sábado, 3 de enero de 2015

Niño Dios o Dios niño?

Domingo 4 de Enero de 2015

Odres Nuevos - Evangelio - 4 ENERO 2015 color
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Seguimos en Navidad. Seguimos entonando villancicos, celebrando fiestas, reuniéndonos con la familia y enviando buenos deseos y augurios a todos los amigos y conocidos. Celebramos... Realmente ¿qué celebramos?Nuestras fiestas, al menos en esta sociedad de consumo, van reduciéndose a "comidas, bebidas, compras, regalos, vestidos de fiesta y el exceso de unos días que quieren ser divertidos, de vacación, de pasarlo bien..." Lo de la Navidad de la religión, de la iglesia, del portal de belén se va quedando en el recuerdo, en las canciones, en los motivos de fondo.
Todavía he recibido felicitaciones en las que se nombra al "Niño Dios". Con la ternura que inspira un niño, la alegría de un nuevo nacimiento, las enhorabuenas para los padres y la emoción de esa vida que comienza.
Mi pregunta es si celebramos a ese niño que creemos Dios o por el contrario celebramos que Dios se acerca a nosotros y se hace niño. Y es que dependiendo de la dirección que tomemos nos encontraremos con la religión tradicional (la de siempre) o nos acercaremos a ese Dios que se encarna en la debilidad, en lo marginal, en lo desnudo y desvalido, en lo más bajo de la humanidad.
Veamos. Tomo como guía unas notas de José María Castillo.
"El cristianismo sólo tiene su verdadero sentido cuando se interpreta a partir de Jesús. Ahora bien, Jesús es la revelación de Dios porque en él Dios se ha encarnado. Esto quiere decir que, en Jesús Dios se ha dado a conocer... Por lo tanto , si la finalidad del cristianismo no puede ser otra que la finalidad de Jesús (su razón de ser y su misión), de eso se sigue que, de la misma manera que Jesús es la humanización de Dios, el cristianismo, que prolonga en la historia la presencia de Jesús, no tiene otra finalidad y otra razón de ser que hacer presente y operativo el proceso de humanización que se inició en la encarnación."
Es por eso que si nuestro punto de partida es el Niño-Dios y seguimos la vía de la divinidad entonces nos encontramos con los dogmas, las doctrinas, las explicaciones (sobre Dios), las ceremonias, los ritos, las grandes iglesias, los honores y el poder... Y dejamos la humanidad arrinconada y dejada a un lado como si se tratara de disfraz que ya no hace falta.
Creo que nuestra elección ha sido un error. Es la humanidad la que importa, la que debe centrar nuestra vida y nuestro modo de reencontrar a Jesús. Sólo así podremos seguirle y convertirnos en auténticos seguidores y discípulos suyos.


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