Domingo 12 de noviembre de 2017
El reino de los cielos se parece a...
Una vez más escuchamos otra comparación que hace Jesús sobre ese proyecto que nos presenta: la Buena Noticia, ese modo de vivir y de hacer que nos acerque a la vida misma de Dios nuestro padre.
La parábola de las diez vírgenes que esperan la llegada del esposo. Como tarda en llegar, se quedan dormidas y se les apagan las lámparas. Unas llevaban aceite y las otras no...
Seguro que ya hemos escuchado muchos comentarios sobre la parábola.
Leyendo algunos (ref. "feadulta.com/es/) me ha gustado mucho el comentario de Fray Marcos: "¿Cuál es el aceite que arde en la lámpara? Si acertamos con la respuesta a esta pregunta, tenemos resuelto el significado de la parábola. En (Mt 7,24-27) se dice: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Y todo aquel que no las pone por obra, se parece al necio que edificó sobre arena. La luz, son las obras. El aceite que alimenta la llama, es el amor...
Así se entiende que las sensatas no compartan el aceite con las necias. No es egoísmo. Es que resulta imposible amar en nombre de otro...
Interpretar la parábola en el sentido de que debemos estar preparados para el día de la muerte, es tergiversar el evangelio. El esperar una venida futura de Jesús, es pura mitología que nos lleva a un callejón sin salida. La parábola no hace especial hincapié en el fin, sino en la inutilidad de una espera que no va acompañada de una actitud de amor y de servicio...
Creo que ahí está el sentido profundo de las parábolas de Jesús de Nazaret. El estilo que tenemos que ir dando a nuestra vida de manera que se haga realidad un mundo, una sociedad más solidaria, más compasiva, más justa.
Y creo que aquellos hombres y mujeres de las primeras comunidades de seguidores de Jesús lo tenían muy claro: "ponían todo en común y se reunían para la fracción del pan y la oración...". Juan insiste en sus cartas poniendo como centro de todo el amor: "A Dios nadie le ha visto. El que ama al hermano, ama a Dios..."
Es por eso que podríamos decir que nuestra religión es el hermano, los otros... Mi relación con ellos es la que marca la diferencia. Cuando mi vida se vea llena de atención a los demás (especialmente a los más desfavorecidos), que tenga los colores de la compasión, la ternura, la solidaridad... entonces podré pensar que mi lámpara está encendida, que tengo aceite suficiente (el amor) y que camino hacia nuestro Padre que es nuestro origen y raíz y que es "amor", como dice también Juan.
Texto del evangelio de Mateo (25, 1-13)
No hay comentarios:
Publicar un comentario