viernes, 29 de enero de 2016

¿No es éste el hijo de José?

Domingo 31 de Enero de 2016

En este mundo globalizado en el que nos toca vivir no es fácil sentirse cómodo. Ni siquiera en la iglesia. Asistimos a la presencia de tantos tipos de iglesia (grupos, comunidades, parroquias, asociaciones, hermandades...). Todos ellos confesándose seguidores y discípulos de Jesús de Nazaret.
Este fin de semana seguimos con la lectura de Lucas (cap. 4, 21-30) en la que Jesús presenta su programa de "buena noticia" en su pueblo de Nazaret... Y llega la extrañeza de sus conocidos y vecinos. "¿No es éste el hijo de José?"  De qué habla? Lo que hace falta es que nos haga algún milagro...
Y se enfadaron con él y querían despeñarlo monte abajo.
Estaba reflexionando en esa escena de Nazaret y me preguntaba si no nos estará pasando a nosotros lo mismo. Queremos "milagros", señales especiales, algo sensacional que convenza a todo el mundo de que él es el salvador y el mesías. Que nosotros tenemos lo mejor y la solución para todos.
Pero se ve que no es precisamente ése el camino. Y la buena noticia que proclama este "profeta" señala otra dirección. Porque no nos propone una religión nueva, ni más oraciones, ni acudir más veces al templo, ni hacer más sacrificios. Ante todo nos llama a un cambio, a una "conversión". En lugar de mirar tanto al templo y a sus sacerdotes, que miremos a los pobres; en lugar de rezar y rezar, que abramos los ojos para ver a los ciegos, a los oprimidos, a los extranjeros, a los marginados... Porque por ahí es que anda Dios mismo. Ésa es la gran noticia que hay que transmitir a los pobres, a todos esos que no cuentan para nadie, a los que viven (o mejor sobreviven) en los márgenes y suburbios de nuestra civilización. Eso es lo que hacen los "profetas".
Del comentario de J.A.Pagola tomo estas palabras: "Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio?Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?"...

He mirado el dibujo de Fano (el autor que ilustra la presentación del texto del evangelio de cada domingo en la página de "Odres Nuevos") y me ha hecho sonreír. "Cerrado por reformas"...  Cada uno puede interpretar como mejor le parezca... Pero y si nuestras iglesias (los templos de la iglesia católica) "cerraran por Reformas"? Como si dijéramos: Vamos a recomenzar. A ver la propuesta de Jesús de Nazaret, la que hizo en la sinagoga de Nazaret: 
«Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor »
Es el texto que toma de Isaías y que dice que "se ha cumplido hoy" o empieza a hacerse realidad... 
Me pregunto cómo nos sentiríamos? A lo mejor tendríamos ganas de despeñar a los que anunciaran eso. Nos estaban quitando la religión, las misas, los rosarios, las devociones, las novenas...
Y también diríamos: Pero "no es éste el hijo de José?" Qué autoridad tiene para eso?
Ahí nos quedamos. Si la semana pasada me preguntaba "qué dirección llevamos", hoy me pregunto si el Jesús del evangelio no se nos quedó pequeño y preferimos el "Jesucristo Rey del Universo", el que "está a la derecha de Dios Padre", el que "hace milagros y convierte el agua en vino o multiplica los panes y los peces", el que preside nuestras misas y oficios con gran majestad como gran soberano al que adorar...
Quizás, también, nos molesta que nos hable de cambio y de conversión y nos marque una dirección que nos incomoda.
Bueno, pues me quedo con el Jesús de Nazaret del evangelio y acepto plenamente que tengo que cambiar y convertirme... A ver si me dejo sorprender por los pobres y los marginados y descubro el paso de Dios mismo por esos barrios.
Texto del evangelio de Lucas 4,21-30

domingo, 24 de enero de 2016

¿Qué dirección llevamos?


