domingo, 3 de febrero de 2013

Con intención de despeñarlo


3 de febrero 2013 - 4º domingo tiempo ordinario
"- ...todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo"
Hoy escuchaba el texto del evangelio de Lucas y estaba pensando que esa actitud de no aceptar el mensaje de Jesús de Nazaret también ocurre entre nosotros.
Los primeros seguidores de Jesús, hombres y mujeres, tenían muy claro y muy presente el final del Maestro: su arresto, su condena y su ejecución en la cruz... Un rechazo total. Condenado y ejecutado como un agitador, como un terrorista, como un esclavo insumiso y rebelde.
Y, sabiendo todo eso, Lucas dice que en su propio pueblo (aunque se admiraban de lo que decía) decían: "¿No es el hijo de José?"... Luego lo empujaron y lo echaron del pueblo.
Entre nosotros no ocurre eso. Eso es lo que pensamos.
Nos hemos acostumbrado al Jesús de los discursos y parábolas, a sus milagros y a su simpatía con los niños... Y también al rechazo frontal de la condena, crucifixión y muerte en la cruz. Ahora la cruz es un adorno (más o menos caro) que nos colgamos al cuello o que vemos en las iglesias y que tiene algo de mágico.
Pero aceptar su camino y su buena noticia...
En el momento en que comprendemos que Jesús se pone de parte de los más humildes, de los más débiles, de los despreciados de nuestro mundo, de los que sufren violencia, de los indefensos... entonces nos damos cuenta de que resulta peligroso, que eso es ser revolucionario, que va contra la ley, que nuestra sociedad no lo acepta...
Eso es lo que anunciaba el profeta Isaías y que Lucas pone en boca de Jesús como lectura en la sinagoga...
Nuestra sociedad nos presenta un panorama más bien desolador: Millones de personas sin trabajo, familias que pierden sus casas, miles y miles de personas que tienen que acogerse a la caridad para poder comer, inmigrantes africanos que llegan a nuestras costas en busca de trabajo y una vida mejor y que son tratados como delincuentes, mujeres víctimas de la violencia, abuso de los grandes y de los ricos en busca de mayores beneficios...
Jesús de Nazaret no miraría con indiferencia todo ese panorama. Su estilo de vida, su voz, sus gestos, su manera de actuar tendría más bien un acento duro, claro, decidido... Acusador en muchísimas ocasiones.
El mensaje de Jesús "no es para proporcionar a sus seguidores creencias, ritos y preceptos para vivir su relación con Dios", como comenta J.A. Pagola. Jesús de Nazaret quiere "promover un mundo más humano", orientado a una vida al estilo de Dios mismo.
Me temo que, en esas situaciones, tanto Jesús como sus seguidores serían empujados fuera del pueblo, se les tacharía de revolucionarios y agitadores y, quien sabe, si no serían condenados, encerrados en la cárcel y... ajusticiados.

Texto del evangelio de Lucas (4,21-30)

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