Domingo 15 de Mayo de 2016
En la iglesia se celebra la fiesta de Pentecostés. Una fiesta importante con una liturgia hermosa y melodías (en el canto gregoriano) de las más bellas.
Y la tradición nos ha regalado con un gran repertorio de discursos, sermones y explicaciones que, a pesar de todos los esfuerzos, siempre resultan difíciles de entender y asimilar.
La tradición judía (ahí todo el Antiguo Testamento) habla de Dios y habla de su aliento, su espíritu. Luego, ya dentro de las comunidades cristianas, los jefes de las iglesias se reunieron, discutieron y decidieron que Dios era "tres personas". Que sí, que no... Muchas discusiones, peleas y algo más. Y ahí se quedó eso.
La dificultad que encontramos es cómo puede nadie saber lo suficiente como para definir a Dios. Juan en sus cartas recordaba que "a Dios nadie le ha visto". Jesús de Nazaret nos habla desde su vida y experiencia. Nos habla en parábolas y ejemplos... Por eso creo que resulta arriesgado ir más allá de todo eso.
El evangelio es una invitación constante a seguir a Jesús, a vivir como él. Y para eso tenemos que cambiar, convertirnos. Y como lo vemos tan difícil el Maestro nos promete el "espíritu de Dios", su aliento, su respiración y vida. Y nos dice aquello de "no tengáis miedo, que no tiemble vuestro corazón"... Y es que, una vez que aceptamos su modo y estilo de vida, él camina con nosotros, sigue vivo a nuestro lado. Ahí podemos sentir el "aliento de Dios", su espíritu.
A partir de ese momento Jesús de Nazaret nos envía: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".
Hubo un tiempo en que me parecía entender que ese envío era algo especial que daba a los sacerdotes y misioneros, a las religiosas y misioneras. Ahora me parece que esa manera de pensar es un error. Creo que Jesús dirige esas palabras a todos sus seguidores. Porque se trata de la buena noticia del reino de Dios: la posibilidad de un mundo solidario y fraterno, una humanidad que pone como centro de su existir a la persona comenzando por los más débiles, por los pobres y oprimidos, los marginados y olvidados de un mundo en el que el dios dinero se ha convertido en el amo de nuestras vidas y relaciones.
Que Dios nos envíe su aliento, su fuerza, su propio pulso para que seamos capaces de vivir a su manera.
Gracias. Amén.
Lectura del Santo Evangelio según san Juan (20,19-23)
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