sábado, 29 de junio de 2013

No mires atrás

30 de junio 2013 - Domingo 13º tiempo ordinario
 «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
El texto que nos han leído en la eucaristía de hoy se me antojaba siempre como palabras que se dirigían a los discípulos más cercanos a Jesús... En mis años de formación se aplicaba a los que decían tener vocación. De ahí que si llegabas a dudar de tu "vocación", entonces te recordaban esas palabras del evangelio de Lucas.
Ahora escucho las respuestas de Jesús como su manera de entender la vida, su nuevo modo y estilo, el reino de Dios.
Y no existe diferencia alguna ni diferentes "vocaciones". El reino, el mundo nuevo, la nueva vida es una invitación que se hace a todas las personas porque Dios nos llama a todos, nos invita a todos a conseguir esa humanidad nueva llena de ternura y compasión.
Y ahí está nuestra dificultad y nuestro miedo... Queremos creer en Jesús, pero tenemos tantas cosas que hacer antes de decidirnos... La familia, el trabajo, la enfermedad, la economía... Decimos que sí; pero miramos atrás.
José A. Pagola lo comenta así:  "El gran obstáculo que nos impide hoy a muchos cristianos seguir de verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos instalados. Nos da miedo tomarle en serio porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar. Tal vez, la crisis económica nos puede hacer más humanos y más cristianos."
Quizás la propuesta esté precisamente en esa actitud: En hacernos más humanos, más solidarios, más justos y más hermanos... Apostar decididamente por el modo nuevo que tiene Jesús de entender la vida en la que "el más grande sea vuestro servidor", "los últimos sean primeros", "los inútiles sean los preferidos"...
¡No mires atrás!
Texto del evangelio de Lucas (9,51-62)

¿Quién es para ti?

23 de junio 2013 - 12º domingo tiempo ordinario
«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.
Ésa es la gran pregunta.
Jesús de Nazaret, quién es para mí?
Un personaje? Una figura histórica? Un mito? Una leyenda? Un gran maestro?
Supongo que todos hemos pasado por todas esas etapas. Desde la afirmación textual de Pedro: "El Mesías de Dios" hasta quedarnos con un personaje histórico o un mito... Al final, desde nuestra propia vida, desde la realidad que nos rodea...vuelve a nosotros la pregunta: Quién es para mí?
Lucas pone en boca de Pedro esa afirmación que, en las personas de aquellas primeras comunidades de seguidores, debía tener un significado importante y profundo ("El Mesías de Dios").
Hoy, la misma palabra Mesías nos resulta extraña y ajena y no puede reflejar la importancia que pueda tener para nosotros hoy. ¿Acaso esperamos un Mesías? En este mundo global, con unos medios de comunicación tan sofisticados, con una economía tan interdependiente, con unos poderes que abarcan a todos los pueblos, percibimos más que nunca los problemas, las angustias y los males que aquejan a tantos millones de personas y que hacen de nuestro mundo esa extraña división que muestra la riqueza y la maravilla de los progresos de la humanidad al tiempo que esconde todo el dolor, la miseria y abandono de una mayoría que parece obligada a acostumbrarse a la oscuridad y al olvido...
¿Quién es Jesús de Nazaret para unos y para otros?
Y para mí, quién es?
Eres mi Maestro. El que me muestra el camino hacia ese mundo nuevo que tanto soñamos y deseamos. El que me mantiene en esa utopía de la solidaridad, la justicia, la fraternidad y la esperanza... a pesar de todas las dificultades y de todas las "malas" noticias que nos inundan a través de los medios de comunicación.
Texto del evangelio: Lucas (Lc 9,18-24)

