Domingo 20 de mayo de 2018
Al celebrar la fiesta de Pentecostés, como hemos escuchado tantas veces, abundan las oraciones y plegarias pidiendo el "Espíritu Santo" y sus "siete dones"... Algo así como esperar que, también sobre nosotros, baje el Espíritu en forma de llamas de fuego. Por otra parte, el lenguaje que se suele emplear nos lleva a pensar y creer en esa tercera "persona" de la Trinidad como un "dios" diferente y con tareas y cometidos diferentes...
Ahora, en mi deseo de ahondar en el camino de Jesús de Nazaret, todo esto me crea confusión. Tengo que echar mano de los escritos de personas entendidas y profundamente entregadas al mensaje de Jesús. Y no es que crea que toda esa doctrina y todos esos rezos y oraciones sean cosas del pasado y que no valen para nada. No. Supongo que cada persona va haciendo su camino y encuentra ayuda en todo lo tradicional de la iglesia.
Sin embargo, me parece mucho más verdadero y comprometido tratar de seguir a Jesús en su propio estilo: Jesús nos habla de la buena noticia del Reino de Dios y nos da su modo de relacionarse con Él. Dios es papá-mamá, lleno de una ternura y compasión difícil de imaginar. Jesús se mueve y actúa según el aliento y la fuerza de Dios (ese aliento, ese respirar de Dios es lo que llama "espíritu", como se decía en su lengua -ruah- ) y cuando dice eso de "recibid el espíritu santo", como dice en el evangelio de Juan, es su deseo de que nosotros lo sintamos y lo vivamos como él mismo.
Fray Marcos dice: "Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de crecer en el orden espiritual..."
Vivir al modo del evangelio es seguir las huellas de Jesús de Nazaret, su modo de actuar, su manera de relacionarse con las personas, su escala de valores y a medida que avanzamos podremos "respirar" con el aliento de Dios mismo. Cuanto más humanos somos, más aprendemos a ser solidarios, compasivos, entregados... Y cuanto más amamos, más nos parecemos a Dios mismo y nuestro aliento será el suyo. Un aliento santo, un respirar como él mismo. Juan en sus cartas nos transmite lo mejor que puede lo que escuchó al Maestro. "Dios es amor"... "El que no ama no ha conocido a Dios"... "El que ama ha nacido de Dios"... Entonces esa persona respira como Dios, tiene su aliento, su espíritu. Entonces no es que tenga que venir el "Espíritu Santo"... Es que cuando seguimos su estilo de vida, estamos dejando que Dios se manifieste en nuestras acciones.
Añado este párrafo del comentario de Fray Marcos: "La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una idea de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros... El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o nuestro espíritu..."
Vivir al modo del evangelio es seguir las huellas de Jesús de Nazaret, su modo de actuar, su manera de relacionarse con las personas, su escala de valores y a medida que avanzamos podremos "respirar" con el aliento de Dios mismo. Cuanto más humanos somos, más aprendemos a ser solidarios, compasivos, entregados... Y cuanto más amamos, más nos parecemos a Dios mismo y nuestro aliento será el suyo. Un aliento santo, un respirar como él mismo. Juan en sus cartas nos transmite lo mejor que puede lo que escuchó al Maestro. "Dios es amor"... "El que no ama no ha conocido a Dios"... "El que ama ha nacido de Dios"... Entonces esa persona respira como Dios, tiene su aliento, su espíritu. Entonces no es que tenga que venir el "Espíritu Santo"... Es que cuando seguimos su estilo de vida, estamos dejando que Dios se manifieste en nuestras acciones.
Añado este párrafo del comentario de Fray Marcos: "La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una idea de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros... El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o nuestro espíritu..."
Texto del evangelio de Juan (20,19-23)
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