9 de diciembre 2012 - 2º domingo de Adviento
"Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios"
Hace ya tiempo leía el comentario que hacía John D. Grossan (en su libro "El Jesús de la Historia") referente a la biblia y a los evangelios en particular: Decía que son como una partitura de música que cada época, cada cultura, cada pueblo ha tocado e interpretado... Ahora es nuestro tiempo, nuestro momento. Nos toca a nosotros retomar esa música y revivirla.
Estamos en Adviento y, como si de una repetición de curso se tratara, volvemos a escuchar la lección. Y eso está bien ya que somos discípulos de nuestro único Maestro, Jesús de Nazaret.
Lo que ocurre es que, de tanto oírlo, nos vamos quedando con la letra (la sabemos de memoria); pero hemos perdido el ritmo y no hay vida ni entrega en nuestra música.
Lucas presenta a Juan el Bautista y recoge la voz antigua de los profetas: "una voz grita en el desierto..." Y grita a los cuatro vientos que hay que preparar el camino... Llega la salvación!
Hay que hacer penitencia... Esa palabra ha resonado en nuestros oídos desde siempre. Es la letra de la maravillosa melodía que es la Buena Noticia del evangelio. Sí, esas palabras de penitencia aparecen en boca de Juan. También Jesús de Nazaret nos dice algo parecido. El tema es que, de tanto repetir el estribillo, hemos olvidado cómo hay que sentirlo y vivirlo.
Y, sin embargo, Jesús de Nazaret marca bien claramente la diferencia: "Cambiad, convertíos, daos la vuelta... El reino de Dios está en medio de vosotros..."
Entiendo que, contrariamente a lo que he oído tantísimas veces, el cambio, la conversión no es hacia Dios, sino hacia el hermano. El estilo no es el de hacer penitencia castigando el cuerpo o rezando muchas oraciones, sino la conversión al hermano, al pobre, al desvalido, al débil, al necesitado, a las personas despreciadas de nuestra sociedad... Ése es el cambio, ésa es la preparación del camino...
Estamos en Adviento y, como si de una repetición de curso se tratara, volvemos a escuchar la lección. Y eso está bien ya que somos discípulos de nuestro único Maestro, Jesús de Nazaret.
Lo que ocurre es que, de tanto oírlo, nos vamos quedando con la letra (la sabemos de memoria); pero hemos perdido el ritmo y no hay vida ni entrega en nuestra música.
Lucas presenta a Juan el Bautista y recoge la voz antigua de los profetas: "una voz grita en el desierto..." Y grita a los cuatro vientos que hay que preparar el camino... Llega la salvación!
Hay que hacer penitencia... Esa palabra ha resonado en nuestros oídos desde siempre. Es la letra de la maravillosa melodía que es la Buena Noticia del evangelio. Sí, esas palabras de penitencia aparecen en boca de Juan. También Jesús de Nazaret nos dice algo parecido. El tema es que, de tanto repetir el estribillo, hemos olvidado cómo hay que sentirlo y vivirlo.
Y, sin embargo, Jesús de Nazaret marca bien claramente la diferencia: "Cambiad, convertíos, daos la vuelta... El reino de Dios está en medio de vosotros..."
Entiendo que, contrariamente a lo que he oído tantísimas veces, el cambio, la conversión no es hacia Dios, sino hacia el hermano. El estilo no es el de hacer penitencia castigando el cuerpo o rezando muchas oraciones, sino la conversión al hermano, al pobre, al desvalido, al débil, al necesitado, a las personas despreciadas de nuestra sociedad... Ése es el cambio, ésa es la preparación del camino...
Vuelvo a citar a José Antonio Pagola en su comentario de este domingo: "En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.
Quiero tener fijos los ojos en el Maestro para aprender su estilo y su manera, para saber interpretar su melodía y su vida.
No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí."
Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,1-6):
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
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