domingo, 26 de junio de 2011

El que come este pan vivirá para siempre


26 de junio 2011 - Fiesta del Corpus
Fiesta de la Eucaristía

"Os aseguro que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros..."

Durante muchos años escuché las palabras del evangelio de hoy y, seguramente, yo mismo me hice eco de ellas en mi vida, en mis prácticas religiosas y en mis creencias.
La eucaristía se convertía de esa manera en el centro de toda vida religiosa. Se incentivaba de todos los modos y maneras las prácticas en torno al sagrario: visitas al santísimo, asistir a misa siempre que fuera posible, comulgar diariamente si podía... Y se añadían otras prácticas como la Adoración Nocturna, procesiones, los altares tan adornados, el oro y la plata que brillaba, la custodia donde se sacaba en procesión al santísimo, la adoración profunda, el arrodillarse el máximo de tiempo posible, etc.
Todo ello ha ido creando, podríamos decir, una religión paralela en la que teníamos a un "dios" cercano y a nuestro alcance. Lo podía visitar, lo podía adorar, le podía pedir todo lo que necesitaba, y lo podía recibir en forma de comida y bebida... De ahí, también, la gran profusión de oraciones (a veces tan melosas y acarameladas) en las que se van centrando esta especie de religión en la que nuestro dios es mucho más cercano que el de otras religiones... (Todavía nos lo decía el sacerdote en la eucaristía de este domingo... "a diferencia de nuestros hermanos protestantes...").

Reflexionando ahora sobre el evangelio, me parece entender que los católicos, como institución, hemos hecho como separaciones dentro del mensaje de Jesús de Nazaret. Por un lado escuchamos el evangelio y comentamos las parábolas, los milagros y enseñanzas y por otra tomamos ciertos elementos y los colocamos en el altar para que presidan nuestra vida y nos sirvan como punto concreto de adoración, de culto, de veneración, de trono de peticiones... Es decir, convertimos la buena noticia de Jesús en una religión en la que unos hemos tenido la suerte de entrar (gracias a nuestra familia y haber nacido dentro de la "religión") y otros muchos se quedan fuera porque no han tenido tanta suerte... De ese modo nos colocamos aparte, entre los elegidos. Sin ningún mérito, claro. Y la gran noticia del reino de Dios en la que tanto insistía Jesús de Nazaret se queda y se convierte en el "regalo" que nosotros vamos a llevar a los paganos... (que son tantos y tantos millones!).
Como que no me quedo satisfecho. Entiendo que hay algo que no cuadra.
La eucaristía, es y tiene que ser otra cosa.
Si el mensaje clave de Jesús es el "reino de Dios", también la eucaristía tiene que tener ese sentido. No puede ir en otra dirección.
Si la cena de Jesús (aquella cena de despedida) fue como hacer hincapié precisamente en la profundidad de eso que llaman ahora la "comensalía" = la mesa compartida, desde abajo, desde los últimos... porque es ahí donde encontramos a Dios, al padre que se identifica con los últimos, con los más desgraciados, con los depreciados, con los que no son nadie, ni tienen poder, ni dinero, ni influencias... Y, cuidado, que en esa cena de despedida que entiende (él y todos aquellos hombres y mujeres que están con él), entiende que es la última, que le han tendido una trampa, que lo van a asesinar... En esa situación tan tensa esa cena y la importancia que todos entendieron que tenía resulta muy fuerte el pan y el vino compartidos = la mesa compartida... Y no hace alusión a ritos religiosos, a los recuerdos del pueblo judío, a la salida de Egipto...
Juan, en su evangelio, lo presenta así de elaborado (como algo rumiado y meditado).
La marca sigue ahí en las primeras comunidades. Incluso Pablo, llama la atención a los cristianos de Corinto, creo recordar, al reprocharles que mantengan distancias y desigualdades al tiempo que pretenden tener la "mesa compartida" = la mesa del Señor, la cena del Señor...
Y debió marcar mucho a todos esa cena de despedida en la que Jesús de Nazaret, al que seguirán sintiendo que "sigue vivo", fue fiel a su mensaje de buena noticia hasta el final. A pesar de las traiciones, de las negaciones, de los abandonos... Y ahí se veían incluidos todos: Pedro, Judas y todos que huyeron en el momento más duro.
El que "sigue vivo, el viviente" sigue apostando por la humanidad, por los de abajo. Y la cena, la mesa compartida, comer el pan y beber el vino juntos... tiene que ser la manera en que nos hacemos solidarios, nos acercamos a todos esos (los últimos de este mundo) y podemos escuchar y sentir su vida como nuestra... Sólo en esos momentos se hace presente, no un sacramento, sino Dios mismo que se identifica con ellos. Es como ese chispazo o conexión con la buena noticia que nos entregó Jesús de Nazaret.
Y entonces, lo sentiremos "vivo" y presente. Y nosotros, al comer y beber de ese vino = esa comensalía, empezaremos a sentir esa "vida para siempre". Y en esa línea podemos entender esa palabra de Jesús: "El que come este pan vivirá para siempre"... Será como sentir una vida nueva en nosotros, algo distinto... que el reino de Dios ha llegado a nuestras vidas.
La eucaristía no es algo estático que se guarda en el sagrario, se adora, se venera o se recibe como una medicina maravillosa.
Por eso, ciertas presentaciones y predicaciones, que todavía se escuchan, me producen cierta pena (con todo el respeto para tantas, tantísimas personas mayores que han vivido toda su vida con ello). Las siento tan lejos del dinamismo y sentir profundo del evangelio...
Porque, ¿qué tiene de buena noticia para el mundo de hoy? Que los católicos van a su iglesia y reciben esa oblea o galletita...? Que dicen que "su Dios" está ahí? Como ni se ve ni se toca... Bueno, no hay más consecuencias.
En cambio, el "banquete del reino", la mesa compartida, el comer y beber con los últimos... donde desaparecen las desigualdades, se crea fraternidad, se borran las injusticias y abusos, se rehace la humanidad más justa y solidaria... "a imagen de nuestro padre Dios"... Eso es otra cosa. Eso nos compromete, cambia mi vida, le da un giro total... En definitiva, empiezo a recibir una vida "para siempre", la que no teme ni siquiera a la muerte.
Esa es mi oración de hoy y mi máximo deseo.

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