sábado, 15 de junio de 2013

Porque tiene mucho amor

16 de junio 2013 - 11º domingo Tiempo ordinario
«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Hoy, en la eucaristía de este domingo, nos han hecho el comentario del texto de Lucas y los de las otras lecturas centrando la atención en la conversión, en el amor de Dios, en el cambio de vida... Y me estaba recordando mi propia experiencia y vivencia siguiendo la tradición más ortodoxa de la religión católica. ¡Cuántos pecados! ¡Cuántas confesiones! ¡Cuántos exámenes de conciencia! ¡Cuántas penitencias!... para terminar siempre como en un círculo vicioso como el niño que está aprendiendo a escribir y comete tantas faltas que, a cada paso, tiene que estar borrando y corrigiendo... Y termina por ver únicamente las faltas cometidas, los borrones, las manchas sin entender siquiera las palabras que está escribiendo.
Pablo, en esas cartas que escribía a aquellas comunidades de seguidores de Jesús tiene un lenguaje diferente. Bueno, quiero decir que su manera de explicar, sus comentarios, están muy lejos de la manera del Maestro, Jesús de Nazaret. Tiene un lenguaje como de escuela, con muchos argumentos y ejemplos rebuscados, más propios de maestros y estudiantes de la escuela de teología o rabínica y totalmente alejados de la realidad cultural de nuestro tiempo. Aún con todo, señala que lo que nos salva es la fe = fiarnos y creer en el mensaje del Maestro, estar convencidos del nuevo estilo de vida que nos anuncia y nos propone.
El otro día, una señora de esas que hablan en la iglesia y pertenece al consejo parroquial... le preguntaba a un muchacho que nos ayuda en el reparto de alimentos en Cáritas que si creía en Dios... Y durante un rato le dio la charla... Supongo que para ella significaba su manera de ser mensajera del evangelio, predicar la buena noticia.
Me sentí incómodo. Y veía en su persona el modo y manera de la iglesia que "predica" el evangelio y habla y habla... en medio de un mundo que vive y respira, que ama y que odia, que goza y que sufre, que espera y también se desespera.
¿Que si creo en Dios? ¿Que si amo a Dios? ¿Que si me convierto a Dios?
Lo primero que me vino a la mente fueron las palabras de Juan, en una de sus cartas: A Dios nadie le ha visto. Si no amas a tus hermanos a los que ves, cómo vas a amar a Dios...
Entiendo que hemos desenfocado el mensaje de Jesús.
Al amar a mis hermanos entiendo que Dios me perdona.
Al amar entiendo que Dios me salva.
Al ser solidario con los más débiles y necesitados me estoy convirtiendo.
"Porque tiene mucho amor" dice Jesús de la mujer...
Sin darnos cuenta nos hemos hecho más exigentes y duros que los más estrictos fariseos y escribas. Y juzgamos según el cumplimiento de las leyes. ¿Dónde se ha quedado el amor? ¿Dónde está la compasión y la ternura?
Si no amamos, si no desarrollamos la ternura y la compasión... es que no hemos entendido nada del mensaje de Jesús. Y el amor, la ternura y la compasión son de carne y hueso o si no... sólo son palabras.
"Porque tiene mucho amor"...
Texto tomado del evangelio de Lucas (7,36–8,3)

sábado, 8 de junio de 2013

Tener lástima

9 de junio 2013 - 10º domingo Tiempo Ordinario
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.»
Escuchando el texto del evangelio en la eucaristía de este domingo me hace pensar en la manera que hemos reflexionado tantas veces: 
El poder de Jesús para resucitar a un muerto (el hijo de esa viuda)... porque es el hijo de Dios.
Jesús de Nazaret es el gran profeta que ha venido a salvarnos... El Mesías.
Sólo el Señor puede salvarnos de tantos males y de tanto pecado... en este mundo en el que vemos tanta crisis, tantos males, un mundo y una sociedad tan alejada de Dios...
Reflexiones escuchadas tantas veces que apenas si nos llaman la atención: Que tenemos que escuchar la palabra de Dios; que tenemos que poner a Dios en nuestra vida; que, en definitiva, que seamos buenos...
Y así nos volvemos a nuestras casas con nuestra vida de siempre, nuestras ocupaciones, nuestros ocios y entretenimientos.
Y el texto del evangelio se queda en eso. Y da lástima. Me hace pensar que no hemos entendido nada. Hemos desenfocado nuestra atención perdiendo el sentido y la profundidad.

