Domingo 14 de Diciembre de 2014
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A lo largo de nuestra vida, en nuestra formación y en las diferentes charlas o comentarios que hemos ido escuchando, se nos ha insistido y recomendado "el seguimiento de Jesús", "conocer a Jesús", "amar a Jesús"... Y nos esforzábamos en leer libros "piadosos" (así se decía), multiplicar nuestros rezos y oraciones, repetir invocaciones y jaculatorias... Además de las frecuentes visitas al "Santísimo". Supongo que todas esas recomendaciones iban encaminadas a convertirnos en personas más espirituales, más cercanas a Dios... Verdaderos discípulos de Jesús que le demostraban todo su amor y entrega...
Ahora me pregunto si, después de tantos años, puedo decir que todas esas prácticas consiguieron realmente su propósito.
Con todo respeto (y con el riesgo de equivocarme) debo decir que uno podía llegar a saber muchas cosas y almacenar cantidades enormes de rezos y prácticas; pero me temo que a una grandísima mayoría de los que nos llamamos "cristianos" Juan el Bautista podría repetirnos las palabras que les respondió a los enviados por los sacerdotes de Jerusalén: "En medio de vosotros hay uno que no conocéis..."
José Antonio Pagola comenta: "Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús."
Y, dando un paso más, me atrevería a añadir que lo que importa no es conocer a Jesús, amarle y adorarle, sino "seguir su camino", vivir a su manera y estilo, hacer presente en nosotros la buena noticia del Evangelio. Allanar el camino. Hacer realidad la nueva humanidad donde importa y es vital la compasión, la ternura y la solidaridad...
Sólo entonces podremos confesarnos seguidores y discípulos del Maestro. Porque Dios se hace carne (toma nuestra humanidad) en todos esos "pequeños", humildes, marginados, olvidados y arrinconados... que son los pobres de esta sociedad nuestra.
"En medio de vosotros hay uno que no conocéis..." Juan el Bautista hablaba de Jesús en esos momentos. Nosotros, hoy, tratamos de encontrarlo y terminamos por perdernos en un laberinto religioso.
Texto del evangelio de Juan 1, 6-8. 19-28
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