Domingo 24 de Enero de 2016

Todavía sigo escuchando los avisos que se dan en la iglesia sobre los "días de precepto" y la "obligación de ir a misa". También creo que la mayoría de las personas que participan en la eucaristía (yo suelo ir los sábados por la noche) sigue esos avisos y preceptos como Dios manda.
Para mí se está convirtiendo en una necesidad. Tengo que escuchar al Maestro. Tener tiempo de centrarme en él y reflexionar (y también orar) tratando de convertirme en discípulo suyo.
Creo que nosotros, al igual que les podía ocurrir a los judíos de su tiempo, hemos ido asumiendo en nuestra vida muchísimas cosas y costumbres, mentales y religiosas, que parecían darnos tranquilidad y equilibrio: cumplíamos con Dios, seguíamos las costumbres religiosas de nuestros padres, rezábamos las oraciones y nos encomendábamos a los santos y santas que mejor nos caían o que parecía que podían ayudarnos...
De pronto, aparece alguien que nos habla de otra manera. Echa a un lado devociones y rezos. Quita importancia a tantos preceptos y nos hace girar la cabeza para que nos fijemos en alguien que no es nadie, mal vestido, sin educación, extranjero, sin papeles, que tal vez hasta es casi un delincuente... Y nos habla de Dios; pero de un Dios muy diferente del que siempre nos habían hablado. Insiste en que tenemos que cambiar, que nos tenemos que convertir. Y que lo que importa es la compasión y la ternura. Que esos últimos, esos desgraciados (sí, los marginados sin papeles) serán los primeros en el reino de Dios...
Bueno, como que se ha pasado muchos pueblos!
Pues bien, el texto de este domingo (de la eucaristía de esta semana) es como la presentación del Maestro. Toma el texto del profeta Isaías y proclama que ésa es precisamente la Buena Noticia. Y que eso comienza ya mismo:
«Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor »
Ahí está el programa y la dirección del Maestro. Jesús mismo, con su vida y con sus palabras puede decir: 
«Hoy se cumple esta Escritura  que acabáis de oír». 
Y a mí me parece escuchar esa invitación: El que quiera ser mi seguidor y discípulo que asuma ese programa y esa dirección y me siga... Pienso que al salir de la eucaristía tenemos que volver a nuestra casa con ese propósito y esa propuesta.  
J.A. Pagola apunta muy bien: "Los cristianos hemos de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección... E
l texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados... 
Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas."
Resulta, realmente, sorprendente la dirección y sentido que Jesús da a su vida y a su programa hacia el reino de Dios: Esa mirada y atención a... "los pobres..., los cautivos..., los ciegos..., los oprimidos..." ¿Qué dirección llevamos nosotros? ¿A quién prestamos atención?
Nuestro mundo occidental (rico y acomodado) protege sus fronteras, distingue entre refugiados e inmigrantes y da ayudas y dinero sólo a los que tienen papeles en regla. Al mismo tiempo se mantienen negocios de armas y de explotación que destruyen pueblos enteros y provocan guerras, hambre y destrucción.
El Suplemento del Cuaderno n.197 de Cristianisme i Justícia (Enero 2016) señala muy acertadamente: "Mirando el mundo tal y como está no hay duda de que necesita una revolución. Necesita una revolución ecológica, política, social y económica; pero fundamentalmente necesita una revolución del afecto y la ternura..."
Sí, creo que ésa es la dirección que debemos tomar.

Texto del evangelio de Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

domingo, 17 de enero de 2016

Signos y gestos

Domingo 17 de Enero de 2016

Cada vez que escucho los textos del evangelio trato de centrarme en el mensaje de Jesús de Nazaret. No quiero que sea simplemente una anécdota, una curiosidad, un conocimiento más...
A través de las diferentes narraciones de los evangelios hay algo que queda muy claro: Es la buena noticia del reino de Dios. Una conciencia clara y profunda del gran deseo de Dios, nuestro padre, de que los hombres y mujeres (toda la humanidad) cambien de estilo de vida y entiendan que lo que importa y tiene valor es la fraternidad, el respeto y la compasión. Que nuestra atención se tiene que centrar en los más débiles, en los marginados, en los que se ven oprimidos... Eso es lo que hacemos nosotros mismos en nuestras casas: Ponemos especial cuidado en los bebés, en los enfermos, en los ancianos, en los menos capacitados.
Ése es uno de los aspectos que siempre llama la atención al escuchar a Jesús de Nazaret.
Hay otro elemento que destaca: Es la alegría y la fiesta de la buena noticia.

