domingo, 19 de octubre de 2014

...A Dios lo que es de Dios

Domingo 19 de Octubre de 2014.

El texto de hoy ("¿Es lícito pagar impuesto al César o no?...), en el evangelio de Mateo, 22, 15-21, lo hemos escuchado tantas veces que ya lo sabemos de memoria. También nos sabemos los comentarios más frecuentes... Pero quizás, después de tanto tiempo, no hemos llegado a comprender el alcance de las palabras (y de la vida) de nuestro Maestro.
Hemos dividido nuestra vida y nuestras actuaciones entre lo que pertenecía al César y lo que pertenecía a Dios. Una parte espiritual y religiosa y otra parte laica, de este mundo. De esa forma queriendo contentar a las dos partes hemos terminado por servir a dos señores: al dinero y a Dios. Algo que, como nos dice bien Jesús, es imposible.
En mis ratos de lectura sigo rumiando los textos de José María Castillo ("La Humanización de Dios") y me siento tan impresionado e impactado tratando de captar su mensaje, mejor dicho, del mensaje que nos llega a través de los evangelios: El hecho de que para salvarnos de nuestra deshumanidad Dios, nuestro padre, se hace humano, lo más humano posible. Es decir asume lo que hay de más básico en nosotros: Nuestra carne (hombre-mujer de carne y hueso), nuestra singularidad (el valor de cada persona) y nuestra relación (seres sociales, comunitarios, que comparten). Y sólo cuando encauzamos nuestra vida en esa línea nos hacemos plenamente humanos y reemprendemos nuestro camino hacia Dios, nuestra fuente y nuestra raíz.
Entonces, al decir que demos a Dios lo que es de Dios nos señala algo muchísimo más profundo que las monedas, los negocios, la vida social, la política, las cosas de casa... Nuestra humanidad viene marcada, como de serie, con el sello de Dios mismo: Humanos (muy de carne y hueso); de un valor por encima de todos los valores del Mercado y de la Bolsa de valores; formando parte de la comunidad de hermanos y hermanas, de esa gran familia que es nuestro mundo... Y dar a Dios todo eso es apartar todo aquello que nos deshumaniza, que nos aleja de los hermanos, que nos aísla, que nos quiere endiosar o divinizar olvidando que, ante todo, somos de carne y hueso.
Cuando reflexiono y pienso en todo eso, me doy cuenta de que lo que importa en la buena noticia del evangelio es que aprendamos a ser "humanos" al estilo de Dios, a la manera de Jesús. Y todo eso se juega en la calle, en casa, en la tienda, en el autobús, en clase, en nuestras relaciones sociales... Ser humanos... y dar a Dios lo que es de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21

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