domingo, 10 de julio de 2011

Salió el sembrador...


10 de julio 2011 - 15º domingo tiempo ordinario

"Cuando uno oye la palabra del reino..."

En nuestra iglesia se celebra la novena de la Virgen del Carmen y el sacerdote que ha presidido la eucaristía ha hecho una celebración en torno a la figura de la Virgen del Carmen tomando textos que la iglesia ha preparado en fiestas de la madre de Jesús.
Gente de nuestra parroquia celebra la novena y llevan el escapulario o pertenecen a la cofradía. Además los sacerdotes que sirven en nuestra iglesia son carmelitas...
Es una celebración con cierto toque y sabor rancio. Vaya, lo más clásico y tradicional. Como tiene que ser! dirían algunos. Pero me resulta extraño. Devociones que nuestros padres y abuelos vivieron con mucha devoción y fe, prácticas que venían tan recomendadas (el rosario, el escapulario, las novenas y jaculatorias) y que asumíamos como el mejor remedio y medicina para nuestra "salvación".
A estas alturas, intentando la reflexión semanal del evangelio y del mensaje de Jesús de Nazaret, me siento descolocado. Y, mientras escuchaba al sacerdote, no cesaba de preguntarme dónde está la buena noticia del evangelio, dónde la palabra de Jesús de Nazaret, dónde el nuevo estilo de vida... Todo el mensaje se nos va en alabar a la madre, en agarrarse a su protección, en llevar el escapulario.
Me decía a mí mismo: es como si no hiciera falta Jesús de Nazaret, ni su mensaje, ni la buena noticia del evangelio. Se nos plantea la vida como algo que hay que superar acogiéndonos a esta abogada que tiene buena mano y que responderá a todo lo que necesitemos. Ella, con todos los títulos que tiene, seguro que nos lleva de su mano y nos alcanza la "vida eterna"...
Así que me sentí desinflado. Y acudían a mi mente tantas indicaciones de Jesús de Nazaret: Dios es vuestro padre. Pedidle lo que queráis... Es más, él ya sabe lo que necesitáis. No hacen falta muchas palabras... Confiad en él. No veis las flores del campo y los pájaros? Vosotros valéis más que todos ellos...
Y, sobre todo, su estribillo constante: el reino de Dios.
Escuchad. Ya ha llegado! está en medio de vosotros. Cambiad vuestro estilo de vivir. Lo que importa es descubrirlo y actuar en consecuencia...
Porque el reino de Dios se parece a...

Así comenzaba la lectura de hoy, domingo: "salió el sembrador..."
La buena noticia, la manera nueva de vivir se parece a esa semilla del sembrador...
Y, como ocurre en todas las siembras (algo que antiguamente veíamos en los campos), el sembrador iba esparciendo la semilla en su campo. Había semillas que caían en la orilla del campo, entre piedras y espinos; otras semillas caían en el camino; otras caían en buena tierra...
Lo mismo ocurre con la buena noticia del reino de Dios.

Eso lo hemos escuchado tantas veces que ya lo sabemos de memoria. Lo que no acababa de entender y asumir bien es la semilla del reino de Dios tuviera referencia a mi manera de vivir, al estilo nuevo de Jesús de Nazaret, a descubrir a Dios que se ha hecho carne y está entre nosotros envuelto en la soledad y abandono de los inmigrantes que llegan a nuestra tierra, angustiado por la falta de casa, o hambriento en tantos hogares, despreciado por su condición, por su ignorancia, por su pobreza...
Desde la iglesia , portadora de esa "palabra" del reino de Dios (y sus ministros casi únicos depositarios de su explicación y su verdad), se entendía que había que "acoger" esa semilla del reino cumpliendo las normas y mandamientos, recitando las oraciones y celebrando sus ceremonias... Y se establecía como una división de caminos y vías haciendo cada vez más complejo el saber qué es lo que había que hacer.
Surgieron multitud de órdenes y congregaciones, asociaciones y cofradías, devociones y prácticas de piedad. Todas ellas con su sello de "garantía" que acreditaba (bajo el sello de la autoridad suprema de Roma) que eran remedio y vía segura de salvación... Se amontonaron los intermediarios en forma de santos y santas, mártires y confesores. Y nuestra vida comenzó a girar en torno a ellos. Novenas, oraciones, letanías, prácticas de todo tipo que eran la mejor manera de ablandarnos y ponerlos de nuestro lado para que acudiesen a nuestras peticiones y demandas...
Sin embargo, reflexionando ahora, entiendo que esa semilla, la palabra de Dios, no es algo que podamos ir distribuyendo como si fueran folletos de publicidad, propaganda. No, de ninguna manera. Es mi estilo de vida, es mi esfuerzo por seguir a Jesús de Nazaret. Y cuando empiezo a gustarlo y saborearlo entiendo esas explicaciones que decía Jesús en forma de cuentos o parábolas: Mi vida adquiere otro valor, lo que antes me importaba ya no tiene sentido, y es buena noticia para todos esos "últimos" de nuestra sociedad en los que voy descubriendo a Dios, nuestro padre, que se ha hecho carne y que al atenderlo voy adquiriendo humanidad, una vida que va más allá de la muerte.
Entonces, si no centro mi vida en esa semilla, en ese estilo nuevo de hacer y de vivir, pierdo mi tiempo, "construyo sobre arena", es como si dicha semilla cayera en el camino... No dará fruto.

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