El texto que nos han presentado hoy está tomado del evangelio de Juan (las bodas de Caná). Me temo que, al igual que en otras narraciones del evangelio, nos hemos quedado en el aspecto más externo olvidando la motivación profunda de su mensaje.
Como explica J.A.Pagola: "El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros» o «prodigios». Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos..." 
Toda la vida de Jesús, todas sus acciones y sus palabras están llenas de su mensaje central: La buena noticia de Dios es alegría y es fiesta. Y todos estamos invitados... Lo comenta muy bien J.A.Pagola: "Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando estas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total..."
Por eso, hoy me pregunto si mi vida es signo de algo. Cada uno de nosotros, en nuestra iglesia, en nuestra comunidad, ¿somos signo de fiesta, de alegría, de vida nueva? ¿Nuestras actuaciones son gestos y maneras de ese nuevo estilo de Jesús de Nazaret?

Texto del evangelio de Juan 2, 1-12 (Boda en Caná de Galilea)


domingo, 10 de enero de 2016

Espíritu y fuego

Domingo 10 de Enero de 2016

Creo recordar que Pedro, en una de sus cartas, recomienda que estemos preparados para dar cuenta o razón de nuestra fe. Y siento que resulta bastante difícil.
La iglesia que nos predica sigue utilizando el lenguaje y las imágenes de siempre (algo que se ha mirado siempre como inamovible); pero es algo que apenas los iniciados son capaces de entender.
Hoy nos hablaron, siguiendo el texto de Lucas, del bautismo de Jesús. En una mezcla increíble nos hicieron ver el paraíso, el pecado original, el bautismo, la bajada del Espíritu Santo en forma de paloma, la gracia que recuperamos por el bautismo, la suerte que hemos tenido de ser adoptados como hijos de Dios... De ahí a valorar tanto el bautismo de los niños (cuanto antes mejor).
Apoyados en esas imágenes se hace difícil "dar razón" de nuestra fe.

J.A. Pagola insiste: "Necesitamos volver a las raíces de nuestra fe. Ponernos en contacto con el Evangelio. Alimentarnos de las palabras de Jesús que son “espíritu y vida”.
Admitiendo que el lenguaje de los textos del evangelio utilizan el lenguaje de su tiempo (de hace 2.000 años), es importante centrarnos en lo que es el mensaje y buena noticia de Jesús de Nazaret.
Y lo que aparece como muy claro es Jesús anuncia y quiere impulsar, ante todo, un cambio radical, una conversión: Es la buena noticia: la liberación (los ciegos ven, los cojos andan, los pobres reciben la buena noticia...). Una liberación, incluso, de la religión y de todas las ataduras que llevaba consigo. Porque lo que importa es la compasión y la ternura, la solidaridad y la fraternidad. Una humanidad en la que "los últimos serán los primeros", los débiles serán los más fuertes. Es de locura. Es tan fuerte que nuestra iglesia no ha sido capaz de asumirlo y seguimos necesitando la conversión que pedía Jesús de Nazaret.

