Domingo 26 de Octubre de 2014
En el mundillo religioso en el que nos movemos parece que todavía nos surge la misma pregunta: ¿Cuál es el principal mandamiento?
Formados y guiados por las instrucciones y prédicas de los dirigentes de la Iglesia hemos asumido que lo importante era "amar a Dios"... con todo el corazón, con toda el alma, con todo nuestro ser. Sí, añadíamos lo del segundo que es semejante a éste; pero lo importante, lo principal...
Así se lo oí comentar a un Superior General de una Congregación: Si amamos a Dios, descubriremos a los hermanos... Entonces me atreví a hacer un comentario diciendo lo contrario: Si descubrimos al hermano, si lo amamos... amaremos a Dios. Tan acostumbrados estamos a esos argumentos que los aceptamos como el verdadero camino, como la salvación... (Todavía, en la eucaristía de este domingo lo volví a escuchar).
Es la mejor manera de escapar de este mundo, de alejarnos de los hermanos, de los necesitados, de los pobres, de los desahuciados, de los despreciados, de los marginados. Así debía ocurrir ya al principio entre los primeros seguidores. Y Juan, el apóstol, escribe en una de sus cartas: "Si no amas al hermano a quien ves, cómo vas a amar a Dios... A Dios nadie lo ha visto".
Entiendo que mis primeros pasos en el camino hacia Dios es amar a los hermanos. Descubrir, entender, escuchar, estar con esas personas que me rodean, con los que necesitan algo, con los débiles, con los que menos pueden... Ésa será la señal de que he entendido el mensaje de la Buena Noticia del Reino. Ahí están la Ley entera y los Profetas. Lo que viene a decir que eso es toda la Biblia.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40
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