domingo, 8 de mayo de 2011

Al partir el pan


8 de mayo de 2011 - 3º domingo de Pascua
"Quédate con nosotros que la tarde está cayendo..."
"...le reconocieron al partir el pan"

Hemos escuchado el fragmento del evangelio en el que se narra el encuentro de dos hombres, discípulos de Jesús de Nazaret, que se iban camino de Emaús.
Una narración especial, contada con detalles, como esas narraciones familiares en las que contamos algo que nos conmovió, que nos impactó, que supuso como el paso para comprender todo lo demás... Y uno de esos hombres se llamaba Cleofás.
Lo he escuchado muchas veces. Siempre me resultaba tierno y conmovedor. De esas cosas que uno dice: "si me hubiera tocado a mí..." Y entonces rezábamos y cantábamos la estrofa "quédate con nosotros que la tarde está cayendo... pues sin tí a nuestro lado nada hay justo nada hay bueno..."
Y escuchaba las reflexiones sobre la eucaristía, sobre la oración, sobre la palabra o sobre la misa de los domingos.
Lo he vuelto a escuchar en mi iglesia de barrio.
Mi reflexión de hoy se centra, precisamente, en esa palabra: "al partir el pan".
Siguiendo los estudios y explicaciones de teólogos, como José Mª Castillo, Laeners y otros, la fracción del pan tuvo una importancia enorme entre los primeros que siguieron a Jesús de Nazaret... No se hablaba de instituir algo religioso, algún rito como si fuera una religión diferente. Hace referencia al reino de Dios, al banquete de la vida, a la manera y estilo de vivir.
Al escuchar eso, sentí dentro de mí el eco del estilo de Jesús de Nazaret. Su manera de vivir y sus palabras con las que nos mostraba cómo entendía y vivía el "reino de Dios". La cantidad de parábolas en las que habla del reino, de los banquetes, de las invitaciones... Llamados al banquete de Dios, acoge a todos, a los cojos, a los tullidos, a los pobres y despreciados, a los inútiles, a los olvidados... Dios que acoge a todos, que quiere esa vida más humana y más fraterna, que no soporta que en el mundo haya tanta gente despreciada, minusvalorada, olvidada y resignada a sobrevivir intentando no morir de hambre.
De ahí, el partir el pan, compartir, lo que llaman la "comensalía", acoger en nuestra mesa a esas personas. Eso se convirtió en algo sagrado, en un signo que hacía exclamar: "mirad cómo se quieren"... Signo del reino de Dios, de que algo cambiaba cuando se comenzaba a vivir la nueva manera.
Entonces, la narración que recoge la tristeza y el pesar de aquellos dos hombres que se iban camino de Emanús, que comentaban la decepción tras la condena y muerte de Jesús de Nazaret, que ellos esperaban que..., que constataban que no era fácil cambiar este mundo tan lleno de gente con ganas de poder, de ambición, de dominio... Y va describiendo todo eso que todos aquellos hombres y mujeres sintieron tras los acontecimientos dramáticos de Jerusalén.
Y ahí, el que escribió la narración, pone en boca de Jesús una explicación larga para hacerles ver y entender que era de esperar todo eso que había pasado, que a lo largo de la historia los poderosos siempre han reaccionado así, que los profetas así lo habían visto y leído en la historia de Israel; pero que el camino de Dios, su reino, estaba ahí. Que si vivían de esa manera, alcanzarían la vida nueva, empezarían a vivir como hombres nuevos... "Qué necios sois para no entender..." Y comenzaron a recordar la vida y las palabras de Jesús de Nazaret.
Y llegando a Emaús la petición: "Quédate con nosotros..." Con la sensación de estar de nuevo con Jesús de Nazaret. Y, de pronto, vuelven a verlo "partir el pan"... ¡Ésa era la señal! La clave para entender todo lo que venía diciendo. Su vida tenía que ir centrada alrededor de esa señal, de la nueva manera de comportarse, de vivir a la manera de Dios tal y como decía Jesús, de un Dios que es bueno y compasivo, que acoge a todos, que se conmueve con los más pequeños, que no tiene en cuenta al hijo que derrocha toda su herencia, que busca a la oveja perdida, que invita a todos al banquete, a la vida... A compartirla y hacerla común partiendo desde abajo...
Jesús de Nazaret seguía ahí con ellos (con nosotros). Es el viviente, que está en medio de nosotros cuando "compartimos", cuando abrimos nuestra mesa a los otros... ¿Cómo explicar todo eso? Sigue presente, está vivo, lo suyo no ha terminado...!

Creo que cuando un grupo de personas, hombres y mujeres, comienzan a vivir así, su vida se convierte en un auténtico signo que conmueve a los que les rodean.
Nuestro mundo presenta un cuadro tan lamentable de pobres, abandonados, olvidados y despreciados, de muertos de hambre, de gentes que sufren violencia... que se hace urgente que los que creemos en Jesús de Nazaret "abramos los ojos" para reconocerlo.
Nos lamentamos de la miseria del mundo que nos rodea, hacemos oraciones, vamos a misa, damos alguna limosna; pero nuestra vida, nuestra iglesia "no es signo" de la nueva vida de Dios, el estilo de "banquete del reino", de la "comensalía"=mesa compartida, de la humanidad compartida desde abajo. No, por mucho que proclamemos y cantemos eso de "Quédate junto a nosotros que la tarde está cayendo..."
Nuestra fe, nuestro convencimiento sólo se hace real en el compartir, en esa mesa abierta, en la acogida a esos últimos (inmigrantes, pobres y desfavorecidos, los donnadie, los que no cuentan...). Y no creo que sea cuestión de sacramentos, oraciones, rosarios, mes de mayo, procesiones y rogativas... No. El signo, la señal, la clave es ésa otra.
Al partir el pan, al darnos cuenta de los otros, al reconocerlos... comenzamos la nueva vida. Que no significa que sea un "final feliz". No. El final es llegar a la humanidad a la medida de lo que Dios piensa y quiere. Y de eso nos mostró el camino Jesús. Incluso hasta la muerte, y muerte de cruz.
Me quedaré toda esta semana pensando en esa palabra "al partir el pan"... A ver si poco a poco también yo vivo con ese convencimiento.

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