30 de octubre 2011 - 31º domingo ordinario
"...No os dejéis llamar maestro... No llaméis padre vuestro a nadie... No os dejéis llamar consejeros..."
"...El primero entre vosotros será vuestro servidor..."
¡Qué cambio! Las indicaciones de Jesús de Nazaret son tan revolucionarias que no nos las creemos.
Las hemos escuchado muchas veces en la misa o en algún otro momento; pero casi siempre terminamos fijándonos en todo lo que dice de los escribas y fariseos: Ellos que dicen y no hacen, que cargan a otros con fardos pesados y ellos no mueven un dedo. Que les gusta figurar y que les vean en las ceremonias. Que la gente les reconozca, incluso en la calle, y que les llamen "maestros"...
Es curioso observar que todo eso que decía Jesús de los dirigentes y gentes importantes de su tiempo y de su religión podría decirlo ahora mismo de otras religiones, incluida la católica.
Podría decir muy bien que en las cátedras de la iglesia católica (y no digo de otras iglesias porque no las conozco) se han sentado obispos, cardenales, monseñores y otros muchos... Y podría repetir el párrafo entero. Basta con mirar sus modos y maneras; sus ropajes y vestiduras; sus ceremonias y manifestaciones; sus discursos y escritos. Y todo ello justificado porque están sentados en la cátedra de Moisés o mejor en la de Jesús de Nazaret (que nunca la tuvo). Y llegan a decir que están en nombre de Dios, que son sus representantes...
"...Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro... ni consejero... Ni siquiera llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro padre, el del cielo..."
¡Qué cambio!
Si pretendo seguir el camino de Jesús, las huellas de Jesús son bien claras. Y solamente si me fijo en ellas puedo entrar en el reino de Dios. Ni títulos, ni apariencias, ni honores, ni reconocimientos, ni sabiduría alguna... Es lo que comentaba Pablo en una de sus cartas: Esa manera de ver y de vivir "es locura para los judíos, necedad para los griegos..." Y cuando dice que Jesús se abajó hasta tomar la forma de "esclavo", está señalando en la misma dirección. Sólo que en nuestros razonamientos nosotros lo elevamos tanto, lo ponemos tan lejos de nuestra realidad que se lo dejamos a él, porque para eso lo mandó Dios a este mundo...
Y eso me parece un error. Que Jesús terminara su vida en este mundo como un esclavo colgado de un madero a las afueras de la ciudad nos muestra lo lógico de su vida: Vivió y se acercó a los más humildes y desgraciados de su sociedad y de su tiempo y desde allí proclamó la buena noticia del reino. Porque sólo desde abajo se puede entender esta locura de Dios. Y hablaba en sentido literal. Una humanidad nueva que arranca desde abajo del todo, que acoge a los desvalidos, a los marginados, a los despreciados, a los oprimidos, a los que no son nadie... Y cuando esas gentes se sienten acogidas y tenidas en cuenta surge el reino de Dios.
"El primero entre vosotros será vuestro servidor..."
¿Cómo entender eso? Me miro a mí mismo y no me reconozco todavía en ese camino. Que la comunidad de los que queremos seguir a Jesús sea capaz de reconocer a todos esos que figuran como "servidores", como "criados", como gente sin medios, sin posibilidades, sin estudios, sin títulos... Que ellos sean "primeros" entre nosotros. Que en nuestros encuentros y reuniones, que al recordar a Jesús de Nazaret todos ellos figuren como primeros, como algo que nos preocupa, que nos importa... Porque al atenderlos, al cuidarlos, al ponerlos delante es como estamos cuidando y atendiendo al mismo Dios que se hace carne en ellos. Y en esos momentos comenzaremos a experimentar el reino, la buena noticia, la humanidad nueva.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»