Domingo de Pentecostés
Domingo 24 de Mayo de 2015
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En la reunión y asamblea del día de hoy nos explican que es un día especial. Es la fiesta de Pentecostés. Y nos comentan lo del Espíritu Santo. Que los discípulos de Jesús lo recibieron ese día y que nosotros también lo recibimos el día de nuestra confirmación.
Además, en la misma ceremonia de la misa (estuve ayer por la noche), algunos jóvenes fueron "confirmados".
A partir de ahí, estaba yo reflexionando: ¿Es realmente así? ¿No estaremos simplificando demasiado las cosas? Se recitan unas palabras mientras nos bautizan... y ¡ya estamos salvados! Otra fórmula y una unción con aceite y ¡ya está! Ya tenemos el espíritu santo... ¿Eso es todo?
Me temo que no. Jesús no hacía magia. Jesús de Nazaret, a través de su vida, de sus actos y de sus palabras, desea introducirnos en un nuevo estilo de vida, en un modo distinto de ser hombres y mujeres.
Nos lo dice en las parábolas. Nos lo proclama en las "bienaventuranzas"... Ahí está su proyecto, ese proyecto de Dios que parece que pone las cosas del revés. No dice: "felices los ricos"; "felices los que tienen muchas casas o mucho dinero"; "felices los que tienen mucho poder"; "felices los que son admirados por todos, los que son como dioses"... Jesús de Nazaret nos invita a enfocar nuestro deseo y nuestro mundo de manera que máximo deseo y aspiración ya no somos nosotros, sino nuestro prójimo.
Y, después de la gran prueba de la pasión y muerte, el texto del evangelio nos hace ver que los seguidores de Jesús, por fin, lo han comprendido. Les da su paz y "exhala su aliento sobre ellos"... Es toda una manera nueva de respirar, de vivir, de ver las cosas.
En los textos del autor que leía hace un tiempo, Galarreta, hablaba del espíritu santo como del "viento de Dios", su modo de respirar... Siempre es mejor que tratar de "explicar" lo inexplicable: que si la tercera persona de la trinidad, que si qué sé yo...
Me creo que, únicamente, cuando intentamos escuchar y poner atención a ese "aliento" de Jesús de Nazaret (o de Dios mismo) y nuestras aspiraciones y deseos se acercan a los de las bienaventuranzas o proyecto de Jesús, entonces comenzaremos a sentir ese viento de Dios, esa manera nueva que nos pondrá como locos porque nuestra felicidad estará puesta en los hermanos y hermanas que más lo necesitan... "porque de ellos es el reino de Dios".
Texto del evangelio de Juan 20, 19-23
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