domingo, 24 de julio de 2011

El reino de los cielos se parece...


24 de julio 2011 - 17º domingo ordinario

"El reino de los cielos se parece..."
"-...a un tesoro escondido..."
"-...a un comerciante en perlas finas..."
"-...a la red que echan al mar..."

Cuántas veces he escuchado las parábolas que Jesús contaba. También he oído las explicaciones más o menos ingeniosas que a lo largo de toda una vida han predicado tantos y tantos predicadores. Y yo mismo, en mi reflexión, me parecía aplicar correctamente pensando y creyendo que el tesoro escondido era Jesús mismo, o el evangelio, o la fe, o simplemente las enseñanzas de la iglesia.
El tesoro escondido o la perla preciosa o (como una aplicación más directa) la red que recoge toda clase de peces... y al final los pescadores (el juez divino) reúne a los buenos y arroja a los malos.
De ahí la confirmación de que mis buenas acciones, mi buen comportamiento, mi cumplimiento de los mandamientos (de Dios y de la iglesia) me llevarían precisamente al cesto de los peces buenos...

Hoy vuelvo a escuchar las parábolas y comparaciones y sin querer aparece una sonrisa en mi cara. Entiendo que Jesús de Nazaret no me está dando "doctrina", lecciones, argumentos que confirmen algo. No, sólo son comparaciones. Escenas corrientes de la vida corriente para que entienda ese mensaje que viene repitiendo:
-El reino de Dios (o el reino de los cielos) es entrar en esa manera nueva de hacer y de vivir en la que lo más importante es la vida... comenzando por los más humildes y débiles. Una vida justa, sin abusos ni violencias, sin explotaciones, una vida solidaria y compartida, una vida humana.
Y llega a decir: "Buscad, ante todo, el reino de Dios... que lo demás se os dará por añadidura".
Cuando proclama que el reino de Dios está entre vosotros (o dentro de vosotros) nos está dando la dirección. Porque no es tratando de cumplir mandatos y normas, rellenando todas las reglas de la religiosidad o las oraciones (novenas, triduos, horas santas...) acostumbradas que entramos en ese reino. Tanto es así que, incluso a gente muy piadosa y creyente, llega a decir: "No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de Dios..." Y lo aclara al comentar que habrá gente que dirá: "En tu nombre hemos hecho milagros..., hemos ayunado y rezado, hemos cumplido todo lo mandado..." Y yo les diré: "No os conozco! Porque no atendisteis al necesitado, cuando no visitasteis al enfermo, cuando no apoyasteis al desvalido..."
Porque ésos son, precisamente, los que pertenecen al reino de Dios (como explicaba el domingo pasado en la parábola del sembrador).

Entonces, encontrar el tesoro escondido o la perla preciosa no es otra cosa que descubrir ese modo nuevo de vivir y de hacer. Y la red que recoge "a los buenos y tira a los malos fuera" no es otra cosa que el criterio que adoptamos en nuestra vida.
Entender eso y comprometer mi propia vida es el comienzo del encuentro maravilloso de ese tesoro escondido. Sencillo a más no poder. Difícil porque compromete la vida, no las ideas, no los argumentos, no los razonamientos...
Y cuando una persona lo descubre todo lo demás comienza a perder importancia. Todo se vuelve relativo. Ni el poder, ni la sabiduría, ni las cosas, ni las situaciones y lugares... son ya decisivas. Y pasan a primer plano toda esa humanidad doliente que nos rodea, esa humanidad que llega en pateras, esa humanidad que vemos en nuestras calles representada en tantos hombres y mujeres (inmigrantes en su mayoría) que vemos débiles y empobrecidos, tratando de subsistir.
Toda esa humanidad, para nosotros, roba los primeros planos. Y estamos atentos a todo aquello que las Noticias pueden calificar de eventos y acontecimientos, pero que para nosotros tienen el calificativo de Dios hecho carne. Los millones de personas empobrecidas de Africa, la hambruna de Somalia, el mundo campesino de tantos países, los millones de personas que sufren el paro y el abuso en nuestra misma España, a tantos y tantos "indignados" que poco a poco quieren hacer oír su voz y reclamar precisamente esa vida más justa y más humana...
Sí, ellos son portada y primer plano. Y conviene que no me distraiga pensando en otras cosas que me justifiquen y me salven.
Por eso, en nombre de tanta gente que aquí y en muchos otros sitios del mundo, han comprendido esa palabra de Jesús, me siento agradecido de haber escuchado y sentido su mensaje. Y mi sonrisa de agradecimiento porque es una noticia grande para nuestra humanidad.

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