En boca de Juan el Bautista el evangelista pone estas palabras: "Él os bautizará con espíritu santo y fuego..."
Como en muchos otros casos, nos hemos quedado con las imágenes y hemos dejado de lado el mensaje central: Creo que no se trata visualizar a la tercera persona de la Trinidad, sino de captar el nuevo estilo y aliento para nuestras vidas. Una manera diferente de respirar, el modo nuevo de enfocar nuestra vida... A eso nos quiere llevar Jesús de Nazaret. 
Y el fuego es el que limpia todo lo que impide nuestra conversión... "No os preocupéis por todas esas cosas. Buscad, ante todo, el reino de Dios..."  Ése es el fuego que quemaba a Jesús mismo, en su vida, en sus hechos y en sus palabras. Y así nos enseño a orar: "Papá, sea santificado tu nombre; venga tu reino; se haga tu voluntad; el pan de mañana dánoslo ya hoy; perdona todo el mal que he hecho como yo también perdono a los que me han ofendido; no me dejes caer en la tentación; y líbranos del malo..."
Me gusta orar así. Hacerlo lentamente y dejar que mi mente y mi corazón se dejen penetrar de su aliento y de su fuego...

Y termino con un comentario de J.A.Pagola: " Lo mejor que podemos dejar en herencia a las futuras generaciones es un amor nuevo a Jesús y una fe más centrada en su persona y su proyecto. Lo demás es más secundario. Si viven desde el Espíritu de Jesús, encontrarán caminos nuevos..."

Texto del evangelio de Lucas 3, 15-16. 21-22


sábado, 2 de enero de 2016

Acampó entre nosotros

Domingo 3 de Enero de 2016
En todos estos días de fiestas navideñas nos hemos ido llenando de imágenes, escenas y acontecimientos que nos quieren decir muchas cosas. A veces las interpretamos bien. Otras veces andamos distraídos y nos quedamos en los más superficial.
La eucaristía de este domingo, 3 de enero (al igual que todos los textos que hemos escuchado en celebraciones anteriores) nos hablan de algo central e importante que debería marcar nuestras vidas.
El nacimiento en Belén, los pastores, la estrella, los ángeles, la cueva... El "gloria a Dios en la alturas y paz a los hombres de buena voluntad"... Todo eso son imágenes que han marcado la niñez y la imaginación de muchas generaciones. Son tan cercanas a nosotros que nos hemos quedado con ellas. Están hechas a nuestra imagen.
En cambio, el texto tomado del evangelio de Juan es otra cosa. Es el lenguaje misterioso y profundo de los místicos, de las personas más espirituales. Nos habla de Dios, del Verbo, del principio del mundo, de la luz y de las tinieblas, de acampar entre nosotros y de la posibilidad de compartir una vida distinta y para siempre...
Voy a echar mano del comentario de J.A. Pagola. Dice: "La primera afirmación es ésta: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Nos ha hablado. Pero no se nos ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús para que la puedan entender y acoger hasta los más sencillos...
La segunda afirmación dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Los teólogos hablamos mucho de Dios, pero ninguno de nosotros lo ha visto. Los dirigentes religiosos y los predicadores hablamos de él con seguridad, pero ninguno de nosotros ha visto su rostro. Solo Jesús, el Hijo único del Padre, nos ha contado cómo es Dios, cómo nos quiere y cómo busca construir un mundo más humano para todos..."
Mi referencia es Jesús de Nazaret. Su modo y estilo de vida, además de sus palabras, me dicen que, de una forma que no sé explicar, se sentía y estaba tan unido a Dios que la vida de Dios mismo se traslucía en él. Es más, que si comenzamos a vivir a su manera y estilo también nosotros experimentaremos que Dios está en nosotros y nosotros en Dios. Y que toda la humanidad (todos los hombres y mujeres) forman parte de esa cadena... Que Dios, de verdad, "ha acampado" entre nosotros, se ha hecho carne, se ha hecho humanidad... Por eso, cuando me olvido de mi hermano, cuando desprecio, cuando margino, cuando atropello y oprimo a otra persona... es a Dios mismo a quien se lo hago.
Bueno, por ahí ando. Son cosas que no sé explicar; pero leyendo a E.Martínez Lozano me parecía entender mejor esto que dice el evangelio de Juan. O sea que ahí vamos todos, como gran familia de Dios. Y las huellas de Jesús de Nazaret son la mejor pista para vivir y sentir en plenitud eso que se dice de "ser hijos de Dios".

Texto del evangelio de Juan 1, 1-18


Se acerca vuestra liberación

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