Domingo 31 de Enero de 2016
En este mundo globalizado en el que nos toca vivir no es fácil sentirse cómodo. Ni siquiera en la iglesia. Asistimos a la presencia de tantos tipos de iglesia (grupos, comunidades, parroquias, asociaciones, hermandades...). Todos ellos confesándose seguidores y discípulos de Jesús de Nazaret.
Este fin de semana seguimos con la lectura de Lucas (cap. 4, 21-30) en la que Jesús presenta su programa de "buena noticia" en su pueblo de Nazaret... Y llega la extrañeza de sus conocidos y vecinos. "¿No es éste el hijo de José?" De qué habla? Lo que hace falta es que nos haga algún milagro...
Y se enfadaron con él y querían despeñarlo monte abajo.
Estaba reflexionando en esa escena de Nazaret y me preguntaba si no nos estará pasando a nosotros lo mismo. Queremos "milagros", señales especiales, algo sensacional que convenza a todo el mundo de que él es el salvador y el mesías. Que nosotros tenemos lo mejor y la solución para todos.
Pero se ve que no es precisamente ése el camino. Y la buena noticia que proclama este "profeta" señala otra dirección. Porque no nos propone una religión nueva, ni más oraciones, ni acudir más veces al templo, ni hacer más sacrificios. Ante todo nos llama a un cambio, a una "conversión". En lugar de mirar tanto al templo y a sus sacerdotes, que miremos a los pobres; en lugar de rezar y rezar, que abramos los ojos para ver a los ciegos, a los oprimidos, a los extranjeros, a los marginados... Porque por ahí es que anda Dios mismo. Ésa es la gran noticia que hay que transmitir a los pobres, a todos esos que no cuentan para nadie, a los que viven (o mejor sobreviven) en los márgenes y suburbios de nuestra civilización. Eso es lo que hacen los "profetas".
Del comentario de J.A.Pagola tomo estas palabras: "Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio?Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?"...
He mirado el dibujo de Fano (el autor que ilustra la presentación del texto del evangelio de cada domingo en la página de "Odres Nuevos") y me ha hecho sonreír. "Cerrado por reformas"... Cada uno puede interpretar como mejor le parezca... Pero y si nuestras iglesias (los templos de la iglesia católica) "cerraran por Reformas"? Como si dijéramos: Vamos a recomenzar. A ver la propuesta de Jesús de Nazaret, la que hizo en la sinagoga de Nazaret:
«Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor »
Es el texto que toma de Isaías y que dice que "se ha cumplido hoy" o empieza a hacerse realidad...
Me pregunto cómo nos sentiríamos? A lo mejor tendríamos ganas de despeñar a los que anunciaran eso. Nos estaban quitando la religión, las misas, los rosarios, las devociones, las novenas...
Y también diríamos: Pero "no es éste el hijo de José?" Qué autoridad tiene para eso?
Ahí nos quedamos. Si la semana pasada me preguntaba "qué dirección llevamos", hoy me pregunto si el Jesús del evangelio no se nos quedó pequeño y preferimos el "Jesucristo Rey del Universo", el que "está a la derecha de Dios Padre", el que "hace milagros y convierte el agua en vino o multiplica los panes y los peces", el que preside nuestras misas y oficios con gran majestad como gran soberano al que adorar...
Quizás, también, nos molesta que nos hable de cambio y de conversión y nos marque una dirección que nos incomoda.
Bueno, pues me quedo con el Jesús de Nazaret del evangelio y acepto plenamente que tengo que cambiar y convertirme... A ver si me dejo sorprender por los pobres y los marginados y descubro el paso de Dios mismo por esos barrios.
Texto del evangelio de Lucas 4,21-30
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