El evangelio de la eucaristía de este domingo antes de Navidad está tomado de Lucas y nos presenta la escena de María y el ángel Gabriel con todo lo que tiene de poesía, de recuerdos del Antiguo Testamento y de las esperanzas de la llegada del Mesías.
Es un texto que hemos escuchado y leído tantas veces que casi ni nos llama la atención.
Ante todo no podemos olvidar que los evangelios no son historia (como la entendemos ahora). Son la expresión de fe de unas personas que viven y respiran una determinada cultura.
Eso ha supuesto siempre un problema para nosotros. Casi siempre lo hemos tomado como la narración de unos hechos históricos acaecidos tal y como se cuentan. Nos hemos quedado maravillados por lo milagroso y espectacular y el arte, la pintura, la música y la literatura han hecho todo lo demás.
Así con esta introducción de ángeles, apariciones, voces celestes y milagros de Dios (para quien todo es posible) nos adentraremos en las fiestas de la Navidad recargando el ambiente con los adornos navideños, las luces, las comidas, los encuentros y las felicitaciones y buenos deseos que repartimos en todas las direcciones.
¿Realmente era éso lo que creían aquellas personas que siguieron a Jesús y se convirtieron en sus discípulos?
Jesús de Nazaret, el hombre que conocieron y admiraron, no se cansaba de repetir que había llegado el "reino de Dios", que había que cambiar y convertirse, que lo que importaba era la nueva manera de ser hombres y mujeres (una nueva humanidad) en la que los pequeños y los humildes serían los primeros, que sólo la compasión y la ternura nos hacía asemejarnos a Dios, nuestro padre...
Ese hombre, seguro, tenía que ser el "mesías" que esperaban... Al que se referían en los libros de la Biblia... Hacia él venían caminando...
Entonces, la cultura y expresión de aquellas personas tratan de presentarnos a Jesús de Nazaret y preparan unos textos que ayudan a creer (o al menos les ayudaban a ellos). Pero el punto central y de referencia es Jesús de Nazaret, su mensaje, su vida, su estilo, su modo de entender las cosas... Y curiosamente nada de eso hace referencia a la religión, al templo, a los ritos y sacrificios...
Y eso es precisamente lo que me confunde. La iglesia, los cristianos, hemos vuelto a poner como centro y eje de nuestra cultura y nuestra vida la religión, los ritos, las ceremonias, las iglesias, las representaciones. Lo veo en mi iglesia y trato de comprender a las personas mayores que me rodean (es lo que hemos recibido y nos han enseñado); pero no es ningún motivo de alegría. "Alégrate, María...", así le dice el ángel.
Pensando en el mensaje de Jesús de Nazaret: Alegría porque el reino de Dios ha llegado... Los pobres de nuestra sociedad, los humildes, los marginados, los despreciados... pueden alegrarse? Nosotros, los seguidores de Jesús, podemos anunciar una buena noticia?
Texto del evangelio de Lucas 1, 26-38
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