Domingo 6 de Septiembre de 2015
Al escuchar el texto de Marcos sobre la curación del sordomudo me ha llamado la atención el comentario que surge espontáneo en la gente: "Todo lo ha hecho bien... Hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Cuando Pedro habla a la gente sobre Jesús de Nazaret (en los primeros tiempos de aquella comunidad de seguidores) emplea casi idénticas palabras: "Un hombre que pasó haciendo el bien y curando a todos..."
Y cuando Jesús responde a lo que le preguntan los discípulos de Juan el Bautista, les dice: "Id y decid a Juan: Los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan y los pobres reciben la gran noticia de su vida..."
El mensaje del reino de Dios tiene mucho que ver con la vida, con la salud, con la persona... Especialmente con los que sufren, con los débiles, con los enfermos, con los marginados, con los que viven oprimidos.
Mientras escuchaba estas palabras me preguntaba si no será precisamente ésa la respuesta que se espera de nosotros: Hacer las cosas bien. Poner en nuestra vida como primer valor a las personas. Intentar que mi pequeño mundo, mi pequeña sociedad, el lugar en el que vivo, vaya adquiriendo ese estilo de fraternidad, de solidaridad, de ojos y oídos nuevos.
Las imágenes de tantos miles de refugiados sirios, al igual que todos los africanos que llegan a nuestras playas, tienen que significar algo más que noticias de la televisión.
Un mundo regido por el afán de lucro, por las ganancias, por los bancos y por políticos que miran su éxito en términos económicos está produciendo la migración y desarraigo de miles y miles de familias con todas las terribles consecuencias que apenas podemos imaginar.
La Buena Noticia del reino de Dios, frente a todo eso, es como una locura. Porque se da valor a lo que se desecha, prioridad a lo insignificante, ganancia a lo inservible...
Seguro que los asesores políticos y economistas dirán ese Dios está loco y no entiende nada... Seguro.
Y José Antonio Pagola comenta el texto de hoy y, entre otras cosas, dice: "Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos puede curar..."
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