Domingo 26 de Julio de 2015.
El texto del evangelio de Juan que nos han ofrecido en la eucaristía de este domingo es el de la "multiplicación de los panes y los peces". Resulta tan conocido que muchísima gente, sin necesidad de ir a misa, lo tiene recogido como anécdota. Y me temo que a muchísimos de los que somos habituales en la iglesia también se nos ha quedado más la narración misma sin llegar a entender de verdad el sentido de la acción de Jesús de Nazaret.
La semana pasada comentaba la frase de Jesús al decir que le "daba lástima de la gente que andaba como ovejas sin pastor"... Nuestra sociedad, nuestro mundo, anda teledirigida y gobernada por los hilos del poder, del dinero, de los grandes y prepotentes. Y tenemos el peligro constante de guiar nuestra vida y nuestra actividad basándonos en lo que ellos nos indican a través de todos los medios de comunicación...
De ahí el grito del Papa Francisco en Bolivia: “La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero”... “Las famosas “tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”...
Entiendo que el sentido profundo de la vida y de la acción de Jesús de Nazaret va precisamente en esa línea: El hombre es más importante que el sábado. Y decir el "sábado" era decir la religión misma. Por encima del dinero, del poder, de la gran empresa, de los negocios, de los beneficios... de la religión y todo lo que ella supone.
Eso es fuerte, verdad?
Nos parece demasiado radical. Hasta nos tacharían de comunistas o de izquierda radical. Pero es evangelio, es el proyecto de Jesús de Nazaret.
El siguiente paso es qué hacer... En la narración del evangelio Felipe se lo plantea a Jesús. Lo comenta José Antonio Pagola: "Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero...
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?"...
Me quedo con esa pregunta. Y quiero convertirla en reflexión y momento de oración.
Cada vez que participo en la eucaristía escucho atentamente las palabras que se dicen al partir el pan: "Tomad y comed, éste es mi cuerpo..." y trato de tomar conciencia de lo que significó para los primeros seguidores de Jesús de Nazaret que "ponían todo en común", que hasta la gente comentaba cuánto se querían... Entonces el encuentro con los hermanos en la "cena del Señor" tenía la fuerza increíble de revivir las palabras del Maestro y ánimo renovado para compartir y mirar con ojos nuevos a los pobres y marginados, a los despreciados, a los últimos, a los más débiles...
¿Quién nos va a enseñar a compartir?
Desde luego, no soy nadie; pero enséñame a compartir lo poco que soy y tengo.
El texto del evangelio de Juan que nos han ofrecido en la eucaristía de este domingo es el de la "multiplicación de los panes y los peces". Resulta tan conocido que muchísima gente, sin necesidad de ir a misa, lo tiene recogido como anécdota. Y me temo que a muchísimos de los que somos habituales en la iglesia también se nos ha quedado más la narración misma sin llegar a entender de verdad el sentido de la acción de Jesús de Nazaret.
La semana pasada comentaba la frase de Jesús al decir que le "daba lástima de la gente que andaba como ovejas sin pastor"... Nuestra sociedad, nuestro mundo, anda teledirigida y gobernada por los hilos del poder, del dinero, de los grandes y prepotentes. Y tenemos el peligro constante de guiar nuestra vida y nuestra actividad basándonos en lo que ellos nos indican a través de todos los medios de comunicación...
De ahí el grito del Papa Francisco en Bolivia: “La primera tarea es poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero”... “Las famosas “tres T”: tierra, techo y trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra”...Entiendo que el sentido profundo de la vida y de la acción de Jesús de Nazaret va precisamente en esa línea: El hombre es más importante que el sábado. Y decir el "sábado" era decir la religión misma. Por encima del dinero, del poder, de la gran empresa, de los negocios, de los beneficios... de la religión y todo lo que ella supone.
Eso es fuerte, verdad?
Nos parece demasiado radical. Hasta nos tacharían de comunistas o de izquierda radical. Pero es evangelio, es el proyecto de Jesús de Nazaret.
El siguiente paso es qué hacer... En la narración del evangelio Felipe se lo plantea a Jesús. Lo comenta José Antonio Pagola: "Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero...
Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».
La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?"...
Me quedo con esa pregunta. Y quiero convertirla en reflexión y momento de oración.Cada vez que participo en la eucaristía escucho atentamente las palabras que se dicen al partir el pan: "Tomad y comed, éste es mi cuerpo..." y trato de tomar conciencia de lo que significó para los primeros seguidores de Jesús de Nazaret que "ponían todo en común", que hasta la gente comentaba cuánto se querían... Entonces el encuentro con los hermanos en la "cena del Señor" tenía la fuerza increíble de revivir las palabras del Maestro y ánimo renovado para compartir y mirar con ojos nuevos a los pobres y marginados, a los despreciados, a los últimos, a los más débiles...
¿Quién nos va a enseñar a compartir?
Desde luego, no soy nadie; pero enséñame a compartir lo poco que soy y tengo.
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