Como cada domingo, un detalle tomado del comentario de J.A. Pagola: "Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Ahí está el punto. Un amigo nos comentaba que en la iglesia tenemos, por un lado, los grupos que siguen con la tradición y con la rutina de siglos... Y, por otro lado, los que nos sentimos tan satisfechos leyendo o escuchando a Pagola, a J.M. Castillo, a Aguirre... Mientras el mundo, millones de personas se desangran y mueren en la miseria, en la desnudez, en medio de la violencia y de la marginación. Nuestra iglesia se merece y necesita un "15M", protestas reales, quemar unos cuantos edificios...
Entiendo el sentido de su comentario. Porque no nos basta con hacer bonitos comentarios, alejarnos un poco de la reflexión de siempre, de la tradición y la ortodoxia de la institución... Mientras no entendamos a "tener lástima", mientras no hagamos real en nuestra vida la compasión y la ternura de Dios... no habremos entendido nada.
Ése es el reto para nosotros.
Llegar a sentir como carne de mi carne a la gente desfavorecida, a los pobres y desvalidos, a los marginados, a los que sufren violencia y opresión... Y qué lista más larga!!! Y qué cerca los tenemos... (sin apenas darnos cuenta).
Me decía una amiga que eso era lo primero: Tener compasión. Padecer con... 
"-No llores!" Es la palabra de Jesús. (Se acerca, consuela y actúa).
Texto de Lucas (cap 7,11-17)

miércoles, 5 de junio de 2013

JESUS DE NAZARET Y LA SALUD

Me ha gustado tanto que quiero hacerme eco de lo que escribe Faustino Volalabrille...
FAUSTINO VILALABRILLE, sacerdote, faustino.vilabrille@gmail.com
GIJÓN (ASTURIAS).
 ECLESALIA, 03/06/13.- En el Evangelio de Jesús tenemos el programa social más importante que ha conocido hasta ahora la historia de la humanidad, que abarca todas las dimensiones fundamentales del hombre: el amor, la justicia, la fraternidad, la unidad, la igualdad, la salud, la alimentación, la felicidad, la vida, la amistad, la paz, la esperanza, el bienestar personal y social, etc.
El Evangelio nos relata varias decenas de hechos extraordinarios que realiza Jesús para restablecer la salud de las personas, porque Jesús le daba una importancia fundamental, ya que de ella depende el bienestar o sufrimiento de las mismas. Jesús curaba a toda clase de personas: niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos, incluso hasta el punto de devolverles la vida: hija de Jairo, hijo de la viuda de Naín, o Lázaro.
Hasta hay un pasaje en el que se nos cuenta la curación de un criado de un centurión (militar) romano. Seguro que a Jesús no se simpatizaban nada los militares, porque El vino a traer paz y no guerra. Aquel militar, aunque estaba absorbido por el sistema político-militar romano, tenía buenos sentimientos, y a pesar de que el enfermo era su criado lo quería bien, y por eso acude a Jesús para que lo cure. Tiene fe en Jesús, que se lo cura ya antes de llegar a su casa.
Hoy hay muchas enfermedades y sufrimientos perfectamente evitables y prevenibles. Estando en Guatemala en 2011, vimos con dolor y hasta desesperación a miles y miles de hombres, incluso familias enteras y por tanto también niños, trabajando en la zafra de la caña de azúcar para obtener azúcar o biodiesel. Una enfermedad mortal, llamada ERC (enfermedad renal crónica) deteriora irreversiblemente el riñón acabando prematuramente con la vida de estos trabajadores, extenuados además por el calor, la sed, y el trabajo a destajo, explotados por las multinacionales, que les pagan una miseria, no por el tiempo trabajado, sino por la cantidad de caña cortada. De ahí que trabajen de sol a sol con temperaturas entre 35 y 40 grados. Este problema afecta a los siete países de Centroamérica, donde este cultivo va en aumento. Una fábrica en Nicaragua produce más de 18 millones de litros de etanol al año. En el primer mundo lo utilizamos porque contamina mucho menos que el petróleo porque no queremos respirar aire contaminado, pero detrás quedan muchos miles de vidas prematuramente perdidas para producirlo. El valor de esta producción en los siete países citados alcanzaba en 2009 la cifra de 1.294.485.000 $. Las multinacionales se hacen con el derecho a la tierra, que queda en manos de grandes monopolios, apoyados incluso por paramilitares y sicarios, desplazando a un campesinado empobrecido y sin tierra, que queda obligado a trabajar como peones de las empresas a las cuales se la tuvieron que vender.
Estos días pasados hemos tenido noticia de lo que pasa en la India con las fábricas de confección que se derrumban o incendian con varios cientos de muertos, donde también empresas españolas elaboran prendas que nosotros vestimos, dando ganancias cuantiosísimas a sus dueños, pero hay innumerables casos de trabajo injusto e indigno en muchos más países, como el que acabamos de relatar.
La salud es un derecho fundamental del ser humano. Detrás de ese azúcar que echamos en la taza de café que tomamos al desayuno, o en la coca cola que bebemos hay mucho dolor, sufrimiento y muerte. Pues también el café es cosechado en condiciones muchas veces cruelmente inhumanas: conocimos a un joven que venía de la zona de la costa occidental de Guatemala, enfermo de tuberculosis de cosechar café por trabajar mojado, estar mal alimentado y dormir a la intemperie, mientras un terrateniente cafetalero tenía tres latifundios de más de 1000 hectáreas cada uno y al lado de su casa un helipuerto para uso particular y los 2000 obreros en una sola finca, dormían en "galeras", sobre la pura tierra y encendían hogueras por la noche para ahuyentar el frío y posibles animales. Cuando un obrero enfermaba se negaba a llevarlo al hospital: "si muere que se muera, hay muchos más que desean trabajar aquí". Esta terrible frase se la oí yo mismo. ¡Qué diferencia tan grande con Jesucristo!
En conclusión: Usemos menos el coche, andemos más que es más sano, endulcemos con miel de las maravillosas abejas (responsables del 30 % de los alimentos que comemos), infinitamente más sano que el azúcar, compremos el café en tiendas de comercio justo, desechemos los alimentos transgénicos de Monsanto, la Bayer y otras multinacionales, que negocian con nuestra salud. Hagamos objeción de conciencia a los gastos militares y a la carrera de las armas, que se fabrican en el Norte pero matan en el Sur, es decir, asesinan a los más pobres.
Hoy estamos en una etapa de la historia en que es posible acabar con el hambre en el mundo con tal de acabar con la voracidad infinita de los depredadores del hombre y la tierra, que solo quieren dinero y más dinero a costa de los demás. Al final son tan pobres, tan pobres que solo tienen dinero, porque no tienen justicia, ni sentimientos, ni amor, ni fraternidad, ni solidaridad, ni misericordia, ni bondad, ni amistad, ni comprensión, ni humanidad... Ese no es el camino para ser feliz. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Un cordial abrazo a todas y todos.
 

