Domingo 9 de Agosto de 2015
En la eucaristía de este fin de semana volvemos a tener un texto del evangelio de Juan en el que Jesús de Nazaret sigue comentando el tema de la multiplicación de los panes. Y habla del "pan bajado del cielo", "yo soy el pan vivo...", "el que coma de este pan vivirá para siempre..." , "el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo..."
Es un texto que hemos escuchado en muchas otras ocasiones y ya no nos llama la atención. Nos han comentado que se trata de la eucaristía. En ella está Jesús presente y es el sacramento que nos da la vida eterna, etc.
Supongo que la tradición de tantos siglos tiene un peso tan grande en la vida de la iglesia que es difícil no sentirse condicionado por la misma. Ceremonias, ritos, comentarios y explicaciones, dogmas y sentencias... Y sin embargo...
Me parece que nos hemos centrado en todo lo que dicen los doctores de la iglesia y hemos olvidado y dejado de lado la vida y el estilo de Jesús de Nazaret: Siempre centrado en la gran noticia, el reino de Dios, la nueva manera de vivir en la que lo que importa es la compasión y la ternura... Y a lo largo de su vida (con su modo de actuar y con sus palabras) van desfilando ejemplos como el "buen samaritano", "el padre tierno y amoroso del hijo pródigo", "la acogida a publicanos y prostitutas", "que el hombre es más importante que el sábado", "que sólo si damos de comer al hambriento, de beber al sediento, etc. entramos en el reino de Dios"... Y que Jesús mismo es pan que se da y se entrega. Porque toda su vida y su mensaje se resume en éso precisamente: pan y vino - carne y sangre... Una entrega total a los demás, especialmente a esos que llamamos los últimos, los donnadie, los despreciados y marginados.
Creo que sólo cuando empezamos a comprender ese modo de vivir, somos capaces de captar el sentido profundo de ese "pan bajado del cielo", del pan que nos da vida para siempre...
Porque, al vivir de esa manera, vamos tomando el aire de Dios mismo. Y, con la vida que hemos recibido, nos dirigimos hacia Dios, nuestro padre... aunque no sabemos ni la forma ni la manera. Y tampoco sabemos explicarlo.
José Antonio Pagola indica esto en su comentario: "Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad, seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas, concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para otros tiempos que no son los nuestros."
Y es que, o entramos en la dinámica y modo de hacer de Jesús de Nazaret, o nos quedamos repitiendo palabras, sentencias y discursos que son totalmente ajenos a nuestra vida real.
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