón. No la confesión, como sacramento, que me permite lavar regularmente mi conciencia como si fuera una lavadora.

Fray Marcos ofrece este comentario: "Es incomprensible e inaceptable que después de veinte siglos, siga habiendo cristianos que se identifiquen con la postura de los fariseos. Sigue habiendo “buenos cristianos” que ponen el cumplimiento de la “Ley” por encima de las personas. La base y fundamento del mensaje de Jesús es precisamente que, para el Dios de Jesús, el valor primero es la persona de carne y hueso, no la institución ni la “Ley”...

Tal vez porque hemos recibido una educación de "cumplir los mandamientos", tendemos a seguir valorando más la Ley, lo que está mandado, por encima de la persona (sin distinción de raza, sexo, religión o pensamiento)... Nos llegamos a sentir molestos como el hermano mayor del "hijo pródigo". Y no nos termina de convencer la facilidad con la que perdona a "esa mujer"... La Ley y toda la casuística de cuándo perdonar y cuándo no...

Entiendo que voy a necesitar muchas horas de reflexión, de meditación y de ejercicio hasta que mis ojos sepan ver, ante todo, a la persona de carne y hueso en la que Dios mismo se hace presente y que me hace comprender que mis pecados son siempre pecados contra los hermanos...

Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra
Texto del evangelio de Juan (8,1-11)

Se acerca vuestra liberación

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