En la eucaristía de hoy hemos recordado y celebrado la "Ascensión del Señor". A lo largo de tantos años he escuchado y leído el relato que nos traen los evangelios (parecido en unos y otros) y era una celebración más con sus detalles de "esperanza" para los que todavía caminamos por estos caminos de la tierra y de alegría porque nos daba una certeza a la que agarrarnos y a la que contábamos alcanzar.
Ahora, a medida que intento reflexionar y hacer mío el mensaje de la buena noticia del evangelio, siento que cada paso que doy me remite al comienzo, a ese primer anuncio que ponen los evangelios en boca de Jesús de Nazaret: "Os traigo una buena noticia: el reino de Dios está cerca... Convertíos, cambiad. Ya está en medio de vosotros..."
Entiendo bien lo que comenta Inma Calvo en la introducción de ecleSALIA.net: "La fiesta de la Ascensión parece que nos encuentra mirando con perplejidad al cielo y oímos la voz que nos dice: “¿Qué hacéis ahí parados…?” “Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad.” La fe en el mensaje de Jesús es el antídoto contra la parálisis que nos producen las malas noticias y el desánimo..."
Y es así como voy entendiendo que muchos de los que nos llamamos "cristianos" o seguidores de Jesús de Nazaret nos hemos contentado con los recuerdos, celebraciones, fiestas y toda clase de ritos olvidando lo esencial... Como si nos hubiéramos quedado, efectivamente, "parados mirando al cielo..." esperando que llegue nuestra incorporación a la resurrección y ascensión del Señor.
Fray Marcos lo comenta así: "El fin del periplo humano de Jesús da paso al comienzo de la nueva comunidad. Podemos considerar la Ascensión como el final de una etapa en la que los discípulos tuvieron una experiencia singular y única de un Jesús vivo. Sería el momento en que los primeros cristianos dejan de estar pasmados y empiezan la tarea de llevar esa experiencia a todos los hombres. Dejan de mirar hacia el cielo y comienzan a mirar a la tierra..."
Tanto nos han predicado sobre la vida eterna, la salvación, la redención de los pecados y todo lo que requiere (sacramentos, devociones, plegarias y oraciones) que lo de la buena noticia se nos quedó como olvidada. José A. Pagola lo percibe así: "Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos..."
Creo, como bien insiste Pagola, que lo que tenemos que hacer es volver a empezar. Retomar el evangelio, la buena noticia de Jesús de Nazaret y hacerla nuestra, de cada uno, de manera que lo más importante en nuestra vida sea ese "cambio" y creer de verdad en el reino de Dios, ese mundo nuevo que nos hace a todas las personas "hermanos" con un gran sentido de solidaridad y compasión. Que tengamos claro que el proyecto de Jesús no acepta más señor que a Dios (vivo y presente en el hermano, en especial en los más débiles y marginados). Que eso es lo único importante. Y queremos hacerlo como comunidad, como grupo, como pueblo. Nos juntamos, oramos juntos, hacemos la fracción del pan reviviendo el camino de Jesús e intentamos que nuestro entorno sea más humano, más lleno de amor y atención.
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