sábado, 1 de junio de 2013

Dadles vosotros de comer

2 de junio 2013 - Fiesta del Corpus Christi
"Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban."
A lo largo de los tiempos la celebración de esta fiesta ha servido a la iglesia (en especial a los jefes de la misma) para instruir, exhortar, enseñar y enaltecer el "sacramento de la eucaristía".
Tanto hemos hablado de la misa y del sacramento que, a mi modo de entender, hemos ido creando un verdadero ídolo. Las misas, las adoraciones, las horas santas, ciertas celebraciones... tienden a ser lo más sagrado de la religión católica.
Me pregunto si la buena noticia de Jesús de Nazaret tiene algo que ver con todo eso.

En el texto de la celebración de hoy quiero fijarme en dos palabras:
"Jesús se puso a hablar... del reino de Dios".
Es tan recurrente que, para todos los que nos decimos seguidores del  Maestro, ésa debería ser nuestra gran preocupación. El reino de Dios. Porque, en definitiva, ése es el único camino. Intentar hacer de nuestra vida y de nuestro mundo un lugar y un estilo humano, solidario, justo, lleno de compasión y ternura... al estilo de Dios mismo (como nos lo muestra Jesús).
Y la otra palabra: "Dadles vosotros de comer"
Es lo que les dice el Maestro. Nos resulta más simpático contar el "milagro de los panes y los peces"; pero me creo que su primera respuesta es más importante. Y entiendo que volvemos a hablar del reino de Dios.
En una sociedad, en un mundo, en el que existen millones de personas hambrientas, oprimidas, despreciadas y marginadas... los seguidores del Maestro tenemos que ser "la sal de la tierra", "la luz del mundo"... Los que dan de comer y de beber, los que visten al desnudo, visitan al encarcelado, atienden al desvalido.
Es como enfocar nuestra vida de otra manera. Cito de memoria cuando digo que los pobres son el verdadero sacramento de los discípulos de Jesús... Y tomo prestados algunos comentarios que hace José Antonio Pagola al texto de hoy:
"Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso de solidaridad práctica.
No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos. Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros intereses." (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Texto del evangelio Lucas (9,11b-17)

Se acerca vuestra liberación

Esta despiertos en todo tiempo 1 de diciembre 2024 Este domingo comenzamos el tiempo de Adviento. Acostumbramos a celebrarlo como una prepar...