domingo, 15 de junio de 2014

¡Vida para siempre!





Domingo 15 de Junio de 2014

Hoy celebra la Iglesia Católica la fiesta de la Santísima Trinidad y los sacerdotes se esfuerzan en predicarnos (y hasta explicarnos) el misterio de Dios (eso de Uno y Tres al mismo tiempo).
Una tarea imposible, como ya Juan escribió en una de sus cartas: "A Dios nadie le ha visto..."
Y lo que tenemos como revelación de Dios lo hemos recibido en forma de imágenes y envoltura cultural de hace muchos, muchos años.
Todo el empeño que ha puesto el hombre en traducir esas imágenes, en razonarlas y digerirlas por medio de sus argumentos resulta totalmente inútil.
Que si en los textos del Antiguo Testamento... Que si los Doctores de la Iglesia... Que si los Concilios primeros de la Iglesia...
Sólo son eso: explicaciones y revestimientos culturales que siguen dejándonos tan a oscuras como al principio.
Juan lo va a resumir: Dios es amor.
Y Jesús de Nazaret (nuestro Maestro y nuestra fuente primera) nos habla en parábolas, en comparaciones, en cuentos, en acertijos para explicarnos que "Dios es como el padre del hijo pródigo...", "...que es como la mujer que perdió una moneda...", "como el pastor que ha perdido una oveja...", "...como el padre que sabe todo lo que necesitamos...", "...como el ser más bueno del mundo que cuida de las flores y de los pájaros..." Y nos advierte que si no vivimos y respiramos como Dios mismo, no entraremos en el Reino. Vivir y respirar como Él = atender y cuidar del necesitado, del más débil, del pobre y del afligido, del olvidado y oprimido. Y respirar... es el aliento de Dios, su espíritu. Así lo decían en su lengua (Roah = aliento, espíritu).
Por eso entiendo que lo que importa no es que unos Doctores o unos Concilios dijeran que si era Un Dios y Tres Personas, que si Padre-Hijo y Espíritu Santo. No! Lo que importa es cómo vivimos esa vida de Dios. Porque si lo hacemos, es su Aliento el que nos da vida y convierte a los seguidores del Maestro en una auténtica comunidad de Hijos de Dios. Y tener ese Aliento (ese espíritu) es el que nos encamina hacia a la Vida que no termina nunca, a la Vida de Dios mismo.
Estoy pensando en una tía-abuela (muy mayor ella) que parece que ya le quedan muy pocos años (o tal vez días) de vida... Y siento que lo importante es caminar y vivir en esa dirección, con ese estilo de vida y con ese aliento... Hacia Dios. Hacia la vida para siempre.

Texto del evangelio de Juan (3,16-18)

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