Domingo 19 de Julio de 2015
El texto que se nos propone en la eucaristía de este domingo (tomado del evangelio de Marcos) nos dice que Jesús de Nazaret vio una multitud de gente deseosa de orientación y respuestas... Y sintió lástima de ella porque andaban "como ovejas sin pastor".
Me pregunto si la multitud de nuestras iglesias, la gente que se dice cristiana y seguidora de Jesús, no andamos también así medio perdidos y desorientados.
Y resulta paradójico que después de tantos sermones y explicaciones, después de tanta práctica religiosa y devociones, mantengamos una gran cantidad de incógnitas e interrogantes.
Nuestro mundo, nuestra sociedad, pone ante nuestros ojos un sinfín de cuestiones y situaciones que nos desbordan y casi casi nos paralizan: El hambre de tantísima gente, la miseria de muchas familias sin trabajo y sin medios, la marginación y desprecio hacia los más débiles, los inmigrantes... Y todo eso al tiempo que muchos políticos, banqueros, administradores y gestores de los bienes de las naciones ni perciben la existencia de todas esas personas.
Los medios de comunicación nos llenan la cabeza y los ojos de noticias y de imágenes que ensalzan el poder del dinero, de la belleza, de la fama, de grandes mansiones... Cosas todas ellas "imprescindibles y necesarias para ser feliz"...
El proyecto de Jesús de Nazaret nos habla de "conversión", de cambiar nuestro modo de mirar, de valorar algo tan diferente como es la persona, los hombres y mujeres que encontramos, en especial a todos esos que no pintan nada en esta sociedad.
Y tomo prestadas a José Antonio Pagola estas palabras: "hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren."
Quizás el primer paso sería precisamente ése: Mirar atentamente... Un mínimo de contemplación ante todos esos hombres y mujeres de la última fila, los sin medios, los que apenas tienen otra cosa que su aliento y respiración, para decirnos que son personas.
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