Domingo 18 de diciembre de 2016
A lo largo de nuestra vida hemos escuchado muchas veces los relatos que nos hacen los evangelios. Hemos contemplado el belén. Hemos cantado villancicos. Hemos pensado y reflexionado en todo lo que nos dicen en las explicaciones y sermones. Las celebraciones de las fiestas navideñas nos han venido llenando a lo largo de todo este tiempo. Y sin embargo, es como si algo se nos escapara.
Tal vez porque, al igual que la mayoría de cristianos, nos hemos quedado con la narración literal que hacen los evangelios. Lo hemos terminado tomando como algo fantástico, sobrenatural, que está más allá de lo que podemos comprender.
Fray Marcos ofrece esta semana un comentario interesante y esclarecedor:
"Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Marcos no sabe nada de la infancia de Jesús. Juan tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior. Nadie reparó en aquel niño ni en su madre..."
Entiendo, pues, que el encuentro y conocimiento de Jesús de Nazaret supuso un tal impacto en aquellos hombres y mujeres (la primera comunidad cristiana) que se encontraron sin palabras suficientes para explicarlo. De ahí esas narraciones llenas de recuerdos de la Biblia, ángeles, voces celestiales y hechos milagrosos.
Jesús de Nazaret: Emmanuel = Dios con nosotros.
Quizás ésa es la palabra que mejor resume el sentimiento de sus primeros seguidores. Sintieron que Jesús expresaba en su vida, en sus gestos y palabras que Dios estaba en él, que vivía al ritmo y aliento de Dios mismo...
José Antonio Pagola lo expresa así: "
El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno..."
Cuando Jesús de Nazaret habla del "reino de Dios", de la "buena noticia", del "cambio y conversión", lo hace desde dentro, desde lo que él mismo vive. Y nos habla de Dios como del "padre-papá", de su ternura, de su compasión. De una comunidad humana que respire con el aliento de Dios que es solidaridad, hermandad, cuidado y aprecio de los más débiles...
Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros... Ése sería el camino para todos nosotros. Descubrir en nuestro propio interior a Dios (origen, centro y fin de nuestra vida y de todo nuestro ser). De ahí nuestro cambio y conversión para hacer una realidad lo que Juan dirá al principio de su evangelio: Que Dios acampó entre nosotros... Mejor todavía, dentro de cada uno de nosotros.
A lo largo de nuestra vida hemos escuchado muchas veces los relatos que nos hacen los evangelios. Hemos contemplado el belén. Hemos cantado villancicos. Hemos pensado y reflexionado en todo lo que nos dicen en las explicaciones y sermones. Las celebraciones de las fiestas navideñas nos han venido llenando a lo largo de todo este tiempo. Y sin embargo, es como si algo se nos escapara.
Tal vez porque, al igual que la mayoría de cristianos, nos hemos quedado con la narración literal que hacen los evangelios. Lo hemos terminado tomando como algo fantástico, sobrenatural, que está más allá de lo que podemos comprender.
Fray Marcos ofrece esta semana un comentario interesante y esclarecedor:
"Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Marcos no sabe nada de la infancia de Jesús. Juan tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior. Nadie reparó en aquel niño ni en su madre..."
El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno..."
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