Domingo 19 de noviembre de 2017
Este domingo la lectura del evangelio de Mateo nos propone la parábola de los talentos.
Buscando cómo entender e interpretar las palabras de Jesús de Nazaret, me encuentro con el comentario de Imma Calvo (en "eclesalia.wordpress.com") que comienza así: "La interpretación de la parábola de los talentos en clave económica o psicológica no concuerda con lo que sabemos sobre Jesús. Enterrar el talento que hemos recibido sería más bien paralizarnos en el desarrollo de nuestro ser personal..."
Y cita y copia, a su vez, a Fray Marcos que comenta de esta manera: "En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia a realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más...
Quizás influidos por la sociedad en la que vivimos, siguiendo la corriente de lo que se hace y se dice en nuestro mundo, hemos valorado nuestra religiosidad y seguimiento de Jesús de Nazaret en clave a la "cantidad", al rendimiento, a los objetivos conseguidos: actos piadosos, oraciones, lecturas de libros de religión, limosnas, jaculatorias, novenas, rosarios... Con lo que parece que "nuestros talentos" los hemos hecho fructificar.
Y, tal vez, hemos dejado de lado hacer efectivo y real lo que es más esencial a la persona: nuestra capacidad de amar. Como bien dice Fray Marcos: El verdadero talento, lo que hace al hombre, a la mujer, más humanos.
Si lo entendemos así, todo nuestro esfuerzo (en cualquier momento y lugar) tiene que ser hacer fructificar esa realidad, lo que nos hace más humanos. Y ahí va la compasión, la solidaridad, la atención a los otros, el compartir y darnos a los más necesitados...
De esa manera haríamos real nuestra eucaristía: "Tomad y comed..." En un esfuerzo por partirnos y repartirnos siguiendo el ejemplo de Jesús. Compartimos el pan de la eucaristía para coger fuerza y darle sentido a todo lo que hacemos.
Buscando cómo entender e interpretar las palabras de Jesús de Nazaret, me encuentro con el comentario de Imma Calvo (en "eclesalia.wordpress.com") que comienza así: "La interpretación de la parábola de los talentos en clave económica o psicológica no concuerda con lo que sabemos sobre Jesús. Enterrar el talento que hemos recibido sería más bien paralizarnos en el desarrollo de nuestro ser personal..."
Y cita y copia, a su vez, a Fray Marcos que comenta de esta manera: "En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar, pero no todos los órdenes tienen la misma importancia. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación. Los talentos de que habla el evangelio, no pueden hacer referencia a realidades secundarias sino a las realidades que hacen al hombre más humano. Y ya sabemos que ser más humano significa ser capaz de amar más...
Quizás influidos por la sociedad en la que vivimos, siguiendo la corriente de lo que se hace y se dice en nuestro mundo, hemos valorado nuestra religiosidad y seguimiento de Jesús de Nazaret en clave a la "cantidad", al rendimiento, a los objetivos conseguidos: actos piadosos, oraciones, lecturas de libros de religión, limosnas, jaculatorias, novenas, rosarios... Con lo que parece que "nuestros talentos" los hemos hecho fructificar.
Y, tal vez, hemos dejado de lado hacer efectivo y real lo que es más esencial a la persona: nuestra capacidad de amar. Como bien dice Fray Marcos: El verdadero talento, lo que hace al hombre, a la mujer, más humanos.
Si lo entendemos así, todo nuestro esfuerzo (en cualquier momento y lugar) tiene que ser hacer fructificar esa realidad, lo que nos hace más humanos. Y ahí va la compasión, la solidaridad, la atención a los otros, el compartir y darnos a los más necesitados...
De esa manera haríamos real nuestra eucaristía: "Tomad y comed..." En un esfuerzo por partirnos y repartirnos siguiendo el ejemplo de Jesús. Compartimos el pan de la eucaristía para coger fuerza y darle sentido a todo lo que hacemos.
Texto del evangelio de Mateo (25, 14-30)
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