23 de diciembre 2012 - 4º domingo de Adviento
"Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá"
Estamos a punto de celebrar la Navidad.
Toda la tradición, todas las costumbres de nuestras comunidades cristianas, apuntan hacia una celebración que va desde lo folklórico a lo que siempre se ha hecho.
Vivimos estas celebraciones en esa mezcla de fiestas familiares, grandes comidas, muchos regalos y visitas a la iglesia para la celebración, ver la representación del belén, escuchar los villancicos y de paso desear "felices fiestas" a todos los amigos y conocidos.
Y escuchamos los textos del evangelio que ya conocemos de memoria en medio de esa repetición que hace tiempo dejó de asombrarnos y maravillarnos.
Hoy el evangelio de Lucas presenta ese recorrido de María y su encuentro con Isabel... Tiene su encanto y su poesía. Los textos del antiguo testamento están ahí de fondo como poniendo el relieve a dicho encuentro. Y toda la maravilla que pone Lucas en la narración se ha convertido en un acontecimiento más dentro de lo extraordinario de la religión. Me parece entender que todo lo que diga y ocurra en los textos evangélicos lo estamos mirando desde arriba ("para Dios nada hay imposible...") y finalmente todo se reduce a "creer y aceptar" todo lo que se narra como un milagro más de Dios en el camino de la salvación...
Es por eso que, a mi modo de entender, hemos formado muchísimas comunidades de "creídos" y pocas de "creyentes". Nos conformamos con "aceptar" las historietas, las leyendas, la poesía y las visiones de los textos bíblicos como algo bello, precioso, conmovedor... Pero apenas si afectan a nuestra vida. No llegamos a ser creyentes.
Y al decir creyentes, me atrevo a subrayar la última frase del texto de hoy: "Dichosa tú que has creído..." Me recuerda la respuesta que dio Jesús de Nazaret a la persona que le dijo: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron..." Le respondió: Dichosa más bien la que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica.
Y decimos que María (con todas la dificultades y no pocas incomprensiones) debió de escuchar a Jesús muchísimas veces y desde su sencillez y poca cosa (al fin y al cabo sólo era una mujer en un pueblo bien poco conocido como era Nazaret) fue haciendo suyo el mensaje que comunicaba su hijo... Dichosa tú que has creído...
Para mí, ése es el punto. Personas que creen en la buena noticia de Jesús de Nazaret. Y en la comunidad cristiana hay muchas mujeres que creen, que se fían de la palabra de Jesús, que se entregan, que hacen del evangelio su vida... Sin cargos, sin jerarquías, sin dirección, sin estar por encima de los demás terminan siendo el punto de referencia. Finalmente ellas, muchísimas de ellas, terminan siendo verdaderas madres dentro de la comunidad...
¿No deberían aprender algo los que se proclaman como jefes, vicarios de Cristo, pastores, dueños y señores de la misma iglesia?
Ya sé que puede sonar a barbaridad; pero estaba pensando que sólo en una comunidad de hermanos se hace presente Jesús y el espíritu de Dios nuestro padre. Y mientras haya jerarquía, jefes y mandamases sólo hay contradicción y nos alejamos del espíritu evangélico y del camino de la buena noticia...
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45):
En aquellos días, María se puso de camino y fue a prisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
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