31 de julio 2011 - 18º domingo tiempo ordinario
"Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos..."
La lectura de este fragmento del evangelio (al igual que en otras ocasiones) ha permitido toda una clase de catequesis, explicaciones y comentarios que poco a poco han ido tomando cuerpo hasta convertirse en algo aparte del mismo evangelio.
Me explico. Recuerdo (y todavía hoy en día) predicaciones en las que este signo de los panes y los peces servían de base a largas y sabias argumentaciones sobre la Eucaristía. El sacramento por excelencia, la multiplicación de la presencia de Jesús, la importancia del sagrario y la adoración del Santísimo Sacramento, el valor de la santa misa, etc.
Y, como decía, todo esto se traducía en un apartado del evangelio, algo que casi se puede decir que está por encima del evangelio mismo...
Hoy, al releer y reflexionar lo escuchado en la eucaristía del domingo, como que me siento incómodo con todas esas explicaciones.
Ante todo, me parece importante y vital no distraernos del mensaje de Jesús de Nazaret.
Su buena noticia es el reino de Dios. Su presencia entre nosotros, dentro de nosotros incluso. Lo que recalca a lo largo de toda su vida es el estilo nuevo y manera de vivir. Una humanidad nueva al estilo de Dios.
Y en ese modo nuevo tenemos a Dios que se hace carne y presente entre nosotros. Que Dios es nuestro padre, un padre tierno (padre-madre) que quiere a los hombres, que es "amor" como lo define Juan, que tiene verdadera pasión por sus criaturas y no puede consentir la injusticia, la opresión, la violencia, el menosprecio, el abuso, la falta de salud, la miseria y el hambre... Y que precisamente todos esos son sus "preferidos". Por ser los más olvidados, los últimos, los indefensos, los que menos tienen... Y en ellos se encarna. Sí, así de fuerte.
De modo que cuando Jesús de Nazaret quiere ilustrar lo que significa pertenecer al reino de Dios, entrar en él, ser reconocido por Dios mismo... apela a ese juicio final: "porque tuve hambre..., estaba desnudo..., estaba en la cárcel..., enfermo... etc." Esa es la clave, la contraseña.
Entonces, siguiendo en esa línea, Jesús al ver la multitud..."le dio lástima..."
¿Qué vería en aquellas gentes que le seguían? ¿Quiénes eran? ¿Qué aspecto tenían?
Me creo que no eran gentes poderosas, ni ricos, ni sabios, ni doctores, ni terratenientes...
Pienso que eran gentes sencillas, gentes de los pueblos y aldeas de la zona, sin medios, necesitados, enfermos, los don-nadie como solemos decir, los que no representan nada...
Y dentro de la dinámica del reino de Dios, esa visión le provocó lástima, pena, desconsuelo... porque la vida de esta humanidad es primordial. Que no se quede nadie desatendido, olvidado, menospreciado, hambriento...
Y ahí viene la intervención de Jesús de Nazaret. A la propuesta de los hombres (discípulos) que andaban con él: "Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer..." Que se las apañen, que se las arreglen como puedan...! A esa propuesta les responde: "No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer..."
Es de una implicación tremenda, brutal (como se dice ahora).
A la comunidad de los seguidores de Jesús de Nazaret le tiene que ocurrir lo que aquellos seguidores. Jesús provoca una implicación total.
Lo que ocurre en nuestro mundo (esta aldea global e intercomunicada) nos afecta. Y debo sentir todo lo que sucede como mío, como de la comunidad que recuerda y revive a Jesús de Nazaret.
Entonces, la eucaristía -la celebración que venimos haciendo regularmente- o tiene ese sentido o ha perdido el centro y la buena noticia del reino de Dios.
Por eso decía que al convertir el tema de la eucaristía en un apartado diferente, entiendo que nos hemos despistado.
Tanto se ha dicho y predicado que la eucaristía es un sacramento (que, además, es efectivo directamente y con solo realizar el signo o la ceremonia), que la implicación en el verdadero signo del reino de Dios se ha eclipsado... Y la lástima que experimentó Jesús de Nazaret de ha ido dejando en manos de las monjitas, o de organizaciones como Cáritas u otras instituciones...
Me motiva más la "mesa compartida", la lástima con esa humanidad rota y deshecha y que revivimos en el encuentro en torno al pan compartido en la comunidad. Y me parece entender que en la medida en que me voy implicando comienzo a captar el mensaje y buena noticia que nos ha hecho llegar Jesús de Nazaret. Y, en ese misma medida, voy dando mis pequeños pasos hacia el reino de Dios y mi vida se hace eucaristía y no puedo pensar ni decir "que se las apañen, que se vayan a las tiendas y se lo compren, que se vayan a su país y se busquen la vida..."
Con los medios que tenemos hoy en día, entiendo que nuestro encuentro en torno a la mesa debe ir marcada por esa lástima. Hoy hablamos del cuerno de África, en Somalia. Otro día nos hacemos solidarios de los hombres y mujeres de Oslo. Y tantos países de América Latina o de Asia...
Cómo deseo que los que intentamos seguir a Jesús de Nazaret vayamos marcando ese estilo y "sintiendo lástima" y actuando frente a todo eso.
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